miércoles, 23 de febrero de 2022

ROBIN WOOD: ÉL ES LA AVENTURA

Robin Wood. Una vida de aventuras. Autores: Diego Accorsi, Julio Neveleff, Leandro Paolini Somers. Prólogo: Sebastián De Caro. 288 páginas. Editorial El Ateneo. Argentina, mayo de 2021.


Empecé a leer este libro con Robin Wood vivo. Y lo terminé, por demoras mías, con Robin Wood muerto. No es que este hecho modifique en algo la calidad del trabajo de Accorsi, Neveleff y Paolini Somers, pero sí impactó brutalmente en mi lectura. Sobre todo, en mi lectura emocional de esta biografía autorizada del autor de Nippur de Lagash, Dago, Pepe Sánchez, Savarese, Jackaroe y tantos otros personajes que me han ido acompañando a lo largo de mi vida, en distintos momentos, en diferentes lugares y con variada intensidad.


Si algo tenía Robin Wood, por las pocas veces que pude charlar con él, es una energía vital capaz de sobreponerse a todo, incluida la parca. Algo que fluye en estas páginas y se traspasa al lector. Se nota que Wood nunca había perdido su capacidad de asombro ante las cosas y las gentes; y se agradece (mucho) que haya tenido el don de traducirlo en palabras, planos y secuencias; y la generosidad de derramar su talento a manos llenas. A veces le habrá salido mejor; a veces, peor. Pero nunca se dejó nada guardado en los bolsillos. Y eso no habla sólo de un autor íntegro, sino de un hombre íntegro. Que vivió una vida de aventuras y aprendió a ganarse la vida contando aventuras capaces de modificar la vida de quienes las leían.


Porque si algo deja claro este Robin Wood. Una vida de aventuras es que Wood era, por sobre todas las cosas, un cuentacuentos inagotable. Lo suyo era casi atávico. Con sus palabras invocaba tiempos pasados, mundos remotos, la esquina del barrio. Al calor de las pasiones, cocinaba revoluciones, tejía amistadas y destejía amoríos imposibles. Se sentaba alrededor del fogón y, con su maestría habitual, disponía la mesa para darnos el banquete de la fantasía, el melodrama, la comedia de enredos. Algunos lo sabrán y otros no, pero en el fondo de su marmita mágica, mezclaba retazos de su historia personal, de las mujeres que amó, los lugares que visitó, los sueños que pudo (y supo) cumplir, las carencias que nunca terminó de superar.


El libro está pautado en dos partes, bastante distintas y muy complementarias. La primera, desanda en tercera persona la historia personal de Robin Wood. Los orígenes paraguayos, su sangre celta, el trabajo en el monte, las noches sin nada que comer, su pasión por la lectura y el descubrimiento de un oficio que abrazará como profesión. Las características de su estilo narrativo, su impacto en la industria mundial del cómic, su capacidad para escribirlo todo, bajo cientos de nombres distintos. Recurre al tono periodístico; y está muy bien que así lo haga. El discurso es lineal y cronológico, va de menos a mayor, como la figura biografiada; y pone cada cosa en su casillero correspondiente.


Pero que me perdonen Accorsi, Neveleff y Paolini Somers, la segunda parte se me hizo inmejorable e insuperable. Son diez capítulos que recogen las anécdotas de Robin Wood contadas en primera persona. El orden es caótico y algunos conceptos se repiten de manera innecesaria, pero el espíritu del autor late en cada palabra y brota en cada párrafo. Ahí aparecen las geolocalizaciones autobiográficas que han terminado tiñendo los destinos de Dennis Martin, de Tino, de Anders, de Helena, del inagotable Mojado. Los libros y las películas que le inspiraron tantos personajes y sagas, las charlas de café que le enseñaron la filosofía de vida que traspasó a sus criaturas. Sus peleas con la crítica, sus enojos con la industria. El amor incondicional a sus lectores. El amor incondicional de sus lectores.


