Elvis. Director: Baz
Luhrmann. Protagonistas: Austin Butler (Elvis Presley), Tom Hanks (coronel Tom
Parker), Olivia DeJonge (Priscilla Presley), Helen Thomson (Gladys Smith, madre
de Elvis), Richard Roxburgh (Vernon Presley, padre de Elvis) y Nicholas Bell
(senador James Oliver Eastland), entre otros. Participación especial de Kelvin
Harrison Jr. (BB King), Xavier Samuel (Scotty Moore), David Wenham (Hank Snow),
Kodi Smit-McPhee (Jimmie Rodgers Snow), Yola (Hermana Rosetta Tharpe), Alton
Mason (Little Richard), Gary Clark Jr. (Arthur Crudup), Adam Dunn (Bill Black),
Terepai Richmond (D.J. Fontana), Cle Morgan (Mahalia Jackson) y Shonka Dukureh (Willie
Mae "Big Mama" Thorton). Guionistas: Baz Luhrmann y Sam Bromell, Baz
Luhrmann y Craig Pearce; y Jeremy Doner, sobre una historia de Baz Luhrmann y
Jeremy Doner. Música: Elliott Wheeler. Incluye las canciones Vegas
(interpretada por Doja Cat), The King and I (Eminem y CeeLo Green), y versiones
de los clásicos de Elvis y del rock’n’roll en general, interpretados por Austin
Butler, Swae Lee y Diplo, Stuart Prince, Pnau, Kacey Musgraves, Nardo Wick, Måneskin,
Stevie Nicks y Chris Isaak, Shonka Dukureh, Les Greene, Yola, Denzel Curry, Lenesha
Randolph, Impala, Jazmine Sullivan, Jack White, Paravi y Nardo Wick. Historietista:
Kelly Baigent. Australia / EE.UU., 2022. Bazmark Films / The Jackal Group.
Estreno en la Argentina: 14 de julio de 2022.
Vamos a decirlo con todas las letras. Lo de
Austin Butler es tremendo, descomunal. Como lo de Rami Malek con Freddie
Mercury (y lo de Gwilym Lee como Brian May, no nos olvidemos), lo suyo es un
verdadero calco de Elvis Presley. O, al menos, del Elvis Presley icónico que
uno tiene archivado en algún rincón de la mente. Los gestos, las poses, la
presencia, las miradas, la pelvis. Un combo perfecto porque, además, las
canciones que canta las canta como uno se las oyó cantar a Elvis. Aplausos de
pie.
Pero, a fuerza de ser sincero, más allá de todo
lo bueno que aporta Butler, si no estuviera el coronel Tom Parker de Tom Hanks,
esta Elvis de Baz Luhrmann sería (al menos para mí) la perfecta recreación de
un perfecto recital del Elvis Presley perfecto. Nada más. Lo de Hanks,
actoralmente hablando, pertenece a otra liga. Las sinuosidades de ese personaje
amoroso y nefasto, paternal y abusivo, calculador y mefistofélico, son las especias que le dan
voluptuosidad, picor, sutileza, cuerpo y punch a este banquete desaforado,
servido con la exuberancia hollywoodense y el impacto visual de una ópera
vanguardista.
Por el precio de una biografía, Luhrmann nos
cuenta dos: la de Elvis y la de Tom Parker. Principalmente, porque la de
ninguno de los dos tendría mucho sentido sin la fusión con el otro. Para conocer
a este Elvis bicéfalo es necesario comprender (me parece) que el mito se
conformó gracias a (y a pesar de) el talento innato de las dos partes. Uno puso
el don musical, vocal e histriónico, el otro aportó las cualidades marketineras
para que el mundo comprara la mercadería que ambos vendieron, a veces
convencidos de lo que ofrecían y otras, a regañadientes.
Cada uno aportó lo suyo a este combo que
sacudió y transformó la cultura popular estadounidense, irradiando su
influencia al mundo todo y más. De la encarnación del pecado al quintaesencial
chico americano que toda madre querría como yerno, la película arma
meticulosamente el rompecabezas cuya última pieza es la del rockstar glorioso y
decadente, panzón y atiborrado de pastillas, que ya era inmortal antes de
morir. En el medio, su diálogo con la Historia real: la segregación racial,
defendida a capa y espada por el senador James Oliver Eastland; los asesinatos
de Martin Luther King y Robert Kennedy; el góspel, el rhythm and blues, Los
Beatles y los Rolling Stones. Y destellos de felicidad junto con su esposa
Priscilla y su pequeña hija Lisa Marie.
Como corresponde a una biopic musical (y a una
película de Luhrmann), la banda de sonido es otra protagonista principal del
film. Y, en ese sentido, Elvis aborda (y aggiorna) respetuosamente el legado
del Rey. Cuando las secuencias muestran a Elvis en acción arriba de cualquier
escenario, las canciones se ciñen al imaginario ya conocido y consolidado. Pero
cuando visten las escenas de la vida cotidiana en Memphis, Graceland y Las
Vegas, se permiten romper el canon y abrirse a fusiones y remixes
con ritmos urbanos contemporáneos, detalle que suma a la hora de facetar las
cualidades de un repertorio capaz de mantener intacto su clasicismo mientras
revalida su vigencia. La vigencia de una historia de amores y desgarros, de
triunfos y tragedias, del mito que sigue siendo y del hombre que, tal vez, pudo
haber sido. No tiene escenas post-créditos, pero la película termina al final,
no antes.
Párrafo aparte para el mundo comiquero. La biopic de
Luhrmann le dedica mucha atención (y peso específico dentro de la trama) a la
fascinación de Elvis Aaron Presley por los cómics del Capitán Marvel Jr. a
cargo del maestro (de pie, por favor) Mac Raboy. ¿O de dónde creen que salieron
la capita corta y el símbolo del rayo que Elvis usaba como parte de su atuendo?
Las menciones metafóricas a la Roca de la Eternidad están a lo largo del
metraje, que incluso incluye un corto segmento cartoon del Capitán Marvel Jr.
con los dibujos de Kelly Baigent (animadora que trabajó en La vida secreta de
las mascotas, Titan A.E. y Anastasia, entre otros films). Lo que no entiendo (o
sí) es por qué, siendo una película de Warner (dueña de DC Comics, los propietarios
del Capitán Marvel Jr.), cuando el audio original en inglés habla del Captain
Marvel Jr., el subtitulado en castellano lo traduce como Shazam. ¿Habrán
pensado que le hacían propaganda a la competencia?
Fernando Ariel García
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