Flash. Director: Andy Muschietti. Protagonistas: Ezra Miller (Barry Allen / Flash), Ben Affleck (Bruce Wayne / Batman), Michael Keaton (Bruce Wayne / Batman), Sasha Calle (Kara Zor-El / Superchica), Michael Shannon (General Zod), Antje Traue (Faora-UI), Maribel Verdú (Nora Allen), Ron Livingston (Henry Allen), Kiersey Clemons (Iris West), Saorise-Monica Jackson (Patty Spivot) y Rudy Mancuso (Albert Desmond), entre otros. Participación especial de Jeremy Irons (Alfred Pennyworth), Temuera Morrison (Thomas Curry) y Andy Muschietti, entre muchos otros. Guionista: Christina Hodson, sobre una historia de John Francis Daley, Jonathan Goldstein y Joby Harold. Basado en el cómic Flashpoint (2011), de Geoff Johns (guion) y Andy Kubert (dibujos); y en personajes creados por Robert Kanigher, Carmine Infantino, Bill Finger, Bob Kane, Otto Binder y Al Plastino, entre otros, para DC Comics. Productores: Barbara Muschietti y Michael Disco. Warner Bros. Pictures / DC Studios / Double Dream / The Disco Factory. EE.UU., 2023. Estreno en la Argentina: 15 de junio de 2023.
El que avisa no engaña. La versión de Flash (The Flash) que vimos en la privada de prensa no era el corte final de la película. Para evitar spoilers indeseados, no nos proyectaron algunos de los cameos más explosivos, los créditos y las dos escenas post-créditos. Es probable (casi seguro, me animo a decir) que nos birlaron el giro sorpresivo del final; y todo lo referido al estado del Snyderverso de cara a la reformulación del Universo Extendido de DC a cargo de James Gunn. Sí se ocuparon de mostrarnos (completitos) los arcos argumentales del Flash de Ezra Miller, el Batman de Michael Keaton y la Supergirl de Sasha Calle, que hacen al núcleo argumental del film.
El disparador es conocido, está basado en el cómic Flashpoint y es la misma premisa que sostuvo la tercera temporada de la serie televisiva de Flash con Grant Gustin. Decidido a evitar la muerte de su madre Nora; y a probar que su padre Henry estaba purgando condena carcelaria por un crimen que no cometió, Barry Allen viaja al pasado para cambiar el orden natural de los hechos y alterar el curso de la historia. Se sabe de antemano, el resultado será catastrófico y la realidad habrá cambiado. ¿Para mejor o para peor? Eso es algo que tendrá que descubrir, elaborar y aceptar el Flash original y el Barry Allen de esta nueva línea temporal, que justo se ve azotada por la llegada del General Zod tal cómo se vio en El Hombre de Acero. Sólo que esta vez no hay Superman que valga; y el Corredor Escarlata tendrá que trabajar con el Batman setentón de Michael Keaton (el mismo del Burtonverso de los ochenta) y la primera Superchica interpretada por una actriz de ascendencia latina.
La dinámica del film es arrolladora. Arranca al palo y termina más arriba. No le escapa a la emoción sincera y a personajes con contradicciones más que interesantes, pero se me hizo un pelín larga y sumamente predecible, con un final que se ve venir desde que arranca la paradoja temporal. Hay sorpresas muy agradables, es cierto, junto con el mejor Batman que le hemos visto a Ben Affleck; y una seguidilla de guiños que dejarán moqueando y de rodillas a los lectores de Novaro.
Vamos al álgido tema del Multiverso. La lógica que construye la película es consistente con la que expuso el Arrowverso en el evento televisivo que cruzó todas sus series: Crisis en Tierras Infinitas. O sea, cada encarnación audiovisual que haya tenido el Universo DC, en TV o en cine, es una de las infinitas tierras paralelas que el Flash de Ezra Miller va a poner en situación de jaque mate. Para saber cuáles aparecen y cuáles no, habrá que ir al cine, ya que este último acto es el más grandilocuente y emotivo recurso metanarrativo que reconozca (hasta la fecha) el cine de superhéroes. Olvídense de los tres Hombres-Araña o del Profesor X y Reed Richards, acá la cosa va (realmente) en serio. Y mucho más allá.
El problema (mi problema, puede ser) es que esta secuencia, con todo lo que posee de maravilloso, hermoso y asombroso, no tiene ningún peso dramático en el devenir de la trama (al menos en el corte incompleto que nos proyectaron). Hubo un momento en que el cine aplaudió a rabiar; y otros en los que la sorpresa congeló los comentarios de los periodistas que estábamos en la oscuridad de la sala. Son algo así como veinte minutos de alucinante montaña rusa por los años formativos de lector de cómic, televidente en blanco y negro; y espectador cinematográfico en Cinerama. Hay más, pero para mi generación eso queda a la altura de un cambio chico. Fan service puro y duro, para ver una y otra vez, hasta que los ojos digan basta (por hoy). Pero tan desligado de la necesidad argumental, el fan service me sabe a estafa emocional. Y eso no me gusta. Aunque me haya gustado.
Fernando Ariel García
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