Cierro este libro con mucha pena. Y con una enorme convicción. Si Robin Wood supo escribir la Aventura como nadie, es porque él fue (y seguirá siendo) la Aventura. Nuestra Aventura.
Fernando Ariel García

lunes, 21 de febrero de 2022

EVARISTO: POLICIAL NEGRO DE HONDURA EXISTENCIAL

Evaristo (integral). Guiones: Carlos Sampayo. Dibujos: Francisco Solano López. Prólogo: Ricardo Ragendorfer. Portada: ilustración de Francisco Solano López. 200 páginas. Hotel de las Ideas. Argentina, agosto de 2021. Incluye código QR para acceder al film documental Evaristo, de Mariano Petrecca.


Treintaicinco años después de su última aventura, la historieta de Carlos Sampayo y Francisco Solano López se mantiene tan entera y compacta como en aquel entonces. Evaristo, policial negro de hondura existencial, sigue los pasos de Evaristo Meneses (1907-1992), histórico policía duro e incorruptible, respetado tanto por sus pares como por los malvivientes. Entre 1957 y 1962, como comisario al frente de la División Robos y Hurtos de la Policía Federal, había resuelto algunos de los casos más resonantes de la crónica policial argentina; y llegó a convertirse en una figura mediática, mucho antes de que ese término fuera acuñado.


Basado tanto en la figura real como en el mito que el propio protagonista fue construyendo con hechos, palabras y silencios (si hasta se lo ve a Sampayo entrevistando a Evaristo), el policía de papel y tinta china hace valer su presencia física. Se muestra justo y miserable, condescendiente e inflexible. Su hábitat, poblado de héroes y fallutos, de leales y traidores, de obsecuentes y rebeldes, se ordena siempre según la perspectiva que él tenga sobre el valor de las cosas, los hombres y las mujeres. Clásico exponente de un machismo que hoy suena anacrónico, fuera de lugar, algo discriminatorio y bastante violento. Pero que en ese entonces marcaba, a falta de miedo, la diferencia entre el respeto y la irreverencia, entre la vida y la muerte. Reflejo del tácito código de convivencia que Evaristo pactó con la ciudad y sus habitantes, con el mundo del trabajo y el reino del hampa, con las calles, el puerto, los puteríos, los sótanos oscuros y clandestinos, las villas miseria.


Como en todo noir urbano que no le escapa el bulto a las cuestiones sociales y políticas en pugna, aquí el puntual caso policial es lo de menos. Robos, violaciones, homicidios, secuestros, trata de blancas, extorsiones, asesinatos seriales, crímenes políticos, caza de nazis. Son lienzos narrativos donde construir ese rompecabezas sombrío, usurpado por los grises de una cotidianeidad urgida y sufrida, ordenada por el sentido del deber de un hombre que conoce las expresiones delictivas de la cultura marginal y de la práctica empresaria. Y sabe que su deber es impartir Justicia, no sólo hacer cumplir la Ley.


Porque el entorno de Evaristo no es cualquier entorno. Es el de un país todavía ahogado por los estertores de la década infame, con las fuerzas conservadoras en el poder y un peronismo proscripto que grita su pasión desde modestos altares hogareños y virulentas pintadas callejeras. Un modelo que fabrica desclasados y marginales para poder criminalizar la pobreza. Que tolera la corrupción gubernamental porque necesita seguir reproduciendo la explotación de las masas. A lo largo de sus páginas, el trasfondo se alimenta de huelgas y protestas populares reprimidas por la Policía, de vicepresidentes que renuncian, de golpes de Estado que estallan, de aparecidos y desaparecidos, de otro cadáver sin nombre que también se llama Eva.


Lo de Solano es inabarcable. Su Buenos Aires sigue siendo la ciudad del Eternauta, pero relatada ahora desde la perspectiva histórica que le aportó el paso del tiempo. Síntesis de la urbe que fue y de la que se fue sedimentando gracias a la poética melancólica del tango y el romanticismo orillero. Una ciudad donde se fuma, se bebe, se coge, se trabaja, se pelea y se mata con pocas palabras, con el filo estoico de las oportunidades perdidas y las decisiones tomadas. Un lugar de destinos trágicos, de amistades forjadas en un apretón de manos con la Parca, de rencores cocinados a fuego lento, de deudas saldadas con dinero, con sangre o con algo más. Un espacio mitológico cruzado de referencias comerciales (Laponia, Alpargatas, Entel, Ferroquina, Fontanares), un ring de boxeo donde las pasiones se resuelven a los golpes físicos y emocionales.


