viernes, 4 de marzo de 2011

IN MEMORIAM: EDUARDO FERRO (1917-2011)

(Información de prensa) Hoy, 4 de marzo de 2011, en la madrugada, ha partido el Viejo Ferrito hacia otros mundos, acompañado de sus personajes: Langostino, Chapaleo, Bólido, Tara Service, Pandora y muchos otros que no alcanzaron la trascendencia de los nombrados.


Sobre la mesa de dibujo quedó su plumín y un potecito abierto de tinta china, reseca por el tiempo.

Langostino y Chapaleo, dos de sus creaciones más aplaudidas

Les ruego en sus corazones un recuerdo de homenaje. Sus restos serán velados en la localidad de Don Bosco, partido de Quilmes, provincia de Buenos Aires, Argentina.
Agradecida, su hija Carmen Pichi Ferro.

Dos marineros, dibujo de Oscar Grillo

P.D.: Me permito adjuntar el discurso que mi padre envió a la Universidad de Alcalá de Henares, en ocasión de recibir el premio Quevedos 2006, como testimonio de su personalidad, basada en tomar la muerte como una prueba culminante de humor.
Se ruega no llamar a su domicilio personal.


DISCURSO DE EDUARDO FERRO
PREMIO QUEVEDOS 2006

A la Fundación General de la Universidad de Alcalá
A los Ministerios de Asuntos Exteriores y Cooperación y de Cultura de España
Al Museo Argentino de Caricatura Severo Vaccaro
A mis colegas
Al Público en general
Muy respetuosamente os pido indulgencia si desentono en lo protocolar. No es mi fuerte, aunque respeto profundamente las reglas que hacen al debido orden de las instituciones, principalmente las de la cultura.
Os doy mis más sinceras gracias, no sin antes aclarar que no le concedo otra importancia a mi ausencia que la que le otorga vuestro importantísimo premio, en honor al cual estimo que debo justificarla.
Me entristece, claro, pero mi alma jubilosa estará en todos los actos, para quienes la quieran notar.
Ahora bien, la verdad quiero decirla con lo que me queda del corazón, que cada día más claramente viene diciéndome: “No me exijas más esfuerzos”… y terminé escuchándolo.
Entonces: Sería muy romántico “Morir en Madrid” pero me aterra imaginar con cinta de luto al brillante trofeo Quevedos. Con esto doy por concluida la parte triste.
Rápidamente paso a lo que atenúa mi taquicardia: Ensoñar la sonrisa indulgente de todos vosotros.
Sentir en mi espalda cariñosas palmadas de mis notables antecesores en el premio, diciéndome: “Tranquilo, Ferrito… estáis disculpado. Dibujaremos un viejo con vuestra facha, para que aparezcáis en las fotos.”
A estas imágenes se suma la alegría de que sea el gran Mordillo, quien reciba el trofeo en mi nombre.
¿Quién mejor que este amigo del alma, exquisito humorista, ético caballero y (permitidme que esto, lo diga en “gaucho”)… generoso “al mango”?
Continuando, y para ampliar un poco el placer de estar con vosotros aunque sólo sea virtualmente, os describiré de qué manera el célebre Quevedo signó mi vida.
Esto comenzó en los años '30, cuando repentinamente cundió por Buenos Aires una onda de cuentos pícaros llamados “de Quevedo” que atrapó hasta a los chicos como yo, que a la sazón tenía poco más de trece años.
Ya no me conformaba con mirar por la ventana el suburbio en que vivíamos y buscaba mezclarme en la “universidad de la calle”.
Mamá, que no dejaba de vigilarme, me sorprendió relatando uno de esos cuentos en el cual, por una urgencia física repentina, Quevedo está “ensuciando” el artístico jardín de una condesa que exclama horrorizada al descubrirlo:
"-¡¿Qué vedo?¡”-, provocando la famosa conclusión del susodicho:
"-¡Hasta por el culo me conocen!"
Desenlace escandaloso por aquellos por aquellos tiempos, que me costó el único sopapo que me propinó mi madre en toda mi vida, y que no olvido. Un primo culto, que fue testigo del momento, me preguntó algo más tarde: "-¿Sabes quién fue el célebre Quevedo?". Me encogí de hombros, claro.
Para mí era lo que para todo el pueblo: El personaje de los cuentos picantes y ¡chau!
Pero no terminó con su pregunta la intervención de mi primo culto. Me alcanzó un libro de Quevedo. “Léelo –me dijo-, y después me dices qué te pareció”.
El haber motivado la indignación de mi madre me hizo dudar de que pudieran ser de un Genio famoso aquellos cuentillos de Quevedo que divertían al grueso de la gente.
Pero gracias al libro de mi culto pude leer este fragmento de la Pavura de los Condes de Carrión:
“¡Guarda: el león!,
Y en esto entró por la sala.
apenas Diego y Fernando
le vieron tender la zarpa
cuando hicieron sabedoras
de su temor a las bragas.
El mal olor de los dos
al pobre león engaña,
y por cuerpos muertos deja
los que tal perfume lanzan.”
Allí comprobé que en el mismo asquete de mi cuento censurado volvía a encontrar la inspiración el gran Quevedo.
Pensé en llevarle a mi madre el libro que recibí prestado para que me disculpara, pues llegué a comprender que el humor es digno y propio de los grandes estrados ya que existe en cada Hombre y en su propia y sencilla felicidad.
Que la última risa sea gracias al genio que nos abrió el camino a este Paraninfo.
¡Hasta siempre, Alcalá de Henares!
Muchas gracias.
Eduardo Ferro, 18 de octubre de 2007

