miércoles, 24 de agosto de 2011

EL ULTIMO VIAJE DE FRANCISCO SOLANO LOPEZ

(Por Roberto Colonna. Publicado originalmente en http://www.politicamentecorretto.com/index.php?news=40811) Francisco Solano López no está más entre nosotros. Uno de los más grandes exponentes de la historieta de este siglo nos ha dejado. Su testamento artístico puede encontrarse en aquel trazo decidido que ha “guiado” a millones de apasionados en numerosas, excepcionales historias, convirtiéndose en un punto de referencia imprescindible para generaciones de dibujantes.


Nacido en Buenos Aires en 1928, se dio a conocer en el “mundo de los globitos” en 1953; y poco después conoció a Oesterheld, con quien tuvo una intensa colaboración en series, ahora de culto, como Uma-Uma, Bull Rockett, Rolo, el marciano adoptivo, Amapola Negra, Joe Zonda y Rul de la Luna. El dúo Solano López-Oesterheld, entre 1957 y 1959, parieron aquella que ha sido definida como “la mejor historieta argentina de todos los tiempos”, o sea El Eternauta. Después de un largo paréntesis europeo, durante el cual trabajó para la editorial inglesa Fleetway, Solano López regresó al mercado argentino junto con su amigo de siempre, Oesterheld, firmando la segunda parte de El Eternauta.


Página de Evaristo


El golpe de Estado efectuado por los militares liderados por Videla lo obligó a exiliarse, transfiriéndose primero a Madrid y luego a Río de Janeiro. En este periodo, junto con Carlos Sampayo, a quién había conocido en la Argentina, publicó el bellísimo Evaristo. En los últimos años de su vida se afincó definitivamente en la Argentina y, entre tantos proyectos, retomó por tercera vez El Eternauta (en la trilogía genéricamente conocida como El Regreso), que desgraciadamente pasa ahora a ser la última etapa de esta obra maestra. Aquello que sorprende de este genial autor es la simpleza de sus páginas, una simpleza que posee una gran fuerza evocativa y es capaz de comunicar, de manera directa, los temas más difíciles y dramáticos.
El estilo de Solano López, puede decirse, logra sus cometidos a través de la “sustracción” porque, reduciendo al mínimo oropeles y barroquismos de cualquier tipo, deja en el interior de la viñeta sólo aquello que es realmente necesario. Además de la sabia utilización del contraste de colores, todos jugados bajo la continua alternancia de “claros” y “oscuros”, que le permitieron describir eficazmente las dudas, las ansiedades y los miedos de los sujetos que dibuja. Gran parte de su talento puede reconocerse en aquellos espléndidos primeros planos que abundan en sus obras. En particular, el modo en que logra representar los sentimientos y la humanidad de un personaje a través de las expresiones de un rostro, testimonia aquella capacidad de “entrar” en los guiones que, uno tras otro, le venían encomendados. Todo ello sin jamás inclinarse al pasivo papel de actor secundario, pegado ciegamente a la voluntad del guionista (o, peor aún, del editor) de turno. Así, los guionistas se encontraban frente a un artista que, con increíble equilibrio, interpretaba la historia y, sin distorsionarla, la “hacía” suya. Piénsese en la difícil secuencia de El Eternauta, cuando Juan Salvo, asediado por los enemigos dentro del estadio de River Plate, es víctima, a causa de un arma no identificada de los invasores alienígena, de una serie de terribles alucinaciones. Esta idea de Oesterheld habría pasado casi inadvertida sin el ritmo y la atmósfera claustrofóbica que las páginas de Solano López están en condiciones de transmitir: Al lector le parece casi estar viviendo en la mente de cualquier soldado que teme por su suerte, por aquella de sus familiares y amigos y que, al final, frente al horror de la violencia, casi enloquece.


El Eternauta llega a la cancha de River Plate


Voy a sentir mucho la falta de este maestro, así como voy a sentir mucho la falta de su sinceridad expresiva y la belleza de las imágenes que sabía donarnos. Voy a sentir mucho la falta de la fuerza y el coraje de un hombre que ha logrado, con su arte, contar el siglo y su tierra.

¡Adiós, Francisco!

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