Destino: La saga Winx (primera temporada).
Directores: Lisa James Larsson, Hannah Quinn, Stephen Woolfenden. Protagonistas:
Abigail Cowen (Bloom Peters), Hannah van der Westhuysen (Stella), Precious
Mustapha (Aisha), Eliot Salt (Terra Harvey), Elisha Applebaum (Musa), Danny
Griffin (Sky), Sadie Soverall (Beatrix), Freddie Thorp (Riven), Eva Birthistle (Vanessa
Peters), Robert James-Collier (Saul Silva) y Eve Best (Farah Dowling), entre
otros. Guionistas: Brian Young, Speed Weed, Victoria Bata, Nicole R. Levy,
basados en personajes y situaciones creados por Iginio Straffi. Desarrollado
para TV por: Brian Young e Iginio Straffi. Archery Pictures / Young Blood
Productions / Rainbow S.p.A. (ViacomCBS). Italia / Reino Unido, 2021. Estreno
en la Argentina: Disponible en Netflix desde el 22 de enero de 2021.
No soy fanático de las Winx, pero me las
conozco (casi) de memoria. Desde que mi hija las descubrió cuando tenía dos
años, nunca dejó de ver (y volver a ver) la serie y las películas animadas, por
tele y/o en DVD. Nunca dejó de hacerme leer (y volver a leer) los cómics en
italiano y francés. Y hasta hace un tiempito, todavía seguía jugando con las muñecas
articuladas, los vestidos y algún que otro merchandising oficial que pudimos
conseguir.
Así que, once años después, al enterarse de que
Netflix iba a hacer una serie con personas de las Winx, mi hija empezó a
salirse de la vaina por verla. Y cuando llegó el día, se puso como loca. Como
loca, por la emoción de encontrar a uno de sus primeros consumos culturales
elegidos voluntariamente, reconvertido en un drama adolescente de corte
fantástico, dirigido milimétricamente al corazón de su actual mundo de
pertenencia, sin descuidar el apego empático a su nostalgia infantil.
Y como loca, también, porque Destino: La saga Winx
(Fate: The Winx Saga) había decidido cambiar algunas cosas que, según su alma
de fanática devota, no deberían haberse cambiado. Lo cierto es que se pasó los
seis episodios (en modo cuasi maratónico) despotricando contra la serie que
estaba aplaudiendo de pie. Y todavía sigue así, amando esta nueva encarnación
de las Winx por el enfoque algo más adulto (y dark), que dota a la
franquicia de cierto atractivo contemporáneo. Y odiando esta nueva encarnación
de las Winx, por haber extirpado la liviandad naif (y un poco fashionista) del
original, esa que la hizo engancharse al dibujo animado estrenado en Italia
allá por 2004.
Más autoconcientes de la existencia de Harry
Potter y de los paradigmas hádicos instalados por Disney, las Winx modelo 2021 aparecen
encorsetadas por el vigente mandato comercial de empoderamiento femenino frente
a los paradigmas patriarcales. En ese sentido, aplaudo la decisión de crear una
nueva Winx con problemas de sobrepeso, bastante alejada del clásico imaginario
renacentista, pero me hace ruido que se hayan anulado las raíces latina y asiática
que exhibían algunas de las hadas animadas. Se ve que, aun en este contexto de
corrección política, sigue habiendo modelos más incluibles que otros.
Fernando Ariel García