Había una vez… en Hollywood. Director: Quentin Tarantino. Protagonistas: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie (Sharon Tate), Emile Hirsch (Jay Sebring), Margaret Qualley, Timothy Olyphant (James Stacy), Julia Butters, Austin Butler (Charles "Tex" Watson), Dakota Fanning (Lynette "Squeaky" Fromme), Mike Moh (Bruce Lee), Luke Perry (Wayne Maunder), Damian Lewis (Steve McQueen), Al Pacino (Marvin Schwarz), Brenda Vaccaro (Mary Alice Schwarz), Nicholas Hammond (Sam Wanamaker), Rafał Zawierucha (Roman Polanski), Damon Herriman (Charles Manson) y Kurt Russell, entre otros. Voces en off de Quentin Tarantino, Kurt Russell y Tim Roth. Guión: Quentin Tarantino. Columbia Pictures / Bona Film Group / Heyday Films / Visiona Romantica. EE.UU. / Reino Unido, 2019. Estreno en la Argentina: 22 de agosto de 2019.
Tal como su nombre lo indica claramente, Había una vez… en Hollywood (Once Upon a Time in… Hollywood) es un cuento de hadas. Risueño y oscuro, burlón y brutal, ácido y desmesurado. El cuento de hadas que uno espera de un tipo como Quentin Tarantino, capaz de fusionar memorias y mitos, verdades y mentiras, fe y culto, historia y ficción para pintar este imponente fresco de la industria audiovisual norteamericana durante los años ’60, marcada por Vietnam y el movimiento hippie. Justo en ese instante fugaz, determinante y definitivo en que le tocó perder la máscara de inocencia que tanto trabajo le había costado levantar.
Estamos en Los Angeles en 1969, lugar real y tiempo real en que el Clan Manson pasa a copar los titulares periodísticos del mundo tras masacrar a Sharon Tate (esposa de Roman Polansky, embarazada de ocho meses y medio) y un grupo de amigos que estaban en su casa. Y si bien la película termina con su versión del hecho, el cuerpo principal de la obra arranca unos meses antes, siguiendo el derrotero artístico de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), exitoso actor de westerns televisivos al borde de despeñar su carrera; y su doble de riesgo / amigo / tutor y encargado Cliff Booth (Brad Pitt), habitantes casi exclusivos de la casona ubicada justo al lado de la mansión que ocupan Polansky y Sharon Tate (fulgurante Margot Robbie, más allá y más acá de la cantidad de líneas que le tocaron en suerte).
Como un maestro zen que inocula y administra el morbo que provoca el brutal asesinato que todo el público tiene en la cabeza, Tarantino arma, desarma y combina su mirada nostálgica y fanatizada de la industria (Batman, El Avispón Verde, Mannix, El FBI en acción, Tarzán, El agente de C.I.P.O.L., los spaghetti westerns, las envalentonadas películas yanquis de guerra) con su desencanto hacia el manoseo inhumano y deshumanizado con que el sistema tritura a sus estrellas perecederas e imperecederas (atentos al diálogo, corto y sin desperdicio, entre DiCaprio y Pacino). Para finalizar, como corresponde, con un baño de sangre que revela la verdad tras las historias basadas en hechos reales que nos vende Hollywood.
Por supuesto, antes y después del estallido de violencia que ya es marca registrada, el director juega con los recuerdos (los suyos y los nuestros) para re-inventar nuevos-viejos episodios de series televisivas (Lancer) y largometrajes fílmicos de la época dorada del cine de género. Como si nos invitara a una función quintaesencial de los Sábados de Super Acción. Y uno aprehende, emocionalmente, la belleza subjetiva de esa brutal colonización cultural que, al mismo tiempo, nos enseñó a romper las cadenas.
Si no es la mejor de Tarantino, le pega en el palo.
Fernando Ariel García
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