Captain America Nº 173-176. Guionista:
Steve Englehart. Dibujante: Sal Buscema. Entintador: Vince Colletta. Letristas:
Artie Simek, Charlotte Jetter. Coloristas: George Roussos, Petra Scotese (como
Petra Goldberg), Linda Lessmann. Portadistas: Gil Kane y Frank Giacoia, Sal
Buscema, John Romita. Editor: Roy Thomas. Marvel Comics. EE.UU., mayo a agosto de
1974 (fecha de portada, puestos a la venta entre febrero y mayo de 1974).
Complejo de edificios Watergate, sede del
Comité Nacional del Partido Demócrata de los Estados Unidos. Apenas pasada la
medianoche, el guardia que estaba recorriendo las instalaciones descubrió que
las cerraduras de algunas habitaciones estaban bloqueadas por cintas. De
inmediato, hizo lo que le marcaba el protocolo y llamó a la policía. En ese
momento, un día como hoy de hace cincuenta años, empezaba el caso Watergate, que
terminaría costándole la presidencia de los EE.UU. a Richard Nixon dos años
después, en agosto de 1974.
La investigación periodística que le sucedió,
además de encumbrar a los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein; y al diario
The Washington Post; terminó demostrando que se trataba de un caso de espionaje
político comandado desde las más altas instancias del Poder Ejecutivo local,
una conspiración que también involucraba distintos abusos del poder
presidencial, la utilización partidaria del FBI, la CIA y el Servicio de
Impuestos Internos, entre otras actividades ilegales. Un combo incendiario que
la administración Nixon intentó encubrir a cualquier precio; y que de todas
formas terminaría estallándole entre las manos.
Mención directa al caso Watergate en la cuarta viñeta
En esos años, Marvel encarnaba la pata más
progresista que podía mostrar el cómic mainstream norteamericano. Criticaba
abiertamente la guerra de Vietnam, acompañaba las movilizaciones estudiantiles,
apoyaba la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana, ponía
la lupa sobre el consumo de drogas, mostraba cierto empoderamiento femenino,
empatizaba con las demandas que enarbolaban Bob Dylan y la revista Rolling
Stone, entre otros faros de la denominada “contracultura”.
En aquellas ligas jugaba el guionista Steve Englehart,
por ese entonces una de las voces jóvenes encargadas de relevar a Stan Lee y a
Roy Thomas en el armado del Universo Marvel. Y después de descoserla en
Avengers y Doctor Strange, había quedado a cargo del símbolo patrio más
importante de la editorial: El Capitán América. Lo suyo con el Capi tenía una
fuerte carga revisionista, definiendo al personaje como la encarnación de los
valores democráticos que deberían guiar el camino de la Nación, más allá de los
intereses coyunturales que marcaran el tablero. Su Capitán América era
profundamente político, por ello representaba y servía al pueblo
estadounidense, verdadero detentor del poder; y no a los Gobiernos coyunturales.
Bajo este postulado, Englehart inició una de
las sagas más definitorias de la serie, a lo largo de su vasta trayectoria. A
principios de 1974, cuando el Congreso de los EE.UU. aprobaba el inicio del
proceso de destitución presidencial de Nixon por el caso Watergate, enfrentó al
Capitán América (junto con el Halcón y los X-Men) contra el Imperio Secreto,
una organización criminal subterránea, dedicada a socavar el estado democrático
de los EE.UU. El Imperio Secreto tenía un amplio poder económico y militar,
pero su mayor triunfo había sido el de dominar a la población mediante la
manipulación de la verdad a través del uso (y abuso) de la propaganda.
El diálogo entre el cómic y la realidad se
vuelve frenético e imparable. El clímax de la pelea se lleva a cabo en plena Casa
Blanca, con el Imperio Secreto intentando dar un Golpe de Estado. Como debe
ser, al final el Capi y sus amigos salen victoriosos, exponiendo ante el mundo
la red de corrupción que ata al Imperio Secreto con los distintos estamentos de
la administración de Gobierno. Pero el verdadero desenlace es tan impensado como
demoledor. El líder del Imperio Secreto no es otro que el Presidente de los
EE.UU.; y toda la movida había sido su plan para hacerse del poder total, sin
las restricciones legales que le impone la Constitución. Vencido, el Presidente
de los EE.UU. se suicida delante del Capitán América. Y el héroe del pueblo,
avergonzado por las acciones del Gobierno, sintiéndose incapaz de vestir la
bandera de una mentira, abandona su rol superheroico.
Fuera del papel impreso, cuatro meses después,
Nixon renuncia a su cargo. El caso Watergate ya era Historia.
Fernando Ariel García
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