lunes, 3 de mayo de 2021

GODZILLA VS. KONG: ¿QUIÉN LA TIENE MÁS GRANDE?

Godzilla vs. Kong. Director: Adam Wingard. Protagonistas: Alexander Skarsgård, Millie Bobby Brown, Rebecca Hall, Brian Tyree Henry, Shun Oguri, Eiza González, Julian Dennison, Kyle Chandler, Demián Bichir y Kaylee Hottle, entre otros. Guionistas: Erik Pearson y Max Borenstein, sobre una historia original de Terry Rossio, Michael Dougherty y Zach Shields, basado en personajes y situaciones creados por Ishirô Honda, Edgar Wallace y Merian C. Cooper para las películas King Kong (1933), Godzilla (1954) y King Kong contra Godzilla (1962). Legendary Entertainment / Warner Bros. EE.UU. / Australia, 2021. Estreno en la Argentina: 25 de marzo de 2021.


Por primera vez, en muchísimo tiempo, sentí miedo (pero miedo de verdad) al ver una película. El inicio de Godzilla vs. Kong, con el mono tremendo rascándose el culo como si fuera Truman Burbank al levantarse de la cama, me hizo temblar. Pensé que todo podía llegar a ser peor que Godzilla, Kong y Godzilla 2 juntos. Y poco después, el mismo metraje me lo confirmó. Entiendo que Kong hablando por lenguaje de señas pueda llegar a ser un gran ejemplo de políticas inclusivas aplicadas al séptimo arte, pero puesto tal cómo está en el film, resulta completamente ridículo.


En el barrio, diríamos que Godzilla vs. Kong es una boludez atómica, si semejante calificativo estuviera aprobado por la crítica académica. Inconsistente, previsible, aburrida, insostenible. Carente de interés, incapaz de progresar dramáticamente hacia algo mínimamente coherente, creíble y querible. Si no estuviera hecha en serio, parecería una de esas sátiras estúpidas que, cada año, nos llegan desde Hollywood.


Arranca con dos líneas argumentales que, obviamente, van a colisionar más temprano que tarde. Una sigue a los personajes humanos; y resulta totalmente intragable. Pareciera estar rodada para los espectadores más chicos, aquellos que siguen a Millie Bobby Brown a donde vaya, como si eso fuera garantía de algo. En este caso, sólo es garantía de superficialidad, tiempos narrativos estériles y una búsqueda cómica que termina siendo patética.


Pero (siempre hay un pero), entre escena innecesaria y escena descartable pasa lo que todos queremos que pase. Las peleas entre los dos titanes, Godzilla y Kong, resueltas de manera exquisita y a todo trapo, bajo agua y en tierra, yendo al hueso a la hora de plantear el verdadero quid de la cuestión: Dos machos alfa monstruosos, pasados de rosca, al completo palo, intentando resolver a trompada limpia quién la tiene más grande. Y hay tiempo para las icónicas instantáneas de Godzilla pisoteando ciudades, de Kong rompiendo cadenas y trepado a lo alto de un rascacielos. Demasiada pelea para tan poca película. Y encima, se gastan la bala de plata de Mechagodzilla al divino botón.
Fernando Ariel García