Dentro de la profusa historia
de las historietas de superhéroes hechas en la Argentina hay (y hubo) de todo,
pero principalmente supieron convivir dos modelos: Por un lado, los superhéroes
argentinos, y por otro, los superhéroes yankis hechos en la Argentina. Y en
este segundo rubro no me estoy refiriendo específicamente a las aventuras de
ningún superhombre norteamericano realizada (con o sin permiso) en nuestras
costas, sino a la reproducción del ideario cultural de cuño paternalista,
individualista y conservador, promovido desde las usinas intelectuales del
norte.
Cazador (Lucas)
Ni Oesterheld ni Alberto
Breccia, por nombrar a dos popes del noveno arte local que abordaron el género
de los superhéroes en distintos momentos de sus carreras, pudieron resolver la
difícil ecuación de perfilar un paladín en pantymedias capaz de proyectar
valores y costumbres argentinas ante los ojos del lector promedio. Cuando yo
era pibe, durante el auge de las revistas mexicanas de Novaro y la explosión
televisiva del Batman de Adam West, la única historieta que supo traducir los
cánones del género, adaptando (que no adoptando) los parámetros temáticos hasta
lograr la credibilidad (que no el realismo) de sus tramas, fue el Sónoman de
Oswal, leído semanal y religiosamente en el Anteojito.
Pero los tiempos actuales ya no
son los mismos. Desde los ’90, para bien y para mal, todas las escalas locales
se han visto globalizadas; y los paradigmas extranjeros han influido y
modificado nuestra capacidad de percibir los fenómenos culturales y los
mensajes que bombardean. Claro que una cosa es andar por la vida repitiendo
como si fueran propios esos nuevos imaginarios hibridados de manera direccionada
e inequitativa; y otra muy distinta es la apropiación de ciertos valores
dominantes para reelaborarlos intelectualmente desde el terruño que a cada uno
le toque habitar. La identidad de la mirada, todavía, sigue marcando la
diferencia entre los superhéroes argentinos y los superhéroes yankis hechos en
la Argentina.
Por suerte, los cinco exponentes
elegidos para esta Antología de Héroes
Argentinos Vol. 1 se inscriben en el primer grupo, abriendo los pliegues del
tiempo y del espacio desde una perspectiva (y con una sensibilidad)
reconociblemente nuestra, sin importar que el argumento nos lleve de las
míticas planicies irlandesas a las reverberancias intangibles de la naturaleza
lovecraftiana del miedo, divida los conceptos genéricos en sus planos
simbólicos y metaficcionales, o explore el lado oscuro de la heroicidad desde
el fuelle entre lo dicho y lo sugerido, entre lo visto y lo oculto, entre el
texto y la imagen.
Curiosamente (o no tanto, si
uno lo piensa detenidamente), en todas las historietas del libro, Lucas
(Cazador, ver http://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2010/02/resignificacion-es-la-palabra.html), Pablete García, Francisco Cascallares y Jok (Camulus, ver http://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2013/05/a-imagen-y-semejanza.html), Luciano
Saracino y Omar Hechtenkopf (King Cop), Fernando Calvi (Bruno Helmet, de lejos
lo mejor); y Guillermo Grillo y Edu Molina (Carlitos, ver http://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2013/04/balada-del-heroe-posible.html), eligen trabajar el
monólogo introspectivo de tono existencial, melancólico y algo trágico, más
cercano a la victoria pírrica que al éxito, revelando en la dignidad estoica
una puerta hacia proyectos mucho más ambiciosos.
Y, tal vez, de eso se trate la
argentinidad.
Fernando Ariel García
Antología de Héroes Argentinos Vol. 1. Guiones: Jorge Lucas, Pablete García y Francisco Cascallares, Luciano Saracino, Fernando Calvi, Guillermo Grillo. Dibujos: Jorge Lucas, Jok, Omar Hechtenkopf, Fernando Calvi, Edu Molina. Portadas: Jorge Lucas, Sebastián Colombo. Coordinación: Adrián Paglini. 64 páginas en blanco y negro. Universo Retro Press. ISBN: 978-987-27609-1-5. Argentina, julio de 2012.
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