Aparecida por primera vez en abril de 1983, con publicación simultánea en la revista argentina Superhumor y la italiana L’Eternauta, el cómic de Sampayo y Solano conquistó el mundo. Se publicó también en los EE.UU., en Francia, en España (primero en Thriller, después en Ilustración + Comix Internacional y, por último, en Cimoc) y formó parte del índice de la Fierro original, estandarte de la historieta de autor en la Argentina de la democracia restaurada. ¿La razón de su éxito sostenido en el tiempo? Me animaría a decir que, por sobre la efectividad de sus tramas, de esas historias circulares que se muerden la cola para resolverse, está el retrato minucioso de un hombre cansado por la tensión entre el escritorio y la vereda, que ve venir en soledad el inevitable fin de su mundo, la reconversión de su profesión en burocráticos hábitos de tortura, como si estuviera al tanto de la carnicería que le espera a la Argentina a la vuelta de la esquina.


Una historieta así no sólo debe ser celebrada, merece ser leída y releída con los ojos hambrientos y las neuronas atentas. Por suerte, tenemos ahora esta edición integral y definitiva de Hotel de las Ideas, con todos sus episodios remasterizados. Para que asomarse al pozo del infierno sea una experiencia sanadora, de belleza artística y espiritual.
Fernando Ariel García

domingo, 20 de febrero de 2022

JUSTICIEROS: FRUTO AMARGO

Justicieros. Director: Anders Thomas Jensen. Protagonistas: Mads Mikkelsen, Nikolaj Lie Kaas, Andrea Heick Gadeberg, Lars Brygmann, Nicolas Bro, Gustav Lindh, Roland Møller, Albert Rudbeck Lindhardt, Anne Birgitte Lind, Omar Shargawi, Jakob Ulrik Lohmann, Henrik Noël Olesen y Gustav Dyekjær Giese, entre otros. Guionista: Anders Thomas Jensen, sobre una idea original de Nikolaj Arcel y Anders Thomas Jensen. Zentropa Productions / Film I Väst / Zentropa International Sweden. Dinamarca, 2020. Estreno en la Argentina: 17 de febrero de 2022.


Hay algo que no está bien. La película arranca con esa sensación y termina con esa sensación, aunque el estímulo externo que imprima esa emoción cambie de manera brutal y determinante, tanto para los personajes como para los espectadores. Justicieros (Retfærdighedens ryttere) cruza ese límite con mucho humor negro, una incorrección política aun mayor, explosiones de violencia seca y áspera; y un afecto crudo y descarnado hacia las criaturas que pueblan el film, respeto hondo y profundo que Anders Thomas Jensen sabe detener un segundo antes de que todo caiga en la crueldad desangelada.


Sabemos que hubo un incidente en un tren. Grave, muy grave. Con un saldo devastador para la familia de Markus (notable Mads Mikkelsen), soldado que Afganistán ha terminado de convertir en un ser frío, distante, emocionalmente quebrado. Un hombre que debe dejar su cotidianeidad (matar o morir en el frente de batalla) para retomar esa alienación inmanejable que es la vida en familia, el cuidado de su hija, la interrelación con su lejano entorno cercano; y la tramitación de un duelo que se resiste a abordar.


Hasta que un par de extraños tocan a su puerta, con una noticia reveladora y traumática. El incidente en el tren no fue un accidente. Fue un atentado, planeado y ejecutado por un grupo entre mafioso y extremista. Otto y Lennart (impagables Nikolaj Lie Kaas y Lars Brigmann) lo saben porque han sobrevivido. El primero, al tren. Los dos, a sus propias historias. Y han llegado a esa conclusión después de hacer bien su trabajo, que consiste en la lectura de estadísticas matemáticas para llegar a la verdad. Y la verdad que encontraron en ese cruce de posibilidades y probabilidades, es absoluta. Atentado.


