(Información de prensa) Una película sobre los deseos y las oportunidades. El Señor de los Dinosaurios (Argentina, 2017) se estrena comercialmente el 21 de junio. El documental, escrito y dirigido por Luciano Zito, participó de diversos festivales internacionales (España, México) y formó parte del programa Cine de Cárceles del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA).
En las afueras del pueblo pampeano de Eduardo Castex, junto a la ruta provincial 102, existe un parque temático donde cerca de 30 obras de cemento y hierro representan distintos aspectos de la vida prehistórica de los dinosaurios. Impactan por su tamaño a escala real que contrasta con la pequeñez del pueblo y los solitarios campos que componen el paisaje, como si el parque no encajara en este lugar.
Pero en esa pequeña comunidad, también hay otras cosas que parecen no encajar. Una de ellas es la propia vida de Jorge “Cacho” Fortunsky, autor de las esculturas y quien además de poseer una talento innato para dibujar, tallar y esculpir, tiene un pasado marcado por la delincuencia que intenta dejar atrás para siempre.
"Siempre pienso que el cine documental debe ser un medio para acercarnos al mundo que nos resulta ajeno -sostiene Zito- y para ayudarnos a asimilar positivamente las diferencias. En este sentido, creo que el mundo delictivo generalmente es mirado desde una óptica superficial, amarillista, y porque no, racista. Hay una intención desde gran parte de los medios masivos de estigmatizar al pobre que roba, quizás poniendo el foco sobre como robó y que robó, y no tanto en las razones del porqué. Estamos poco acostumbrados a profundizar sobre las causas que empujan a las personas a cometer los delitos. Es que obviamente ese es un tema mucho más complejo. Al contrario de 'muerto el perro, se acabó la rabia', cuando uno piensa en todo lo que rodea a una persona que comete un delito, las variables pueden ser muchísimas".
Para el director, "la historia de vida de Cacho nos acerca a otra realidad, donde el vínculo con el delito aparece en primer lugar como una forma de protesta, de enojo, hacia un sistema que no le ofrece nada. De alguna manera -como lo define hoy él mismo-, quería dar un mensaje. Desde chico había ayudado en su casa trabajando en diversos oficios, pero en un momento no le cerró más la idea de con el esfuerzo alcanza”.
En palabras de Zito, Fortunsky "tiene bien identificado el momento que le generó el deseo de robar: Cacho trabajaba en un taller mecánico, siempre engrasado y con la plata justa, y ve pasar a un joven todo 'prolijo y bien vestido'. Lo miraba caminar como en cámara lenta y alguien le dijo: -'ese, chorea'. Recuerda que eso le produjo una conmoción, una revelación. Robar parecía una posibilidad para estar limpio, bien vestido, radiante. Así empezó a hacer pequeños hurtos y esconder su incipiente botín. Ni siquiera revendía lo robado, solo lo acumulaba sin saber muy bien para qué".
No hay comentarios:
Publicar un comentario