sábado, 24 de septiembre de 2022

CARLITOS BALÁ: UN KILO Y DOS PANCITOS

Chifladuras de Carlitos Balá Nº 1. Autores: No acreditados. Director Artístico: Jorge Toro. Director / Editor: Carlitos Balá. Editorial Carlitos Balá. Argentina, septiembre de 1972.


El mundo era otro mundo. Se jugaba en las calles y no en los departamentos. Las redes sociales no existían, internet ni siquiera se soñaba. El cine se veía en el cine, la televisión en la televisión (y en blanco y negro). La radio se escuchaba en la radio, los discos en el tocadiscos. El teléfono sólo servía para hablar por teléfono, si es que tenías un teléfono en casa. Todo el mundo leía mucho, muchísimo; y pararse frente a un kiosco de revistas era como sentarse hoy frente al menú de Netflix. Yo estaba a un mes de cumplir siete años; y mientras mi abuela conversaba con Don Enrique, el kiosquero de la cuadra, mi hermano elegía una Dr. Tetrik (creo) y yo, más rápido que un bombero, me tiraba de cabeza arriba del primer número de Chifladuras de Carlitos Balá, la revista de historietas en el clásico formato apaisado que acababa de ganar la calle.


Balá era uno de los dioses fundacionales del multiverso infantil que nutría nuestros días. Regía la mesa familiar con su mantra de humor blanco, al ladito de otros monstruos como Piluso, los Titanes en el Ring, Hijitus, los Tres Chiflados, el Zorro de Guy Williams y el Batman de Adam West, por nombrar algunos. Amaba al Balá de los sketchs televisivos, el de Petronilo, el de Angueto, el de Mamá cuando nos vamos…; y me divertía muchísimo el más cercano al clown. Nunca toleré al cantor, es cierto, pero debo reconocer que su música me ponía en clímax, en el inevitable modo Carlitos que se necesitaba para dejar que su universo creativo empezara a moldear el mío. Lo sentía como una religión, un credo compartido que hermanaba fieles sin cambiar de andén, demostrando que el movimiento se demuestra andando. Sólo hacía falta un gestito de idea.


Chifladuras… era una muestra más del marketing que Carlitos explotaba como nadie, cuando la palabra marketing no existía en nuestro idioma. La estructura era similar a la de las películas que Balá había filmado antes de que yo lo descubriera en la tele, principalmente la trilogía de Canuto Cañete, cuando el cine todavía no utilizaba la trilogía como unidad de medida para sus sagas. Aventura en tono de humor, comedia de enredos con toques de acción. Bajo los parámetros que ordenaba el barrio de clase trabajadora, en busca de un momento de esparcimiento y sana diversión para adultos y lactántricos por igual.


Perdonando la sarcastrica, en la historieta Carlitos tiene una familia que lo acompaña: la abuela Doña Remedios, sus sobrinos Pin y Pon y el perro Tolón; y el vecino Don Matienzo, que siempre está con un mate en la mano y una pava en la otra. Juntos son un kilo y dos pancitos; y le hacen (y le harán) frente a todo. En este número, una especie de culto con algo de mafia o una especie de mafia con algo de culto que, idiotas pero limpitos, quieren robar la fórmula de un combustible capaz de propulsar los cohetes a la Luna. En el mientras tanto, las páginas se van llenando de sumbudrules y eeaaaaaapepés!!, y preguntan (un par de veces) ¿qué gusto tiene la sal? De complemento, una historia corta en la que Petronilo se pasa y pega la vuelta, gana el Prode y termina en los estudios de Canal 13. Un par de aventuras predecibles y estandarizadas, de esas que hoy no se hacen ni se leen, pero que en los ’70 se hacían y se leían. De a centenares y por millones.


Un tipo de humor que se dejó de hacer hace demasiado tiempo, principalmente porque aquel mundo que lo cobijaba y elegía ya no es este mundo en el que habitamos. Un mundo de flequillos locos y balabasadas que ayer se bajó del 39 para dejarnos, de verdad, sin frazada para dormir. Se murió Carlitos Balá, uno de los hombres que le puso sonrisas a mi cara de pibe, en la mesa familiar de una casona de la calle Anchorena, que ya no existe más. No me aflijo, porque es malo para la tristecica. Pero me siento un poco más solo.
Fernando Ariel García 

jueves, 22 de septiembre de 2022

NO TE PREOCUPES CARIÑO: UTOPÍA MENTIROSA

No te preocupes cariño. Directora: Olivia Wilde. Protagonistas: Florence Pugh, Harry Styles, Olivia Wilde, Gemma Chan, KiKi Layne, Nick Kroll y Chris Pine, entre otros. Guionista: Katie Silberman, sobre una historia de Carey Van Dyke, Shane Van Dyke y Katie Silberman. Coreógrafa: Denna Thomsen. New Line Cinema / Vertigo Entertainment. EE.UU., 2022. Estreno en la Argentina: 22 de septiembre de 2022.


La verdad, no sé por qué le cayeron tan fuerte a la nueva película de Olivia Wilde. Tampoco entiendo por qué le prestan tanta atención a la (buena o mala) química que hayan podido tener en el set Florence Pugh y Harry Styles. No te preocupes cariño (Don't Worry Darling) tiene suficientes méritos para que se hable más de la obra y menos de sus chusmeríos circunstanciales. Y las falencias actorales de Styles las cubre (con creces) Pugh, sobre cuyas espaldas recae el peso melodramático de la trama. Tal vez, la decisión más acertada que haya tomado el film, desde el punto de vista creativo.


Lo que sí me hizo ruido es la resolución elegida, mucho más cercana a la ciencia-ficción que al thriller psicológico que había venido rigiendo el metraje. No vamos a spoilear nada, porque la película se encarga de mantener el suspenso y la duda todo lo que puede. Y lo logra hasta que elige empezar a cerrar la historia, un misterio que (sabemos desde el principio) la emparenta a The Truman Show y, en menor medida, a Matrix. Sobre todo, en su capacidad para cuestionar (y cuestionarse) la idea misma de realidad en un ecosistema donde manda la imposición y la mentira.


Estamos en los años ’50, en medio del experimento urbano denominado Proyecto Victoria, idílico enclave montado en medio del desierto más áspero de los EE.UU. Como corresponde a la época, ese paraíso machista es algo más siniestro y grande que la contracara del infierno feminista. Aunque la complejidad de la estructura cultural termine debatiendo si la inhibición del libre albedrio es una potestad exclusivamente masculina, en esos años y en cualquier otro. El control y la sumisión son parte indisoluble de este extraño proyecto que tiene a los hombres trabajando para mantener el nivel consumista de las mujeres. Y queda evidenciado desde el arranque que aquello que se oculta es más decisivo que todo lo que se exhibe.


Parábola sobre la violencia de género (simbólica y real, concreta y discursiva), las dudas que empiezan a crecer dentro del personaje que interpreta Florence Pugh, son las que irán corriendo los velos de la farsa, desarmando las máscaras de la mentira, iluminando el camino del conocimiento hasta que la verdad marque un inevitable punto y aparte en aquella distopía maquillada de utopía. Y en esa relación que parecía perfecta, armoniosa y feliz. El amor, cuando construye una cárcel, no es amor. Sólo la cáscara de una burbuja idealizada. Y las burbujas, lo sabemos todos, nacieron para explotar.
Fernando Ariel García