A partir de ahí, comenzará a gestarse el vínculo entre Markus, Otto, Lennart y otros dos seres atrozmente castigados por la vida: Emmenthaler y Bodashka (enormes Nicolas Bro y Gustav Lindh). Sin tiempo para prepararse; y sin más preparación que sus ganas, esta emparchada Armada Brancaleone a la danesa deberá abandonar su inconfortable zona de confort para salir en busca de Justicia y Venganza. Justicia para los muertos que no deberían haber muerto. Venganza contra la vida que los cacheteó de manera perversa.


Sin la calidad interpretativa con que los actores componen este ejército de seres rotos, tanto física como psíquicamente, Justicieros sería otro de los huecos tiroteos que el séptimo arte regurgita regularmente, con oficio e idoneidad técnica. Pero en las manos de este talentoso combo comandado por Thomas Jensen, el film se eleva como un agridulce canto de esperanza. Un hipnótico thriller navideño, transgresor y sangriento, donde la esperanza crece de la mano del sufrimiento y el dolor, fruto amargo que nace entre la certeza que dan las estadísticas y la naturaleza aleatoria de los acontecimientos.
Fernando Ariel García

sábado, 19 de febrero de 2022

SPENCER: LA PRINCESA QUE QUERÍA VIVIR

Spencer. Director: Pablo Larraín. Protagonistas: Kristen Stewart (Diana Spencer, princesa de Gales), Timothy Spall, Jack Farthing (Carlos, príncipe de Gales), Sean Harris, Sally Hawkins, Jack Nielen (príncipe Guillermo), Freddie Spry (príncipe Enrique), Stella Gonet (Reina Isabel II), Amy Manson (Ana Bolena) y Emma Darwall-Smith (Camilla Parker Bowles), entre otros. Guionista: Steven Knight. Komplizen Film / Fábula / Shoebox Films / FilmNation Entertainment. Alemania / Chile / Estados Unidos / Reino Unido, 2021. Estreno en la Argentina: 17 de febrero de 2022.


Diciembre de 1991. Tres días y tres noches en donde la familia real británica celebrará la Navidad con toda la pompa y circunstancia que ordena el protocolo y marca la tradición. Tres días y tres noches que definirán el futuro de la princesa de Gales, Diana Spencer; mediante la ratificación de su pasado, de su elección personal por sobre las imposturas impuestas. El tránsito definitivo de la difusa mujer detrás del futuro Rey a la refulgente Princesa del Pueblo. De la fugaz Diana Spencer a la eterna Lady Di.


En Spencer, como antes lo hiciera con Jackie, Pablo Larraín vuelve a la biopic concentrando su interés sobre un momento específico en la vida de la mujer biografiada. Esa secuencia que marca el momento justo del cambio, de la asunción plena y consciente de su identidad, de la elección definitiva de su destino. Y Kristen Stewart logra habitar tanto a la Diana real como a la Diana mítica, cargando el cuerpo y el alma de la película en un trabajo realmente consagratorio.


En la superficie, el punto de quiebre viene dado por el hartazgo de Diana ante la relación paralela entre su esposo, el príncipe Carlos, y el verdadero amor del futuro Rey, Camilla Parker Bowles. Pero en lo profundo, el dilema interno de Diana pasa por la construcción de su rol histórico, dentro de la Corona y de frente a los británicos de a pie que la aman y la eligen sin condiciones. Hostigada y perseguida por la familia real; atrapada en un rulo bulímico-depresivo y autodestructivo, la princesa de Gales deberá mirar hacia atrás, a sus días como Spencer, para poder romper la crisálida y proyectarse hacia adelante.


Lo interesante de este proceso, desde el punto de vista narrativo, es la elección cinematográfica de Larraín. Sin romper los parámetros formales del docudrama, amplía su registro para abarcar el relato victoriano de las casas embrujadas, con el fantasma de Ana Bolena dando vueltas por las habitaciones del palacio y el lóbulo emocional de Diana. No es que sea una película de terror, aunque pululen los monstruos, pero hay momentos puntuales en que el film parece (o me lo pareció) abrazar la atmósfera gótico-existencial de la Hammer. Y el resultado no podría ser mejor. Una oscura fábula romántica, un perverso cuento de hadas con final feliz, que sabemos nosotros (no los personajes) es sólo otra mueca burlona de la muerte.
Fernando Ariel García

