El reino. Directores: Marcelo Piñeyro, Miguel
Cohan. Protagonistas: Diego Peretti, Chino Darín, Nancy Dupláa, Joaquín Furriel,
Peter Lanzani, Mercedes Morán, Vera Spinetta, Nico García, Sofía Gala y Alejandro
Awada, entre otros. Participación especial de Daniel Fanego, Diego Gentile, Daniel
Kuzniecka y Hernán Chiozza. Guionistas / Creadores: Claudia Piñeiro y Marcelo
Piñeyro. Tema de apertura: Sobre mi tumba, interpretado por Cazzu. K&S
Films. Argentina, 2021. Estreno en la Argentina: Disponible en Netflix desde el
13 de agosto de 2021.
Desde que entró en la escena política en 1973, la
Iglesia Católica Evangélica de los EE.UU. ha ido ocupando mayores espacios de
poder en el Partido Republicano. De hecho, en las elecciones de 2016, uno de
cada cuatro votantes se identificó como cristiano evangélico blanco; y el 81
por ciento de ellos votó por Donald Trump. En el Brasil, el empresario
evangélico José Alencar llegó a la vicepresidencia en 2003, como compañero de
fórmula de Lula Da Silva, cargo que mantuvo hasta 2010. Y en 2017, dos años
antes de alcanzar la primera magistratura carioca, Jair Bolsonaro formalizó su
vínculo con los evangélicos al bautizarse en las aguas del río Jordán.
Como puede verse, la relación entre política y
evangelismo no es nueva ni ficticia. Y sobre esa base real y concreta, Claudia
Piñeiro y Marcelo Piñeyro imaginaron El reino, ocho episodios que cuentan el
desembarco de un carismático líder evangélico a la competencia electoral que
decidirá al futuro presidente de la Argentina. Bajo las coordenadas del
thriller político-religioso; y linkeando las actividades pastorales de esa
iglesia en particular con los imaginarios de la meritocracia macrista y la
marroquinería kirchnerista, la serie postula el avance local de una nueva derecha
cuya agenda principal es la de una apabullante restauración conservadora.
Apoyado en actuaciones deslumbrantes de Peretti, Furriel, Morán y Lanzani, el mundo que presenta El reino tiene muy pocos
grises. Hay algunas luces intermitentes pero, sobre todo y sobre todos, predomina
la corrupción más abyecta e inhumana. Como en la mejor novela negra, el ramillete
de sospechas iniciales terminará derivando en un puñado de certezas
diametralmente opuestas a las que proyectaba la primera imagen. Principalmente,
porque cada personaje carga, al menos, un crimen que ocultar y un pecado por expiar.
Bajo el imperio de la posverdad y el canto de sirenas de las fake news, la serie
se preocupa por dejar en claro que sus dardos críticos van dirigidos a las
estructuras institucionales que manipulan a las personas que (por fe, convicción,
ignorancia, necesidad o cualquier otro motivo), adscriben honestamente a los
postulados que emanan de esas estructuras.
Casi llegando al final, entre las consabidas
subtramas surge una de contenido más religioso que político. A mí me hizo algo
de ruido, no porque carezca de interés (todo lo contrario), sino porque parece
pertenecer a un registro diferente del que El reino había venido articulando. Más
cerca de El código Da Vinci que de Todos los hombres del Presidente. Habrá que
ver como coinciden o colisionan (en una segunda temporada) esos senderos que
hoy sólo se bifurcan.
Fernando Ariel García