Godzilla vs. Kong. Director: Adam Wingard. Protagonistas:
Alexander Skarsgård, Millie Bobby Brown, Rebecca Hall, Brian Tyree Henry, Shun
Oguri, Eiza González, Julian Dennison, Kyle Chandler, Demián Bichir y Kaylee
Hottle, entre otros. Guionistas: Erik Pearson y Max Borenstein, sobre una
historia original de Terry Rossio, Michael Dougherty y Zach Shields, basado en
personajes y situaciones creados por Ishirô Honda, Edgar Wallace y Merian C.
Cooper para las películas King Kong (1933), Godzilla (1954) y King Kong contra
Godzilla (1962). Legendary Entertainment / Warner Bros. EE.UU. / Australia, 2021.
Estreno en la Argentina: 25 de marzo de 2021.
Por primera vez, en muchísimo tiempo, sentí
miedo (pero miedo de verdad) al ver una película. El inicio de Godzilla vs.
Kong, con el mono tremendo rascándose el culo como si fuera Truman Burbank al
levantarse de la cama, me hizo temblar. Pensé que todo podía llegar a ser peor
que Godzilla, Kong y Godzilla 2 juntos. Y poco después, el mismo metraje me lo
confirmó. Entiendo que Kong hablando por lenguaje de señas pueda llegar a ser
un gran ejemplo de políticas inclusivas aplicadas al séptimo arte, pero puesto
tal cómo está en el film, resulta completamente ridículo.
En el barrio, diríamos que Godzilla vs. Kong es
una boludez atómica, si semejante calificativo estuviera aprobado por la
crítica académica. Inconsistente, previsible, aburrida, insostenible. Carente
de interés, incapaz de progresar dramáticamente hacia algo mínimamente
coherente, creíble y querible. Si no estuviera hecha en serio, parecería una de
esas sátiras estúpidas que, cada año, nos llegan desde Hollywood.
Arranca con dos líneas argumentales que,
obviamente, van a colisionar más temprano que tarde. Una sigue a los personajes
humanos; y resulta totalmente intragable. Pareciera estar rodada para los
espectadores más chicos, aquellos que siguen a Millie Bobby Brown a donde vaya,
como si eso fuera garantía de algo. En este caso, sólo es garantía de
superficialidad, tiempos narrativos estériles y una búsqueda cómica que termina
siendo patética.
Pero (siempre hay un pero), entre escena
innecesaria y escena descartable pasa lo que todos queremos que pase. Las
peleas entre los dos titanes, Godzilla y Kong, resueltas de manera exquisita y
a todo trapo, bajo agua y en tierra, yendo al hueso a la hora de plantear el
verdadero quid de la cuestión: Dos machos alfa monstruosos, pasados de rosca,
al completo palo, intentando resolver a trompada limpia quién la tiene más
grande. Y hay tiempo para las icónicas instantáneas de Godzilla pisoteando
ciudades, de Kong rompiendo cadenas y trepado a lo alto de un rascacielos. Demasiada
pelea para tan poca película. Y encima, se gastan la bala de plata de
Mechagodzilla al divino botón.
Fernando Ariel García