jueves, 10 de febrero de 2022

MUERTE EN EL NILO: CRIMEN Y CASTIGO

Muerte en el Nilo. Director: Kenneth Branagh. Protagonistas: Kenneth Branagh (Hercule Poirot), Tom Bateman (Bouc), Annette Bening, Russell Brand, Ali Fazal, Dawn French, Gal Gadot, Armie Hammer, Rose Leslie, Emma Mackey, Sophie Okonedo, Jennifer Saunders, Letitia Wright y Ann Turkel, entre otros. Guionista: Michael Green, basado en la novela homónima (1937) de Agatha Christie. Productores: Ridley Scott y Kenneth Branagh, entre otros. Kinberg Genre / The Mark Gordon Company / Scott Free Productions / TSG Entertainment. Reino Unido / EE.UU., 2020. Estreno en la Argentina: 10 de febrero de 2022.


Segunda ronda de Kenneth Branagh al frente de Hercule Poirot y detrás de cámaras. Y uno ya puede decir, casi sin miedo a equivocarse, que la cosa va de saga interconectada. Que la idea parece ser la de ir armando, poco a poquito, el actual Universo Cinematográfico de Agatha Christie. No porque se lo vaya a cruzar con Miss Marple o el matrimonio de Tommy y Tuppence Beresford (¿o sí?), sino porque entre las deducciones necesarias para resolver el crimen de turno, las películas van completando el rompecabezas de la historia personal de Poirot, llenando (en este caso puntual) algunos íntimos casilleros vacíos que había mostrado (y escondido) durante aquel Asesinato en el Expreso de Oriente.


Entre delito y delito, saltando del tren al barco, Branagh continúa su proceso de humanización del vanidoso (y ahora inclusivo) Poirot, haciendo que su cerebro ubique los hechos en el orden preciso y correcto, pero dejando que su corazón le ayude a entender las pulsiones oscuras que mueven los hilos de las personas. Rasqueteando el fondo de los tarros que son las otras novelas y cuentos del brillante detective, la pantalla articula escenas del pasado de Poirot durante la Primera Guerra mundial, que sirven para definir al personaje ante quien no lo conoce, contar el origen de su icónico bigotazo; y explicitar la vulnerabilidad emocional que tapa con su pátina de infalible detective.

Sí, lo que suena es una versión remixada de Policy of Trust, de Depeche Mode

Buscando ser fiel pero no fidedigna a la fuente literaria original, Muerte en el Nilo (Death on the Nile) cae en la misma trampa que no pudo resolver Asesinato… Compone pequeñas modificaciones cosméticas porque el giro del final es intocable, anulando el efecto sorpresa en todo aquel que sepa de qué va la trama por haber leído el libro o visto la película de 1978. Pero se las arregla, bastante bien, para interesar a la platea con el desarrollo del mientras tanto, agregando un par de blues (interpretados por Sister Rosetta Tharpe) con la espalda suficiente para bancar el resto de la travesía.


En donde suma algunos puntos es gracias al debate moral que plantea entre el decir y el hacer, el ser y el parecer, la verdad y la mentira, el Bien y el Mal, borroneándoles sus conceptos absolutistas para conjugarlos en carne y hueso, en acciones concretas y palpables. En vínculos sinceros e interesados entre las partes. Como los que se tejen a bordo de ese fastuoso crucero para la alta sociedad, con un crimen que ata para siempre al asesino con la víctima; y un castigo común que sobreviene para vivos y muertos: El amor.
Fernando Ariel García

miércoles, 9 de febrero de 2022

BODA NEGRA: TRADICIÓN ANTIGUA, HORROR CONTEMPORÁNEO

Boda negra. Director: Svyatoslav Podgaevskiy. Protagonistas: Yana Yenzhayeva, Konstantin Beloshapka, Ilya Yermolov, Varvara Borodina, Igor Khripunov y Sabina Akhmedova. Guionistas: Natalya Dubovaya, Ivan Kapitonov, Svyatoslav Podgaevskiy. Central Partnership / QS Films / Inej Productions. Rusia, 2020. Estreno en la Argentina: 20 de enero de 2022.


