Kong: La Isla Calavera. Director: Jordan
Vogt-Roberts. Protagonistas: Tom Hiddleston, Samuel L. Jackson, John Goodman, Brie
Larson, Jing Tian, Toby Kebbell, John Ortiz, Corey Hawkins, Jason Mitchell, Shea
Whigham, Thomas Mann y John C. Reilly, entre otros. Guionistas: Dan Gilroy, Max
Borenstein y Derek Connolly, sobre una historia original de John Gatins basada
en personajes y situaciones creados por Edgar Wallace y Merian C. Cooper para
la película King Kong (1933). Legendary Pictures / Tencent Pictures. EE.UU., 2017.
Estreno en la Argentina: 9 de marzo de 2017.
Entiendo que no hayan querido hacer otra remake
de la clásica King Kong. Ya la había hecho Peter Jackson en 2005 y, a pesar de
toda la parafernalia y el indiscutido amor por la criatura que destilaba el
film, la moderna reinvención seguía sin tocarle los talones al viejo metraje de
1933, inmortalizado por la magia que supo insuflarle Willis O’Brien, pionero de
los efectos especiales. Entiendo también que hayan querido despegarse de la trágica
historia de amor que yace en el material original, resignando la explosiva tensión
sexual que late en la herida de esa consumación imposible. Lo que no entiendo
es por qué decidieron jibarizar la icónica y monumental estatura de Kong,
reduciéndolo a un héroe de acción capaz de competir con Bruce Willis a ver
quién es más duro de matar.
Porque el Kong de esta Kong: La Isla Calavera
(Kong: Skull Island) no pasa de eso: Un paladín incomprendido, resabio de una
época de Titanes que se niegan a desaparecer y, por lo que parece, están a
punto de recuperar su antiguo liderazgo mientras garantizan el balance
necesario para que la Tierra no desaparezca a causa del accionar del Hombre. Mientras
tanto, munido de su destino pre-histórico, este simio guardián del equilibrio
perdido avanzará a trompazo limpio contra todo monstruo y contra todo ser
humano que pretenda doblegar su figura y su reinado.
Ambientada principalmente en 1973, sobre el fin
de la guerra de Vietnam y la debacle de la administración Nixon, la película
desdibuja su identidad (y la de Kong) al intentar generarse (y generarle) una nueva,
diametralmente opuesta a la anterior. En la mescolanza se ven las hilachas de
Moby Dick y Apocalypse Now!, de Jurassic Park y Pelotón. Marcas de agua que no
llegan a permear la superficie sonora y visual, por lo cual quedan
reconvertidas en muecas estériles de las cargas filosóficas, políticas y éticas
que uno puede encontrar en esas obras si se anima a rascar la cáscara y
asomarse al abismo de la existencia. La prueba más cabal está en las
morisquetas caricaturescas que da Samuel L. Jackson, intentando vestir la piel
de un militarizado capitán Ahab en busca de su venganza monomaníaca.
Lo único que la película hace bien (en mi
opinión) es sentar las bases para la construcción del Universo de Monstruos que
desea patentar Legendary Pictures, en obvia comparación con el Universo
Cinematográfico de Marvel. Una idea cohesionada alrededor de la organización
secreta Monarch, aparecida en la Godzilla de 2014 y encargada de tender los
puentes argumentales entre el kaiju japonés y los monstruos occidentales, brindando
sustento teórico al combate de fondo que anticipa la escena post-créditos: Godzilla
versus Kong. El resto es ruido.
Fernando Ariel García
El problema de evitar el romance imposible, que Kong se obsesione por una mujer, que ese ha sido el tema central de la historia. Por lo que lo único efectivo ha sido contarla una y otra vez. Toda variación, todo intento de secuela es poco interesante.
ResponderEliminarYo sospechaba de esta película. Lo que me confirma esta reseña.
Saludos.