Watchmen. Directores: Nicole Kassell, Stephen Williams. Protagonistas: Regina King (Angela Abar / Sister Night), Don Johnson (Judd Crawford), Tim Blake Nelson (Wade Tillman / Looking Glass), Yahya Abdul-Mateen II (Calvin Abar), Andrew Howard (Red Scare), Jacob Ming-Trent (Panda), Louis Gossett Jr. (Will Reeves), Jeremy Irons (Adrian Veidt / Ozymandias), Jean Smart (Laurie Blake / Silk Spectre II) y James Wolk (senador Joe Keene Jr.), entre otros. Participación especial de Cheyenne Jackson (Hooded Justice). Idea y desarrollo televisivo: Damon Lindelof, en base al homónimo cómic de Alan Moore (autoexcluido de los créditos) y Dave Gibbons. Guionistas: Damon Lindelof, Nick Cuse, Lila Byock. Productor ejecutivo: Damon Lindelof, entre otros. Productor creativo: Dave Gibbons. White Rabbit / Paramount Television / DC Entertainment / Warner Bros. Television. EE.UU., 2019. Estreno en la Argentina: 20 de octubre de 2019. Emisión semanal, los domingos a las 23 hs, por HBO.
A priori, tenía cero expectativas. Nada de fe, poco interés y bastante desgano hacia Watchmen, la serie de TV que emite HBO. Soy de aquellos a los que no les gustó la película de Zack Snyder, de los que creen que el mayor mérito del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons es, justamente, montar su compleja maquinaria de sentidos y lecturas con el lenguaje intransferible del noveno arte. Para mí, Watchmen funciona como funciona (y con el paso de los años, funciona cada vez mejor) por ser un cómic, no por parecerlo o intentar re-presentarlo.
Dicho esto, la verdad es que la serie de HBO me gusta. Mucho. Por lo menos, lo que pude ver (tres capítulos del total de los nueve pautados para la primera temporada) me tiene intrigado e interesado. Tal vez (seguramente) porque Damon Lindelof tomó la sabia decisión de desprenderse del arco narrativo original, para desplegar su propia visión de ese universo alternativo, manteniendo referencias, enfoques y simbología inevitables, pero avanzando sobre los alcances y las posibilidades que el cómic infería ante quien se animara a desarrollarlas.
Estamos en Tulsa, Oklahoma, en 2019. Robert Redford es el nuevo presidente de los EE.UU.; y la paranoia nuclear de la Guerra Fría ha quedado en el pasado. Pero la paranoia actual tiene otros ecos, mucho más contemporáneos y vigentes. El supremacismo blanco (denominación políticamente correcta del racismo) se esconde bajo las máscaras Rorschach que visten los miembros de la Séptima Caballería, asesinos en masa de los policías negros que, para proteger sus vidas y las de sus familiares, ahora también ocultan sus rostros bajo máscaras amarillas.
Además, un nuevo grupo de superhéroes enmascarados imparte Justicia estando fuera (y dentro) de la Ley. Y parte del viejo grupo de superhéroes, sin máscara alguna que les brinde anonimato, trabajan para el FBI cazando nuevos superhéroes, están presos o autoexiliados, o conspiran para vaya uno a saber qué o quién. Y hay un senador que quiere llegar a ser presidente. Y una mención a la Argentina que, en ese contexto ideológico, reafirma una parte de nuestra historia.
Hasta ahora, la serie plantea más preguntas que respuestas, más dudas que certezas, más suposiciones que definiciones. Las puertas que han sido abiertas nos conducen a otras puertas que esperan ser abiertas; y a nuevas (e inesperadas) derivaciones. Desviaciones del camino que, uno intuye, confluirán en un cierre cuasi-apocalíptico, donde la ficción política volverá a funcionar como metáfora de los tiempos que corren fuera de este universo paralelo.
Más allá de lo que deparen los resultados finales, Lindelof triunfa ampliamente en su propuesta, reinterpretando el canon con reverencia y arrojo, manteniéndose lejos de la traición y animándose a meter los cambios que considere necesarios. Deconstruyendo el género superheroico desde una atrevida deconstrucción del cómic de Moore y Gibbons. Aferrándose a la única interpelación que sigue dando entidad a la saga: ¿Quién vigila a los vigilantes?
Fernando Ariel García
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