Heredia detective. Guiones: Carlos Reyes, Cristián Petit-Laurent. Dibujos: Gonzalo Martínez, Abel Elizondo, Demetrio Babul, Rodrigo Elgueta, Ítalo Ahumada, Félix Vega. Ilustraciones: Diego Jourdan, Christiano, Daniel Bernal, Alan Robinson, Carlos Gatica, Gabriel Garvo, Claudio Muñoz, Claudio Romo, Don Liebre, Joze, Nelson Castillo, Nelson Dániel, Huicha, Jorge Quien, Vicho, Nicolás Pérez De Arce, Abel Elizondo, Tito Calvo, José Gai. Portada: Olivier Balez. Basado en personajes, situaciones y relatos literarios creados y escritos por Ramón Díaz Eterovic. 130 páginas en blanco y negro. LOM Ediciones. ISBN: 978-956-00-0291-4. Chile. 2011 (primera edición) – 2012 (primera reimpresión, ampliada).
Si hemos de creer eso de que estamos hechos a imagen y semejanza de nuestro creador, acordemos entonces que los personajes ficticios también están paridos a la medida de la humanidad de sus autores. Y esto me quedó claro, de entrada, con el Heredia de Heredia detective cuando, en las primeras páginas de la novela gráfica, se encuentra con el mentor de su existencia dentro y fuera del terreno de la ficción, el escritor Ramón Díaz Eterovic. Una de las plumas más importantes de la novela negra chilena contemporánea, dicho sea de paso, de acuerdo con lo que me corroboraron durante la semana que pasé en el primer Encuentro Internacional de Escritores e Ilustradores en la Región de los Ríos, Valdivia.
Gracias a Carlos Reyes (guión) y Gonzalo Martínez (dibujos), Heredia y Ramón Díaz Eterovic salen a pasear (y charlar) por las calles que más conocen
Heredia. Leído así de corrido suena parecido a Herida. Y algo de eso hay, me parece, tras las bamabalinas de este gris detective citadino, hermano del humo y la niebla, pariente de la garúa que cae calando hasta los huesos, aunque no llueva. Testigo crítico del sistema económico que ha moldeado la triste sociedad que le toca habitar, protagonista molesto de la democracia engangrenada de pinochetismo que se vive en el Santiago de Chile que camina sin descanso, con la tozuda tenacidad que sólo conoce el hombre honesto en busca de la verdad.
Página de Por amor a la Srta Blandish, por Carlos Reyes (guión adaptado) y Rodrigo Elgueta (dibujos)
El Santiago de Heredia, plasmado gráficamente en toda su hermosa contradicción, es el del barrio Mapocho, el lugar donde se asienta el palacio de Gobierno, la Plaza de Armas y otros símbolos edilicios del poder gubernamental. Lugar céntrico y arrabalero al mismo tiempo, popularmente colorido, con aires bohemios florecidos en bares, mercados y locales nocturnos que supieron ser algo marginales. Cuando Carlos Reyes, uno de los guionistas y mentores de este proyecto largamente acariciado, me hablaba del Mapocho, de su Mapocho que está dejando de ser aquel Mapocho, entendí que para los lectores chilenos el entorno de Heredia detective era un protagonista clave de estas historias, así como la cancha de River lo es para nuestras lecturas de El Eternauta.
Secuencia de Muchos gatos para un solo crimen, por Cristian Petit (guión adaptado) y Demetrio Babul (dibujos)
Y eso es porque en el universo policial de Heredia no importan los crimenes, no importa la investigación, no importa la resolución final del enigma. Todo eso hace al relato, a la tensión narrativa que nos lleva de página en página, de caso en caso. Pero lo realmente importante es la capacidad individual para administrar Justicia en un entorno urbano, histórico y político marcado a fuego por el poder de un Estado ocupado en desnivelar los equilibrios que debería mantener, instaurar jerarquías y privilegios dónde no debería, diseñar una sociedad inequitativa donde todo tiene precio y es negociable.
El lápiz hiperrealista de Ítalo Ahumada para Ojos azules, cuento corto adaptado por Carlos Reyes
Como si fuera una crónica periodística del Chile de los últimos cuarenta años, el escepticismo existencial de Heredia resulta la perspectiva quirúrgica desde donde abordar el más grave dilema de la contemporaneidad latinoamericana y mundial: La vinculación entre la política y el crimen. Los efectos que acarrea para los ciudadanos de a pie, los espacios solidarios que forja desde el desamparo y la posibilidad de festejar alguna ética victoria pírrica. Acodado en el alfeizar de la ventana, con la única compañía de un gato vagabundo, cuando sigue cayendo la noche sobre la ciudad desnuda.
Fernando Ariel García
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