Amanda. Director: Mikhaël Hers. Protagonistas: Vincent Lacoste, Isaure Multrier, Stacy Martin, Ophélia Kolb, Marianne Basler, Jonathan Cohen y Greta Scacchi, entre otros. Guión: Mikhaël Hers y Maud Ameline. Nord-Ouest Films / Arte France Cinéma. Francia, 2018. Estreno en la Argentina: 31 de octubre de 2019 (exhibida con anterioridad dentro del 2º Tour de Cine Francés en Buenos Aires, durante octubre de 2019).
La nueva (gran) película de Mikhaël Hers no es una sola película, sino dos. O más bien, sí es una sola película. Honestamente partida al medio por la fragilidad del destino. Incapacitada de continuar transitando el camino que pretendía recorrer. Obligada por las circunstancias a readaptarse a las nuevas condiciones que, por desgracia, le vienen brutal y definitivamente impuestas. Como la vida misma de aquellos miles de personas que han sido atravesadas por una adversidad semejante.
David es un parisino veinteañero que se gana la vida administrando la llegada y la partida de turistas a un edificio de departamentos en la ciudad luz, mientras trabaja part-time para la comuna. Va a enamorarse de Lena, una vecina recién mudada. Y cultiva una profunda, sentida y cálida relación con su hermana Sandrine, madre soltera de la pequeña Amanda (im-pre-sio-nan-te actuación de Isaure Multrier), una niña de siete años que encuentra en David la figura paterna que necesita para crecer.
Todo discurre por los plácidos carriles de la comedia familiar de enredos, influida por el romanticismo típico del género adolescente, lleno de idas y vueltas que definen el carácter de los personajes mientras los acerca y los aleja como excusa para definir la unión indisoluble que se perfila. Hasta que esa cotidianeidad deja de existir, violenta e instantáneamente; y David y Amanda deberán entablar un nuevo pacto de convivencia, capaz de transformar ese final en una suerte de nuevo principio.
Aquí es donde el drama engrandece al film, que renuncia al exceso melodramático, al golpe bajo, al subrayado grueso que busca la lágrima rápida. En su lugar, apela a una austera sensibilidad que le permite plantear, sutil y profundamente, los miedos concretos que aparecen tras una devastación emotiva de esta naturaleza. Dado el verosímil propuesto, hay un abordaje auténtico del terror, de los traumas, de la incomprensión que acompaña la negación, incluso de la justificación del odio hacia aquello que (sentimos) produjo el daño. De la necesidad de reforzar los lazos para seguir adelante sin olvidar ni desconocer lo que pasó. Y, por supuesto, del amor incondicional. Piedra basal del edificio que David y Amanda deberán apuntalar si quieren mantenerse erguidos, a pesar de las rajaduras que seguirán estando ahí por siempre.
Fernando Ariel García
David es un parisino veinteañero que se gana la vida administrando la llegada y la partida de turistas a un edificio de departamentos en la ciudad luz, mientras trabaja part-time para la comuna. Va a enamorarse de Lena, una vecina recién mudada. Y cultiva una profunda, sentida y cálida relación con su hermana Sandrine, madre soltera de la pequeña Amanda (im-pre-sio-nan-te actuación de Isaure Multrier), una niña de siete años que encuentra en David la figura paterna que necesita para crecer.
Todo discurre por los plácidos carriles de la comedia familiar de enredos, influida por el romanticismo típico del género adolescente, lleno de idas y vueltas que definen el carácter de los personajes mientras los acerca y los aleja como excusa para definir la unión indisoluble que se perfila. Hasta que esa cotidianeidad deja de existir, violenta e instantáneamente; y David y Amanda deberán entablar un nuevo pacto de convivencia, capaz de transformar ese final en una suerte de nuevo principio.
Aquí es donde el drama engrandece al film, que renuncia al exceso melodramático, al golpe bajo, al subrayado grueso que busca la lágrima rápida. En su lugar, apela a una austera sensibilidad que le permite plantear, sutil y profundamente, los miedos concretos que aparecen tras una devastación emotiva de esta naturaleza. Dado el verosímil propuesto, hay un abordaje auténtico del terror, de los traumas, de la incomprensión que acompaña la negación, incluso de la justificación del odio hacia aquello que (sentimos) produjo el daño. De la necesidad de reforzar los lazos para seguir adelante sin olvidar ni desconocer lo que pasó. Y, por supuesto, del amor incondicional. Piedra basal del edificio que David y Amanda deberán apuntalar si quieren mantenerse erguidos, a pesar de las rajaduras que seguirán estando ahí por siempre.
Fernando Ariel García
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