Algo Fayó. Director: Santiago García Isler. Testimonios: Pablo Fayó, Mora Fayó, Juan Sasturain, Esteban Podeti, Lucas Nine, Diego Parés, Agustín Comotto, Javier Doeyo y Andrés Accorsi, entre otros. Guión: Santiago García Isler, Esteban Podeti, Horacio López, César Custodio, Julia Straface. Animaciones: Pablo García Verdeja. Realización de títulos, intertítulos y viñetas: Lucas Nine. Michanie Film. Argentina, 2017. Estreno en la Argentina: 14 de diciembre de 2017.
Caótico. Bohemio. Obsesivo. Generoso. Disperso. Noble. Atorrante. Fanático. Profesional (aunque se resista a mostrarse como tal). Pasivo. Gran escapista. Hábil escondedor de sus emociones. Dueño de una mística orillera. Siempre de pie, aunque algo golpeado. Si la identidad que construye el documental coincide con la propia naturaleza que muestra el documentado, es porque Santiago García Isler no sólo conoce bien a su amigo Pablo Fayó, sino que también sabe cómo contarlo. Dicho más fácil, nada falla en Algo Fayó.
Artista que eligió crecer en los márgenes del epicentro, Pablo Fayó irrumpió como historietista en las páginas de la mítica Fierro ochentosa. De esa camada influida por la tradición argentina y las mexicanas de Novaro, el underground yanqui, la línea chunga española y el manga primerizo, Fayó no parecía ser el mejor de todos. Simplemente lo era. El aire fresco que aportaron sus páginas todavía sigue soplando, aunque él haya decidido cambiar de vocación.
Lo suyo, ahora, es el tango marginal, cantado en bares y fondas cuando la noche sale a hacernos compañía. Voz ronca y cascada, interpretación sincera y sin aspavientos. Cosas de la vida que uno va entendiendo con el correr de los años, la acumulación de fracasos y un alguito de pena que todavía no ha sido lo suficientemente velada. Son los tangos primerizos, los que hicieron de las cuestiones sociales pequeñas acuarelas amorosas, con algo de bronca y rencor acumulados. Una paleta que Fayó entona mientras se acompaña con la guitarra (o con una orquesta amiga), embebido de esa mística gardeliana que no es otra cosa que una filosofía de vida.
En Algo Fayó, las historietas y el rasgueo arrabalero son la excusa para hablar de otra cosa. Dilucidar el por qué se puede abandonarlo (casi) todo como elección, por ejemplo. Cuál es la lógica de andar (aparentemente) a la deriva. Por qué alejarse voluntariamente del ejercicio del talento que uno porta desde la cuna, para (re)construirse desde otras coordenadas. Preguntas que el documental no se hace, dejándole esa tarea al espectador. Principalmente, porque elige exponer los costos pagados sin abrir juicios de ningún tipo.
Más que nadadores, Fayó y Algo Fayó parecen ser expertos flotadores. Aquellos que capitalizan el movimiento que hace la corriente para no ahogarse. Puede ser cantando con el lápiz, dibujando con la guitarra o registrando la cotidianeidad de un año con un par de cámaras. Como sea, el verdadero motor de su arte pareciera ser el de saber dejarse llevar por la vida. Algo (o mucho) de sabiduría hay en eso.
Fernando Ariel García
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