Lo primero que supe del África lo supe por los libros. Algún Tarzán, casi seguro, veterano promotor de la imagen de un continente inmenso, hundido en el atraso, la ignorancia y la pobreza, a causa de los negros, esos habitantes de piel oscura tan incapaces como incompetentes. Inhumanos, me animaría a decir, de no haber mediado la justa y sabia mano del hombre blanco, ese buen invasor que puso orden donde antes había caos, civilización donde antes se regodeaba la barbarie. Los africanos eran muy diferentes a nosotros: y no sólo en el color. Tenían costumbres raras, apareadas con prácticas pecaminosas y oscurantistas, poco receptoras a los avances tecnológico-científicos y la higiene sanitaria que nuestra perfecta cultura occidental había sabido construir. El problema más grande no estaba en que los negros fueran distintos a los blancos. El tema es que eran inferiores.
Boureima Nabaloum
Esta era la imagen que se había ido construyendo del África. Cuarentaitantos años atrás, sin internet ni televisión por cable ni gps, entre tantas otras cosas, el mundo era un lugar mucho más grande de lo que es hoy en día. Para un chico urbano de la Argentina con sueños de explorador todoterreno, el símbolo inequívoco de lo exótico quedaba en ese costado del mapamundi, el último domicilio de la aventura (sasturain dixit) donde resultaba hasta lógico y científicamente posible que existieran dinosaurios vivos, antiguas e inexploradas civilizaciones o un microclima antártico de hielos perpetuos en medio del calor más sofocante que uno pudiera imaginar. Después vendría Conrad, la noción del imperialismo europeo y sus acciones brutales, que correrían el velo de la supuesta misión humanizadora tras la Conferencia de Berlín de 1884, en donde los estados europeos resolvieron los problemas inherentes a su expansión colonial en África partiendo y repartiéndose el continente. El descubrimiento de que la cuna de la humanidad es hoy, ahora, el lugar más pobre del planeta.
Jason Bronkhorst
Desde hace unos buenos años, Sandra Federici y Andrea Marchesini Reggiani vienen dirigiendo el proyecto
Africa Comics (
http://www.africacomics.net/), que desde Italia se ha autoimpuesto la misión de promover y difundir el trabajo de los historietistas africanos, dando visibilidad internacional a la expresión artística de una cultura tanto o más rica que los suelos expoliados por siglos. Una de las herramientas con la que cuentan es el
Premio Africa e Mediterraneo, de donde surgen las historietas galardonadas que recorren salones de exposiciones y caminan el mundo en forma de libros. El premio cuenta con el patrocinio de la Comisión Nacional Italiana de la UNESCO; y el proyecto ha sido merecedor del
Premio Héctor Germán Oesterheld otorgado por la
Expocartoon en Roma. Por esas cosas de la vida (¿casualidades o causalidades?), coincidimos con Sandra Federici en Procida, durante las jornadas
Un ambiente fatto a strisce (
http://magazine.unior.it/ita/content/un-ambiente-fatto-strisce) del año pasado. Derechos Humanos y Oesterheld mediante, además de intercambiar libros y experiencias, pudimos iniciar un contacto que espero logre mantenerse por mucho tiempo.
Mola Boyika
Este Africa Comics. 2009-2010 recoge trabajos provenientes de Sudáfrica, Tanzania, Congo, Camerún, Kenia, Burkina Faso, Togo, Madagascar, Costa de Marfil, Benín, Senegal y la República Democrática del Congo. Y está dividido siguiendo el criterio establecido por las tres secciones del concurso: Tema libre, Pobreza y Deportes. Lo más interesante es que, más allá de las divisiones preestablecidas, todos los trabajos exhiben el enfoque de una mirada integral sobre las históricas problemáticas africanas, dejando en claro que la naturaleza de las situaciones es tan compleja como inmanente. Las relaciones humanas mediadas por el clientelismo político y la corrupción como ingrediente principal del menú de pandemias que masacran a la población. La explotación del ser humano, la discriminación, el desempleo, la pobreza, las condiciones degradantes y deshumanizadas a las que se ve sometido el trabajador. La rebelión popular frente a los atropellos. Las migraciones forzosas en busca de un paraíso que no se encuentra en Europa ni en ninguna parte. El “modelo” económico-político mundial que bloquea la capacidad de desarrollo del continente.
Edin Pumbulu
Con una gráfica que va de lo decorativo a lo narrativo, de la caricatura al hiperrealismo, del naif infantiloide a la tradición francobelga heredada de los colonizadores tintinescos, el cómic africano refleja la visión que el conquistador tiene del conquistado, el rol de la Iglesia y el lugar que ocupa la fe, los ritos ancestrales y la relación del hombre con su ecosistema, la idea de la vida y de la muerte, que no siempre coincide con la que nosotros pregonamos. La presencia de tropas internacionales que, entre otras cosas, resulta funcional a la violencia institucionalizada. Los negocios (y negociados) montados alrededor del tráfico ilegal de todo aquello que pueda ser traficado. El Sida, los mitos sobre el canibalismo y la realidad de los soldados niños que con 14 años ya llevan vividos mucho más que 14 infiernos. Las matanzas, los asesinatos en masa, el genocidio.
Popa Matumala
Lo más impresionante y tangible del libro, al menos para estos ojos, es la claridad conceptual con que los autores exploran la distancia (intencional o no) entre los hechos y el relato, utilizando esta tensión para correr los velos paternalistas que subsisten detrás de las miradas con que los medios masivos de comunicación blancos han decidido contar la historia del África, extirpándole su capacidad de libre expresión, presentándola siempre como un territorio necesitado de ayuda foránea, poniéndola siempre bajo un ala protectora que termina fortaleciendo la relación de dependencia que se pretende romper.
Fernando Ariel García
Africa Comics. 2009-2010. Autores: Roberto Millan, Popa Matumula, Jason Bronkhorst, Ame (Shani Nel), Alidor Kazadi, Albert Tshisuaka, Cloudy Chatanda, Siegfred Blaise Edibe, Tom Howard, Su Opperman, Alfred Muchilwa, Philippe Waffo Ouabo, Mola Boyika, Badik’Art (Valéry Badika Nzila), Boureima Nabaloum, Kan Ad (Kanyi Adrien Folly-Notsron), Assem, Jean Gervais Rajaonarison, K. Benjamin (Benjamin Kouadio), Paul Alden, M’voutoukoulou, Joël Hounsounou, Joséphine Ghislaine Ngo Ngue, Dwa (Eric Andriantsialonina), Lamine Dieme, Edin Pumbulu, Abraham Emamou, Landryman (Landry Kamdem) y Pascal Bouendeu. Traducción: Alice Bercheux. Portada: Ame (Shani Nel). Editores: Sandra Federici y Andrea Marchesini Reggiani. 96 páginas a todo color y en blanco y negro. Edizioni Lai-momo. ISBN: 978-88-89581-28-5. Italia, diciembre de 2010.