Dovlátov. Director: Aleksey German. Protagonistas: Milan Maric, Danila Kozlovsky, Helena Sujecka, Artur Beschastny, Elena Lyadova, Anton Shagin, Svetlana Khodchenkova, Piotr Gasowski, Eva Gerr y Hanna Sleszynska, entre otros. Guión: Aleksey German, Yulia Tupikina. SAGa / Metrafilms / Message Film / Art and Pop Corn. Polonia / Rusia / Serbia, 2018. Estreno en la Argentina: 11 de octubre de 2018.
Serguéi Donátovich Dovlátov. Figura todavía desconocida por estos lares, este periodista y escritor ruso de ascendencia judía es, desde la publicación comercial de su obra en su propio país durante los ‘90, uno de los autores más respetados, admirados y leídos de las letras soviéticas contemporáneas. Lástima que él nunca pudo enterarse, ya que falleció en 1989 en los EE.UU., donde residía con un status de emigrado exilado.
Además de poner toda su vida en perspectiva, Dovlátov construye un fresco vívido, lánguido y doliente (y algo moroso, por momentos) de una Unión Soviética en constante expansión económica y opresión social. Con una apabullante belleza formal, el director Aleksey German reconstruye los alcances macros y micros de esa maquinaria gubernamental lanzada a instalar su relato casa por casa y cabeza por cabeza, antes de exportarlo al mundo.
Los dos planos de esta historia, el personal y el colectivo, confluyen durante los primeros seis días de noviembre de 1971 en Leningrado, cuando las políticas de Brézhnev inician un fuerte proceso de endurecimiento, persecución y anulación de cualquier tipo de disidencia artística contra el discurso oficial. Mientras la ciudad se ve ocupada por las gigantografías de los decorados que enmarcan las conmemoraciones de un nuevo aniversario de la Revolución, Dovlátov y su poeta amigo Joseph Brodsky (futuro ganador del Premio Nóbel) discuten y evalúan la posibilidad de un futuro a través de la emigración.
Dueño de un humor cínico y cargado de resentimiento, Dovlátov atiende dos problemáticos frentes de manera simultánea: Su crisis personal, signada por la sombra de un divorcio en puerta. Y su frustración profesional, marcada por la imposibilidad de acceder al mercado editorial debido a la naturaleza revulsiva (para el régimen) de su irónica prosa. En el entretanto anudará momentos de regocijo y de zozobra, puchereando artículos laudatorios para con el régimen, frecuentando la bohemia intelectual que se mueve al ritmo del jazz y el mercado negro de bienes culturales (y no tanto), mientras intenta conseguir una muñeca importada para su hija. Algo imposible de alcanzar en ese contexto, como el respeto al pensamiento crítico.
Fernando Ariel García
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