Si están pensando seriamente en ver esta película, háganse un favor. No vean el tráiler. Lo repito: No vean el tráiler. Va de nuevo: No vean el tráiler. Quien haya montado el avance se olvidó de algo esencial. Una cosa es intentar convencer a los espectadores para que elijan este film; y otra muy distinta es revelar el giro más importante, crucial y definitorio que, se supone, la obra guarda en su interior. Y si ese es un error garrafal, no sé cómo calificar el hecho de que también hayan incluido el final del film. Sí, el final. Por eso, por última vez, si están pensando seriamente en ver esta película, no vean el tráiler. El que está acá abajo.


Sigamos. No tengo idea de quién es Svyatoslav Podgaevskiy. Si vamos a hacerle caso a las gacetillas de prensa, entonces se trata del director más importante que tiene para ofrecer el actual cine de terror ruso. Hay, al menos, dos películas anteriores que confirmarían la aseveración de la oración anterior. Aunque habiendo visto sólo esta Boda negra (Privorot. Chernoe venchanie), me animaría a decir que Podgaevskiy sería, en todo caso, el mejor director yanqui que tiene para ofrecer el actual cine de terror ruso. No porque haya nacido en los EE.UU. (que lo hizo en Moscú), sino porque filma siguiendo al pie de la letra el canon norteamericano para las expresiones contemporáneas del género.


Lo cual, por cierto, no es ni bueno ni malo. Sólo define la narrativa elegida, justifica el hecho de que la película se haya estrenado internacionalmente con título en inglés (Dark Spell) y en copia hablada en inglés con subtítulos en el idioma que corresponda; y justifica que la espectacular fotografía panorámica de Moscú y San Petersburgo haya eliminado cualquier rasgo característico de estas dos ciudades, homologándolas con cualquier otra gran capital del globo.


Pero vayamos a lo importante, que es la película en sí. Aparentemente, el cine de Podgaevskiy se caracteriza por fusionar las viejas tradiciones del oscuro folklore eslavo con alguna problemática social de relevancia actual. En este caso, el hechizo (supuestamente real) de la boda negra (que obligaría a una persona a querer a otra, aunque no quiera quererla) y la violencia intrafamiliar nacida de un amor tóxico y obsesivo.


La mezcla funciona, narrativa y emocionalmente. Principalmente, porque no naturaliza el negativo comportamiento al que dota de bases sobrenaturales. De hecho, lo denuncia e insta a tomar consciencia de lo dañino que es y de lo peligroso que puede llegar a ser. Lo viste con todas las mañas que ya explotó Hollywood, sin agregarle nada nuevo a la fórmula. Pero sólo para desnudar las consecuencias de una manera brutal, concisa y final. Justamente, en ese final que está en el tráiler que no tienen que ver si van a ver la película.
Fernando Ariel García

EL EMPLEADO Y EL PATRÓN: SE NECESITAN DOS PARA BAILAR EL TANGO

El empleado y el patrón. Director: Manuel Nieto Zas. Protagonistas: Nahuel Pérez Biscayart, Cristian Borges, Justina Bustos, Fátima Quintanilla y Jean Pierre Noher, entre otros. Guionista: Manuel Nieto Zas. Pasto / Murillo Cine / Roken Films / Vulcana Cinema / Sancho & Punta / Paraíso Production Diffusion. Argentina / Uruguay / Brasil / Francia, 2021. Estreno en la Argentina: 13 de enero de 2022. Disponible en Flow desde el 3 de febrero de 2022.


Ricos-Pobres. Libres-Esclavos. Burgueses-Proletarios. Corporaciones-Estado. Tipologías opuestas que, según la teoría de la lucha de clases, explican la naturaleza y la existencia de los conflictos de intereses (principalmente sociales), aparentemente inherentes a toda sociedad organizada políticamente. Sobre la tensión que genera esa disputa, Manuel Nieto Zas enhebra la trama de El empleado y el patrón, una película que a mí me resultó mucho más interesante por lo que dice que por cómo lo dice.


