El
colibrí.
Directora:
Francesca Archibugi.
Protagonistas:
Pierfrancesco Favino, Kasia Smutniak, Bérénice Bejo, Laura Morante,
Sergio Albelli, Alessandro Tedeschi, Benedetta Porcaroli, Massimo
Ceccherini, Fotini Peluso, Francesco Centorame, Pietro Ragusa,
Valeria Cavalli, Nanni Moretti, Rausy Giangarè, Niccolò Profeti,
Elisa Fossati, Lorenzo Mellini, Matilda Grace Marini, Marlo DiCrasto.
Guionistas: Francesca Archibugi, Laura Paolucci, Francesco Piccolo.
Basado en la novela Il
colibrì (2019), de Sandro Veronesi.
Fandango Produzione / RAI Cinema / Les films des Tournelles / Orange
Studio. Italia
/ Francia,
2022. Estreno en la Argentina: 10
de agosto de 2023.
De
las selvas húmedas a los desiertos, de los bosques templados a las
montañas más altas. El colibrí no sólo tiene la adaptabilidad
necesaria para acostumbrarse a cualquier hábitat, sino que cumple un
papel importantísimo en el proceso de polinización, fundamental
para el mantenimiento de la vida sobre la tierra. Además, es la
única ave capaz de volar en todas las direcciones: derecha,
izquierda, adelante y atrás. Y, cuando lo desea, puede quedarse
suspendido en el aire, utilizando el veloz movimiento de sus alas
para permanecer quieto.
A
Marco Carrera (un impresionante Pierfrancesco Favino), le dicen
“colibrí” desde su adolescencia. Lo hacían en referencia a su
físico menudo, aunque el espectador descubrirá que el apodo cierra
más con su naturaleza identitaria que con su actual imagen externa.
Va del mar a Roma, de Roma a Florencia; y de Florencia vuelve al mar.
Con la misma eficacia, se desempeña como médico oculista
profesional o tahúr vocacional. Y cuando se lo propone, se encarga
de fecundar las relaciones intrafamiliares. Para ello, alterna las
pieles de atento esposo, padre presente y abuelo cariñoso; la de
hijo atento y hermano tolerante. Pero si algo lo identifica con el
pájaro pequeñito, es su capacidad para avanzar manteniéndose
siempre en el mismo lugar.
A
saltos temporales, que van de los ‘70 hasta el futuro cercano,
vamos a verlo transitar de la juventud a la madurez y la vejez,
desarrollarse en lo personal y en lo profesional, en lo físico y lo
psicológico. Pero detenido en el mismo lugar emocional, desde ese
trascendental instante en que, siendo niño, quedó perdidamente
enamorado de su vecina. Una tarde de sol y playa, de palabras y
silencios que determinaron las pasiones y los miedos que vinieron,
los encuentros y las pérdidas que se fueron jalonando con el paso
del tiempo. Ese amor absoluto, platónico y epistolar, sufrido y
reverenciado, siempre irresuelto y preservado del desgaste real,
puede ser leído como un ejemplo de resiliencia o como la cumbre de
su cobardía. El recuerdo de lo que fue y la nostalgia por lo que
pudo haber sido.
Sentida
reflexión sobre la fragilidad del ser humano, El colibrí (Il
colibrì) avanza sobre la verdad y la mentira, la libertad y la
dependencia, el deseo y la postergación, la esperanza y la
frustración, la tensión entre felicidad y fidelidad en la vida
conyugal. Sin abrir juicios morales sobre los personajes, explora las
inclemencias que traen la vida y la muerte, la salud y la enfermedad.
Jugando fuerte, con intensidad y sorpresa, la película termina
asumiéndose como un ensayo sobre el poder de las elecciones
personales, una vez que el cuerpo y el corazón ya pagaron las
facturas de los acontecimientos; y la onda expansiva de los años se
está llevando las pocas opciones restantes.
Fernando
Ariel García