Tarzán. La evolución de la leyenda. Director: Reinhard Klooss. Protagonistas (versión original): Kellan Lutz (Tarzán), Spencer Locke (Jane Porter) y Trevor St. John (William Clayton), entre otros. Guionistas: Reinhard Klooss y Jessica Postigo, basado en la novela Tarzan of the Apes de Edgar Rice Burroughs. Constantin Film Produktion / Ambient Entertainment. EE.UU. /Alemania / Francia, 2013.
Siendo uno de los personajes literarios más longevos y reinterpretados de la cultura global, es lógico (y necesario) que cada generación tenga su Tarzán distintivo, propio e intransferible. Ahí están para probarlo el de Johnny Weissmüller, Ron Ely, Christopher Lambert y hasta la versión Disney (en el terreno audiovisual), o los hombres mono de Hal Foster, Burne Hogarth, Russ Manning y Joe Kubert (en el terreno de los cómics). Lamentablemente, viendo los resultados obtenidos por este Tarzán. La evolución de la leyenda (Tarzan o Tarzan 3D, 2013), ningún lugar de privilegio habrá de corresponderle en la memoria colectiva. Mal que le pese a los capitales estadounidenses, alemanes y franceses que solventaron la limitadísima (y algo precaria) animación con más dudas que certezas.
Dejemos de lado los cambios impuestos a la novela original de Edgar Rice Burroughs, que seguramente enervarán a los más fanáticos; y convengamos que la premisa argumental primaria de aquel relato publicado en 1912 alcanza (y sobra) para sostener cualquier aventura ágil y atractiva para toda la familia. Acordemos también que los tiempos que corren podrían llegar a necesitar de aggiornamientos varios para sostener la credibilidad de una historia tan fantástica como excesiva. Y obviemos entonces los juicios a esos enganches con meteoritos extraterrestres, el fin de los dinosaurios y una pretendida postura ecológica de cara a la problemática actual que plantean las fuentes de energía no renovables.
El mayor problema de la película no es el tenor de las variaciones efectuadas, nos parezcan justificables o injustificables; el único pecado imperdonable que comete el director alemán Reinhard Klooss es dejar caer a Tarzán en la medianía total, en la intrascendencia icónica, en el aburrimiento narrativo. De una pobreza visual que no puede tomarse como ascetismo franciscano, la trama se resuelve con una seguidilla de lugares comunes, personajes estereotipados, grandilocuencia hueca, humor tonto y un amor platónico que pretende simular el romanticismo pueril del Hollywood más añoso.
Lejos, muy lejos de la altura mítica y el respeto que el nombre de Tarzán todavía merece, este pobre Hombre Mono anda perdido en la selva, en bolas y a los gritos, como gorila en la niebla.
Fernando Ariel García
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