La vampira de Barcelona. Director: Lluís Danés.
Protagonistas: Roger Casamajor, Nora Navas, Bruna Cusí, Francesc Orella, Sergi
López, Mario Gas, Núria Prims, Pablo Derqui, Anna Alarcón, Alejandra Howard y Albert
Pla, entre otros. Guionistas: Lluís Arcarazo y María Jaén, basado en hechos
reales. Brutal Media / Filmax / Televisió de Catalunya / TV3. España, 2020.
Barcelona, 1912. La desaparición de una niña en
el barrio del Raval pone en vilo a la ciudad. Con el descontento social en
escalada, la policía logra resolver el caso en apenas dos semanas. Enriqueta
Martí Ripoll, mendiga de día y dama de la sociedad por las noches, es
encontrada culpable del secuestro. La investigación posterior saca a la luz una
historia tan escabrosa como terrorífica. Enriqueta era, en realidad, una
proxeneta de niños para hombres de la clase acomodada catalana. En su casa se
encontraron los restos de los chicos que había asesinado de manera brutal,
junto con potes de grasa humana, sangre coagulada, cabellos, esqueletos de
manos y huesos molidos. Materia prima con la que fabricaba una serie de cremas,
pociones, pomadas, ungüentos y mantecas que vendía al público. Las calles, con
una ayudita de la prensa sensacionalista, bautizó a la asesina con el escabroso mote de La vampira de Barcelona.
Esta es la historia oficial que el boca a boca
generacional reconvirtió en oscuro mito urbano de la Ciudad Condal. Hasta que,
hace unos años, algunas voces comenzaron a alzarse entre el ruido, señalando
que las cosas podrían no haber sido de la forma en que se contaron. Pusieron en
duda la investigación, la calidad de las pruebas y el verdadero rol que jugó Enriqueta
en el secuestro y las desapariciones. Echaron luz sobre los poderosos intereses
en juego; y al animarse a postular conclusiones divergentes, terminaron
haciéndose otras preguntas.
La vampira de Barcelona, el film de Lluís
Danés, se inscribe dentro de este movimiento revisionista. Y lo hace con una
potencia estética pocas veces vista. Apelando a un barroco blanco y negro que,
en escasas ocasiones, muta al color que mejor exprese la carga dramática de los
acontecimientos. Y una imaginería visual brillante, que conjuga
equilibradamente las características identitarias de una puesta en escena principalmente
teatral, pero que sabe capitalizar sus acertadas modulaciones derivadas del
cine animado y las sombras chinescas. Un combo explosivo que potencia la carga
atmosférica de la trama, los entornos y las siluetas góticas de burdeles y silencios.
Pero más allá de estos méritos formales, la
película aprovecha la hibridación de géneros para construir un perfil que
incluye y supere al de la asesina serial. Con la figura del periodista Sebastià
Comas (un Roger Casamajor de lujo) estancado entre los ecos con que el caso reverbera
en su historia personal, La vampira de Barcelona abre el juego tanto al terror
como al policial negro, pasando por el thriller psicológico, el costumbrismo y la denuncia social. Porque
en realidad lo que Danés monta ante nuestros ojos es el fresco de una moral
degradada y degradante, anclada en la marginación, el analfabetismo, la explotación,
la violencia contra las mujeres y los abusos infantiles. Vicios privados de una
élite que enmascaraba su sordidez tras la fachada burguesa de la modernidad.
Delitos públicos que se continúan cometiendo (y cubriendo) con la misma
impunidad que hace un siglo. Privilegios de una casta de vampiros que no vive
sólo en Barcelona.
Fernando Ariel García
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