No soy un gran fanático de Mark Millar.
Sus trabajos no me subyugan ni me defraudan.
Me divierten, sí, pero suelen resultarme indiferentes, me pasan de largo a
nivel emocional. Tal vez porque, a contramano del resto de sus más acérrimos
críticos, me atraen más sus diálogos que sus tramas. De su hilvanado de palabras me subyuga la antinatural naturalidad con que
le hace bajar línea a los personajes. Una interesante mezcla de controversia
general, mala leche y humor sarcástico que, en pocas líneas, exponen ideas que
van de la crítica intelectual al debate intrascendente pero provocador. Y en
este primer número de The Secret Service volvió a pasarme lo que me pasa
siempre, unos pocos parlamentos dedicados a la industria cinematográfica
norteamericana, al star system hollywoodense, la piratería y el supuesto
peligro islámico, me resultaron mucho más interesantes que el disparador de un
thriller tecnológico con algo de burguesa conciencia social a la hora de mirar
las diferencias de clase.
Sí soy un
gran fanático de Dave Gibbons. De su trazo moderado, elegante, lo
suficientemente realista como para construir un mundo imaginario que se nos
haga tan creíble como la construcción mediática global en la que habitamos. No
sé qué les pasará a ustedes, pero a Gibbons yo le creo todo lo que dibuja. La
vida cotidiana de una generación adolescente, sin historia y sin futuro,
enclavada en los suburbios de Londres y en los suburbios de la sociedad, rateritos
de poca monta, semillero de una criminalidad pandillera sin posibilidades de
proyectarse fuera del barrio. Y por otro lado, la exagerada grandilocuencia del
glamoroso mundo de los agentes secretos al servicio de su Majestad, una
existencia socialmente exitosa, con una doble moral plagada de misterios,
peligros, adrenalina, violencia y sangre derramada. A escondidas, por
supuesto.
Del cruce de todas estas líneas se nutre
The Secret Service, definida por el propio Millar como una mezcla entre Mi
bella dama y James Bond donde, en vez de enseñarle a una jovencita los modales necesarios
para pasar por una dama de la alta sociedad, se educará a uno de estos chicos
perdidos en el arte del espionaje cool. Cansado de sacar a su sobrino de la
cárcel por delitos tan estúpidos como pequeños, el tío con licencia para matar
intentará correrlo del ámbito familiar de violencia, abandono y desidia,
reconvirtiéndolo en arma letal capaz de llevar a buen puerto delitos legales a
gran escala.
Parte de la línea editorial bautizada como Millarworld (junto con
Kick-Ass y Supercrooks), The Secret Service nació pensada como película de
acción, a cuatro manos entre Millar y Matthew Vaughn, director de Kick-Ass y hombre
tras las cámaras en la futura versión fílmica de esta historia de problemas
familiares interrelacionados con problemas mundiales. De ahí que una parte del
atractivo de esta primera entrega esté centrada en las razones tras los
secuestros de los actores protagonistas de las sagas de La guerra de las
galaxias, Viaje a las estrellas, Galactica y Dr. Who. Y de ahí que la
historieta no funcione del todo como historieta (aún con Gibbons al mando de la
narrativa gráfica), pendiente como está por respetar los cánones del cine de
acción de alto (altísimo) presupuesto. Habrá que ver qué tal queda este combo
en la pantalla grande. Aquí, en soporte papel, ni subyuga ni defrauda. Pasa de
largo.
Fernando
Ariel García
The
Secret Service Nº 1. Guión: Mark Millar. Dibujos: Dave Gibbons. Corresponsable por
la trama: Matthew Vaughn. Color: Angus McKie. Portadas: Dave Gibbons y Lenil
Francis Yu. Editor: Nicole Boose. 32 páginas a todo color. Marvel Comics / Icon.
ISSN: 759606078066. EE.UU., junio de 2012.
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