Lucy en el infierno. Director: Ernesto Aguilar. Protagonistas: Romina Richi, Emiliano Díaz, Néstor Villa y David Bohórquez. Guión: Ernesto Aguilar. Música: Ernesto Aguilar. MarGen Cine. Argentina, 2017. Estreno en la Argentina: 15 de marzo de 2018.
De un lado está lo bizarro, del otro lo pavote. De un lado está el gore, del otro la chapucería. De un lado el pop, del otro el pastiche. De un lado el kitsch, del otro el colorinche. De un lado lo inverosímil, del otro la idiotez. De un lado la recreación referencial, del otro el choreo. De un lado el cine B, del otro el cine berreta. Para decirlo rápido, de un lado está La piel que habito, de Pedro Almodóvar; y del otro Lucy en el infierno, de Ernesto Aguilar.
Se me hace muy duro escribirlo, en serio. Pero o yo entendí todo mal, o Aguilar lo hizo todo mal. La película rompe enfáticamente aquellas barreras que separan lo uno de lo otro, desbarrancando desde el minuto cero. Y no para de caer en ningún momento. Los actores hacen lo que pueden (y más), pero arar en el mar sigue siendo inútil. No hay nada que merezca ser salvado, que pueda rescatarse de semejante compendio de situaciones estúpidas, acciones inconducentes, diálogos huecos, enfoques forzados que apenas alcanzan a reproducir la epidermis del feísmo como corriente estética.
En la premisa de semejante disparate se encuentra una causa tan justa como urgente, una deuda humana que todavía se sigue pagando con sangre, un tema de este instante que merece el tratamiento de la ficción, porque sabemos que la ficción siempre abre nuevas puertas, hace mejores preguntas, instala necesarios debates. Y esa causa es la violencia de género. Lo peor de todo es que, mientras busca echar luz y sentar una toma de posición progresista, Lucy en el infierno termina por reproducir los mismos paradigmas que, uno supone, está buscando combatir y modificar.
Un verdadero descenso al infierno. Pero no para Lucy, sino para el espectador.
Fernando Ariel García
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