Portada del mítico Patoruzú semanal

MI PEQUEÑO HOMENAJE A EDUARDO FERRO
Por Crist (publicado hoy en http://cosmoscrist.blogspot.com/
)
El mar negro.
Al ser homenajeado en Alcalá de Henares MORDILLO flanqueado por MINGOTE y QUINO dijo entre otras cosas que la patria es la infancia. En realidad RILKE dice que la infancia es la patria de la vida, esta perla comentaba hace tiempo con un amigo en mi ciudad natal, Santa Fe y agregó que George Bataille sostiene que la literatura es la infancia al fin recuperada. Conmovido ante tanta certeza me apresuro a recuperar retazos de esa patria. Con una imaginación desbocada me levantaba a cumplir las pequeñas tareas que mi madre me encomendaba durante el día ya fuera acomodar el desorden que dejaban mis juguetes en el patio, darle de comer a las gallinas o ir a la panadería. Aquí tenía una compañerita del colegio un poco mayor que yo Zunilda se llamaba, para mí Zuni, la panadería el rimbombante nombre de Integral. Llegaba con mi insignificante humanidad hasta el mostrador y pedía lo que me habían encargado y si era época de cometas Zunilda me daba unas hojas de papel muy liviano y blanquísimo con el que envolvían los pedidos de confitería. Regresaba con el corazón palpitante por el gesto de la niña y por el tesoro que llevaba en la mano libre de bolsas. Un potrero que albergaba una cancha de fútbol y la yegua que dejaban suelta los verduleros de mi calle se transformaba en un campo de exhibición de esos pavos reales de papel que los chicos traían de la mano de sus padres. Enormes mediomundos con los colores de Boca Juniors azul y amarillo con largas barbas de flecos y zumbadores que indicaban su imponente presencia, estaban también las cometas de Colón el equipo mas popular de Santa Fe rojas y negras que se confundían con las de Newels Old Boys que eran negras y rojas. Algunas tenían forma de barco y otras eran de una ingeniería superior pensábamos al ver esos cajones con cuatro aletas verdes y amarillas trepando mágicamente el cielo de mi barrio. Había algunas de muy humilde presencia, cuadradas a las que no se por qué llamábamos tarascas cubiertas de información y que supongo pesadas por el papel de diario y el engrudo de harina y agua con que las pegábamos. Cuando veo hoy en mi mesa de trabajo un cemento en aerosol pienso en el peso que hubiésemos ahorrado y quien sabe a que altura llegarían nuestros sueños. Estos toscos ingenios tenían de contrapeso unos trapos con infinitos nudos que armaban una cola en cuya punta a veces les atábamos una hoja de afeitar que llamábamos YILE me imagino que por GILLETTE. Estos cazas furtivos tenían la agresiva misión de cortar los hilos de las más pretenciosas. Para aguantar la fuerza que tenían en el aire las más grandes necesitaban un hilo especial choricero que es el que se usa justamente para hacer chorizos de cerdo. El papel bueno siempre fue caro, me era imposible a veces conseguir unas hojas de ese papel de barrilete para las combinaciones más audaces que se me ocurrían y por lo tanto quedaba afuera de la competencia en cuanto a la calidad de los materiales con que fabricaba mis cometas, por las cañas de la india no había problemas siempre podía faltar la que sostenía el alambre galvanizado donde mi madre colgaba la ropa y al hilo me lo daba Armando el zapatero porque le hacía algunos mandados. Sólo quedaba el refugio de la imaginación para aquellas cometas tan blancas y radiantes vestidas con el papel que me daba Zuni. Este era el momento de la aparición del artista. Langostino Mayonesi el navegante solitario y su pequeño barco CORINA el personaje de FERRO surcaba los mares del espacio o AVIVATO de LINO PALACIO caminaba por la brisa del techo de mi casa, El gnomo Pimentón de BLOTTA o DON NICOLA o TARALETI o tantos como papel me diera ZUNILDA o la llegada de la época de los trompos que nos hacía olvidar de las cometas. Eran otros tiempos poblados de fantasía y de mis primeros amores en el dibujo, creía que el mundo eran las cuatro cuadras alrededor de la casa de mis viejos y que la geografía era tan loca como yo y el MAR NEGRO era de tinta china dibujado por ALBERTO BRECCIA.

