Tár. Director: Todd Field. Protagonistas:
Cate Blanchett, Nina Hoss, Noémie Merlant, Sophie Kauer, Julian Glover, Allan
Corduner, Mark Strong, Sylvia Flote, Mila Bogojevic y Zethphan Smith-Gneist, entre
otros. Participación especial de Adam Gopnik. Guionista: Todd Field. Standard
Film Company / EMJAG Productions. EE.UU. / Alemania, 2022. Estreno en la
Argentina: 9 de febrero de 2023.
Casi siempre, se muestra
como una falsa biopic. Aunque, por momentos, parece una historia de amor,
lealtades y traiciones. De repente, se erige en un thriller misterioso, con
algo de secretismo hermético guiando sus pasos. Pero se enamora con algunas
secuencias escapadas directamente del cine de terror, subgénero de fantasmas y
casas embrujadas. En estas bases, me parece, Tár se apoya para contar una
historia sobre la naturaleza del poder, el abuso de autoridad y la obsesión
enfermiza por el control. Y lo ambienta en el mundo de la música clásica, un
espacio que se nos presenta tan elitista como vil. Cómodamente ubicado en esa
posición, entonces, el film de Todd Field se anima a formular, con profunda y
honesta brutalidad, la pregunta central de esta cultura de la cancelación que
nos toca habitar: ¿Qué hacer con el arte sublime de una persona detestable?
Lydia Tár (Cate Blanchett)
es la directora de orquesta más importante del presente, la primera en estar al
frente de la Filarmónica de Berlín. Y se encuentra en el momento más alto de su
carrera, preparando el lanzamiento de un libro y la grabación, en vivo, de la
Quinta Sinfonía de Gustav Mahler. Una obra que, según los entendidos, discurre
por los caminos de la melancolía, la tristeza y la nostalgia, marcadas
sobremanera por la sombra de la locura y la presencia tangible de la muerte. La
fanfarria de Mahler pasa también por la violencia, la revuelta y el salvajismo
para construir y mostrar el estado de soledad que definirá a su protagonista. Los
momentos de alegría aparentemente consustanciada, derraparán hacia una
oscuridad elegíaca. Y de ese contrapunto nacerá el final, envuelto en una artificial
calma que confunde la disolución como forma de renacimiento.
Tár, la película y el
personaje, pasa por todos estos estadíos. Los articula de manera nada lineal y
algo compleja, prestándole atención a los subterfugios, los espacios en blanco,
las repeticiones consuetudinarias, las capas de sentido que se van asentando
unas sobre otras. Hay algunos disparadores puntuales, por supuesto, que van del
maltrato y la humillación, a la discriminación y el favoritismo entendido como
chantaje sexual. Aberraciones que se articulan en el discurso abusivo (físico,
psíquico y emocional) que la directora parece haber naturalizado para mantener
la posición de privilegio que también sostiene con su talento.
Nada de todo esto, obviamente,
hubiera sido posible sin Cate Blanchett. Lo suyo es de una majestuosidad rayana
con lo divino. Cuerpo y alma de una criatura que expresa con gestos simples aquello
que quiere esconder. Una sociópata cruzada por el amor y el egoísmo, la astucia
y el capricho, la hipocresía y el oportunismo. Lo mejor, a mi entender, es que Field
y Blanchett eligen mostrar las luces y sombras de Tár sin caer en el juicio
valorativo más fácil y obvio. Van un poco más allá, develándola también como
exponente de una estructura de poder que todavía sobrevive, explotando
idolatrías y cancelaciones por igual.
Fernando Ariel García