Ecos de un crimen. Director: Cristian Bernard. Protagonistas:
Diego Peretti, Julieta Cardinali, Carla Quevedo y Diego Cremonesi.
Participación especial de Carola Reyna. Guionista: Gabriel Korenfeld. Particular Crowd / Tieless Media. Argentina, 2022. Estreno en la
Argentina: 27 de enero de 2022.
Está buenísimo que el cine argentino se meta
cada vez más con las historias de género emparentadas con el terror
psicológico. Tenemos los talentos y los recursos técnicos para encarar
cualquier tarea de esa naturaleza; y Ecos de un crimen lo confirma. Los actores
caminan por el borde sin desbarrancar, el ritmo narrativo y la imaginería
visual no sólo crean los climas necesarios, sino que saben cómo habitarlos y
explotarlos dramáticamente. La verdad, esta película de Cristian Bernard no
tiene nada que envidiarle a ninguno de los tanques hollywoodenses que llegan a
nuestras pantallas y plataformas sin solución de continuidad.
Lamentablemente, tampoco tiene nada nuevo que
agregar a los transitadísimos tópicos que aborda. Los ecos de El resplandor,
Psicosis y El silencio de los inocentes, reverberan demasiado por toda la
trama, enfocada en el tránsito de un escritor famoso (Peretti) que se está
recuperando de un pico de stress. Llegó con su familia a una casa enorme, aislada
y solitaria, para continuar su tratamiento mientras intenta retomar la
escritura de su exitosísima saga policial protagonizada por un asesino
despiadado.
Y, como es de esperar, ocurre lo que tiene que
ocurrir. La irrupción de lo extraño, en una noche de lluvia y sin electricidad,
obligará al escritor a enfrentar su fragilidad emocional y mental. Para peor,
desde una fragmentación de la realidad que lo expone a revivir los mismos
hechos, pero desde miradas y resoluciones alternativas. ¿Estamos presenciando
lo que pasa en el mundo o lo que sucede en su cabeza? ¿Peretti se volvió loco o
la naturaleza oscura de la situación lo está poniendo sobre aviso?
La idea del relato pendular como mecanismo generador
de tensión está muy bien planteada, pero mal resuelta. En el arranque, las puertas
de la intriga están todas abiertas de par en par, ofreciéndonos una cantidad de
posibilidades que hacen al atractivo primario del film. Pero cada vez que
volvemos a fojas cero, las puertas se van cerrando estrepitosamente, cancelando
variables y, por lo tanto, anticipando el clímax que está por venir. De hecho, antes
de que todo se resuelva por el camino de la lógica, ya sabemos por dónde pasan
el qué, el quién y el porqué de la cuestión. Sólo falta presenciar el cómo, que
a mí (lo siento) me defraudó.
Fernando Ariel García