Obras de origen
literario, preferentemente breves, con protagonistas del reino animal que, sin
embargo, presentan características
humanas y representan valores éticos que hablan del ser humano antes que del
reino animal. Pueden articularse e interactuar con otras criaturas, (animadas e
inanimadas) y a nadie, en la ficción, nunca le llamará la atención esta
capacidad antropomórfica clave para el desarrollo del relato. Presentan siempre
un juicio moral que funciona como enseñanza para los más pequeños, explícito
instructivo que demuestra empíricamente la posibilidad real de cambiar su
naturaleza hacia comportamientos y conductas permitidos, aceptados y promovidos
por el orden social dominante y establecido, las tan conocidas moralejas. Para
definirlas con una palabra: Fábulas.
En estas aguas navega Sammy 2: El gran escape (Sammy’s avonturen 2, 2012), secuela del bombazo animado belga de 2010. Como en la primera parte, la travesía de la tortuga protagonista es simple, tierna, divertida, directa y lineal, sin las segundas lecturas ni el desarrollo simultáneo de distintas capas de sentido que, con mayor o menor fortuna, uno encuentra en las producciones de Pixar o Dreamworks, por poner ejemplos de la megaindustria globalizada. También dicen presente una notable utilización de la banda de sonido como elemento narrativo; y la creación de un entorno 3D de extraordinaria y sublime belleza. Todo ello puesto en movimiento para poner en escena el daño que el hombre le sigue causando al ecosistema; y para movilizar las conciencias de los mayores a través del único cambio viable y perdurable, el que sus hijos le obligan a llevar adelante al modificar usos y costumbres anquilosadas por años.
A diferencia de la entrega anterior, esta segunda etapa de la fábula ecologista transcurre en un tiempo y un espacio mucho más acotados. Un par de días y un acuario de Dubai que pareciera ser una especie de parque turístico de diversiones subacuáticas para viejos y nuevos ricos. Sammy y su amigo Ray, ya abuelos, son víctimas de los pescadores furtivos que alimentan el tráfico de especies en peligro de extinción. Junto con ellos, dos de sus nietos, Rcky y Ella, caen prisioneros y son llevados al acuario. Aventuras varias, escapes y peleas, persecuciones cinematográficas y un colorido reparto de peces y animales (una gaviota ventajera que aprenderá la lección, un caballito de mar mafioso, un pez gota de apariencia horrible y gran corazón, una pareja de enamoradísimos bagres, una familia pingüina con tendencias satíricas, una langosta bipolar y un pulpo femenino con tanto coraje como dulzura) que reproducen las lógicas sociales de la superficie y ponen en evidencia la tensión dialéctica entre la libertad y el conformismo, serán los encargados de enarbolar la metáfora (políticamente correcta) que hace de la camada adulta el triunfo palpable de la fuerza de voluntad, el trabajo y el esfuerzo mancomunado; y de las nuevas generaciones los motores movilizadores del cambio.
Con poco lugar para las sorpresas, Sammy 2 llega al puerto deseado sin desviarse de la ruta programada. Y no está mal. La previsibilidad, también, hace agradable el viaje y permite disfrutar tranquilamente el paisaje que se abre ante nuestros ojos. Sobre todo, cuando uno se embarca con sus chicos.
Fernando Ariel García
Sammy 2: El gran escape. Directores: Vincent Kestellot y Ben Stassen. Protagonistas (version original): Pat Carroll, Carlos McCullers II, Wesley Johnny, Joe Thomas, y Cinda Adams, entre otros. Guionista: Domonic Paris. nWave Pictures / Illuminata Pictures. Bélgica, 2012.
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