Estamos en la frontera entre Uruguay y Brasil, en una importante hacienda que necesita, con cierta urgencia, de un trabajador que sepa manejar una cosechadora para recolectar la soja que hay que llevar a puerto para exportar y hacer pingües negocios. Rodrigo (Nahuel Pérez Biscayart) es el patrón del título, el hijo del dueño (Jean Pierre Noher), ante quien debe demostrar su capacidad para manejar el campo, la empresa y la herencia. Y Carlos (Cristian Borges) es el empleado que llega para solucionar el problema y disparar el conflicto.


Lo más interesante del film, me parece, viene dado por la mirada del director sobre las intenciones que mueven a sus personajes centrales, puesta en escena de la lucha de clases de la que hablaba en el primer párrafo. Principalmente, porque elige alejarse de cualquier simplificación ideológica sobre las motivaciones subyacentes en sus actos, eliminando la falsa dicotomía Buenos–Malos con que tan fácilmente se desdibuja la naturaleza humana cuando se la aborda desde arquetipos rígidos e intencionados. Lo que aparece aquí es la utilización explícita de una tragedia, que dividirá las aguas del film y hará que ambas partes intenten sacar provecho o aminorar el impacto de los daños. Y de la que ninguno saldrá indemne.


A mi modo de ver, el principal problema de la película pasa por su elección narrativa. Es de una gran lentitud, que no debe confundirse con aburrimiento. Nieto Zas utiliza sus tiempos para desplegar a sus personajes, sus pliegues más íntimos, aquellos en dónde se parecen (mucho) y se diferencian (mucho más). Los paralelismos, las simetrías, las caras opuestas que se miran sin entenderse, porque les ha faltado tiempo y predisposición para conocerse. Cuando estalla el drama, ha pasado más de media película; y durante el metraje restante, esa herida sangrará aristas que no pasarán del enunciado, aunque prometían honduras dignas de desarrollo. Pero El empleado y el patrón te dejan pensando. Y a esta altura de las cosas, eso está muy bueno.
Fernando Ariel García

ASESINATO EN EL EXPRESO DE ORIENTE: ATRACTIVOS SIN SORPRESA

Asesinato en el Expreso de Oriente. Director: Kenneth Branagh. Protagonistas: Kenneth Branagh (Hercule Poirot), Tom Bateman (Bouc), Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp, Josh Gad, Derek Jacobi, Leslie Odom Jr., Michelle Pfeiffer y Daisy Ridley, entre otros. Guionista: Michael Green, basado en la novela homónima (1934) de Agatha Christie. Tema musical de cierre: Never Forget, compuesto por Kenneth Branagh (letra) y Patrick Doyle (música) e interpretado por Michelle Pfeiffer. Productores: Ridley Scott y Kenneth Branagh, entre otros. Kinberg Genre / The Mark Gordon Company / Scott Free Productions. Reino Unido / EE.UU., 2017. Estreno en la Argentina: 9 de noviembre de 2017.


Tarea encomiable, difícil y necesaria (al menos para mí), la que encaró Kenneth Branagh. Recuperar a Hercule Poirot para el cine de alto presupuesto, a eso me refiero. La creación de Agatha Christie es una de las figuras más importantes que nos ha legado la ficción policial, ubicada codo a codo con Sherlock Holmes. Y se ha tomado el trabajo (con buenos resultados, a mi modo de ver) de actualizarlo sin traicionarlo.


Poirot es el vanidoso egocéntrico obsesivo-compulsivo que uno aprendió a querer. Sigue siendo el detallista hipermemorioso que recuerdo de las novelas. Tiene su mente preclara, por supuesto. Y su bigote, bastante más prominente que el del original, me parece. Pero acorde con los tiempos que corren, se muestra como un hombre más vulnerable, emocionalmente frágil. Su demonio interno, emparentado con un amor perdido del que se habla poco y se explica menos, es el que intenta mediar entre su cerebro y su corazón. De ahí que, quiero suponer, elija venderse como una especie de showman policial, tan pendiente de los resultados de su investigación como de la teatralidad de la puesta en escena de esos resultados. Y le sume al inusual protagonista deductivo que es, algunos condimentos del moderno héroe de acción que (creo) no era.