Chicle Bang, para la revista Las aventuras de Meteoro

LA MEJOR ENSEÑANZA
Por Fernando Ariel García

Descubrí a Ferro a través de las aventuras de Chicle Bang en la revista de Meteoro.
Ya le había leído algunos otros trabajos, es cierto, sobre todo aquellos que venía publicando en el Patoruzú semanal y en las inolvidables páginas gauchescas del Libro de Oro de Patoruzú (tan infaltable en la mesa navideña como el turrón, el pan dulce y la sidra), pero fue gracias a las andanzas de este particular sheriff que quedé irremediablemente prendado de su trazo movedizo y juguetón, acompañado por unas palabras que moldeaban la risa en mi boca mientras me acomodaban algunas neuronas en la cabeza.
Siempre me gustó (me gusta, en realidad) el tipo de humor que desarrolló Ferro a lo largo de su vida y su carrera, a esta altura indisolublemente ligadas. Un humor simple pero muy inteligente, capaz de combinar las sutilezas que se descubren al pasar los años y el exabrupto que se capta con la inmediatez inocente de la niñez.
Creo que ahí reside la frescura de sus historietas, hayan sido hechas hace cincuenta años o mañana. En los tiempos de Chicle Bang yo estaba en el colegio primario. Las cosas afuera del aula no andaban muy bien. A decir verdad, adentro del aula tampoco.
Y aunque la currícula educativa era bastante retrograda y represiva, gracias a Ferro tuve mi propio curso intensivo sobre el valor más indispensable de toda la condición humana: La Libertad.
No me di cuenta en ese momento, pero mis años formativos quedaron marcados por la lectura que hice de esas cuatro páginas semanales.
Estoy seguro de que, con su trabajo, Ferro me enseñó cómo hacer de mí una mejor persona. Y esa es una deuda que nunca voy a terminar de pagarle.
Gracias, maestro.
Texto publicado en Sonaste Maneco Nº 3 (enero a marzo de 2005), para la cobertura del homenaje a Eduardo Ferro realizado por el Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, el 3 de diciembre de 2004.

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