Si Asesinato en el Expreso de Oriente (Murder on the Orient Express) tiene una situación imposible de resolver, esa es lo conocido de su trama y su asombrosa vuelta de tuerca final. Por lo menos para mí, que leí el libro y vi (un par de veces) la fenomenal película de 1974, la misma que Branagh toma como norte, al menos en lo que hace a superproducción cinematográfica y reparto multiestelar. Entonces, como la propuesta 2017 pasa por respetar el nudo argumental y ser fiel al original, modificando algunas cosillas por acá y otras por allá, el resultado es un film sumamente atractivo para mis ojos y mi ánimo, pero completamente previsible y conocido por mi memoria. O sea, cero sorpresa. Lo más antiPoirot que pueda imaginar.


Al no innovar en el qué, Asesinato… tiene que romperla en el cómo. Y ahí está muy bien. Sabe mantener el interés, incluye discusiones abstractas sobre la naturaleza humana; y concretas sobre el racismo, la fe y las dicotomías Bien-Mal y Ley-Justicia. Y genera una química entre actores y personajes, que logra sostener el andamiaje narrativo por dónde debe descarrilar el tren, sin llevarse puesto al espectáculo.
Fernando Ariel García

jueves, 3 de febrero de 2022

MOONFALL: EL LADO OSCURO DE LA LUNA

Moonfall. Director: Roland Emmerich. Protagonistas: Halle Berry, Patrick Wilson, John Bradley, Michael Peña, Charlie Plummer y Kelly Yu, entre otros. Participación especial de Donald Sutherland. Guionistas: Roland Emmerich, Harald Kloser y Spenser Cohen. Moonfall Unit / Huayi Brothers International / Huayi Tencent Entertainment International / Centropolis / Entertainment / Street Entertainment / AGC Studios. EE.UU. / China, 2022. Estreno en la Argentina: 03 de febrero de 2022.


Día de la independencia. Godzilla. El día después de mañana. 2012. Si algo me atrae de las películas de Roland Emmerich es su insistencia con la fusión del cine catástrofe y la ciencia-ficción. Hay algo en esa testaruda recurrencia que me gusta, mucho. Creo que es la mastodóntica imaginería visual que pone en movimiento. Ver la formación de un escenario post-apocalíptico me resulta fascinante, porque aborda, siempre, la capacidad de supervivencia del ser humano. Qué hace Emmerich con esa epopeya humana no me convence para nada, principalmente porque el guionista y director insiste en manejar estereotipos antes que personajes. Sobre todo, estereotipos desagradablemente paternalistas y asquerosamente autosuficientes.


Y si hay algo que me expulsa de las películas de Roland Emmerich, es su predilección por reventar todos los verosímiles que viene construyendo delicadamente en cada una de sus películas. No sé si me pasa sólo a mí, pero a mí me pasa que, en un determinado momento de los largos metrajes que rueda, siento que la trama da una vuelta de más, deja de crecer para irse en vicio, toma una escala tan desaforada que se vuelve ridícula, absurda, estúpida. Como si Emmerich no pudiera / no supiera / no quisiera parar antes de irse a la mierda. Tal vez (pienso ahora) porque ese sea su estilo cinematográfico.


Dicho todo esto, Moonfall es (para mí, al menos) otra inconfundible película de Emmerich. Con el fin de la Tierra que viene dado por la misma existencia de la Luna, sustentado por un discurso pseudocientífico que intenta validarse desde las teorías de las megaestructuras, los programas de la NASA y un diccionario de física astronómica, si es que algo así existe. Adobado con los esperables conflictos personales que el guion le hace cargar como una cruz a sus protagonistas principales. Y un touch conspiranoide, por si las moscas.


Visualmente despampanante, ideológicamente patriotera, megalomaníaca en su intención de explicitar la genealogía humana, Moonfall a veces resulta entretenida y a veces, no. A veces parece seria y profunda y, sin solución de continuidad, se vuelve su completo opuesto. Una típica jornada de trabajo en el universo Emmerich, ni más ni menos. No hay escena post-créditos, así que pueden irse a casa antes de que venga el próximo fin del mundo. Eso sí, no miren arriba.
Fernando Ariel García