lunes, 22 de septiembre de 2014

EL NÚMERO. 73304.23.4153.6.96.8: EL AZAR ES CUESTIÓN DE SUERTE

El número. 73304.23.4153.6.96.8. Autor: Thomas Ott. Portada: Thomas Ott. 140 páginas en blanco y negro. Loco Rabia / 2D Ediciones. ISBN: 978-987-3712-04-3. Argentina, septiembre de 2014. (Spoiler Alert: Esta reseña, aparecida originalmente en abril de 2010, cuenta algunas -demasiadas, tal vez- cosas relativas al argumento de la historieta. La republicamos a raíz de la edición argentina del libro, en el marco de la visita de Ott a Comicópolis. Están avisados. El que quiera seguir, que siga)

Numerología.
Así se denomina a la ciencia que estudia la influencia de los números sobre las gentes y las cosas. Como si el orden aleatorio de los números pudiera modificar la conducta de las personas, el humor de los ciudadanos. Como si la vida fuera un juego, el mundo su tablero y los hombres las fichas que se mueven a voluntad. ¿A voluntad de quién?


¿Qué le habría dicho la numerología a Joe Perez? Doble homicida. Condenado a morir en la silla eléctrica. Ojos desorbitados ¿por la espera? ¿por la congoja? de saberse ido. Para siempre. Con mucha más pena que gloria. Duerme de costado. Fuma su último cigarro. Duerme boca arriba. ¿Piensa? Sus dedos ¿encuentran? un pequeño papel dentro de una Biblia. Una tira de papel, fina y larga, con un número escrito a mano. 73304-23-4153-6-96-8. Lo vuelve a guardar dentro de la Biblia, como si ese fuera un gesto trascendental y no sólo un último gesto. Su último gesto.


¿Qué le habría dicho la numerología al verdugo de Joe Perez? Un hombre gris y rutinario del que ni siquiera sabemos su nombre. Uno de los tantos seres anónimos que pululan por las ciudades. De esos que se levantan a las 8 de la mañana, toman un desayuno apurado frente al diario del día. Se van a trabajar. Trabajan. Vuelven de trabajar. Cenan apurados frente al mismo diario de la mañana. Uno de esos tipos dedicadamente solitarios. Esmeradamente solitarios. Tan solos que ni ellos mismos se saben hacer compañía. Uno de esos tipos que adoptó la espera como estado definitivo de su vida. O de su transcurrir en este mundo.


Y un día, este buen hombre cuyo trabajo es el de matar a sus congéneres bajo el amparo de la ley, llega a su lugar de trabajo y se cruza con Joe Perez. Tampoco se cruzan tanto, para ser honestos. Sólo lo suficiente para bajar la palanca que abrirá el flujo de elctricidad que ha de freírle el cerebro al condenado. Sólo lo suficiente para terminar barriendo el salón dónde se hizo justicia. ¿Se hizo justicia? Lo que importa es que al barrer, el anónimo administrador de muerte encuentra un pequeño papel. Una tira de papel, fina y larga, con un número escrito a mano. 73304-23-4153-6-96-8. ¿Qué lo lleva a guardárselo en el bolsillo? 


La numerología entra en acción. ¿O será el destino? Los números empiezan a seguir al verdugo. Los números no, el número. 73304-23-4153-6-96-8. Lo persigue. Lo alcanza. De a poco, por partes. Haciéndose desear. Dándole el tiempo necesario para que ese cerebro abombado empiece a funcionar de nuevo, engarzando las pequeñas muestras de realidad que empiezan a modificar su percepción. Un perro chihuahua, chiquito y feo, se le cruza dos veces en el mismo día. Lucky se llama. ¿Un golpe de suerte? En una de sus orejas tiene tatuado el 73304. El 23 se le aparece desde la foto de un maratonista. El 4153696 resulta ser el teléfono del dueño de Lucky, escrito en el papel pegado en la calle que pregunta por el paradero del perrito. El 8 del final es el número del departamento del dueño de Lucky, que termina siendo dueña. La señorita Price. El precio de la suerte.


Un precio alto. ¿Pero cómo no pagarlo gustoso? Si por una vez en la vida, la existencia empieza a parecerse a algo parecido a la vida. Un bar de solos y solas, donde toca el octeto del Dr. Moebius, el de la cinta sin fin cuyas extremidades se muerden la cola permanentemente. Risas. Algo de alcohol. Mucho de juego. La vida como un juego. De cartas. De dados. La noche es un casino. Y están de suerte. Ganan. A la ruleta. A la soledad. Una noche húmeda, de sexo. ¿De amor? La naturaleza díscola del azar. El problema de las noches largas siempre aparece al amanecer del día siguiente. La cama que era chica para dos resulta grande para uno. Ella se fue. Con la plata. La vida como un juego. De cartas marcadas. De dados cargados.


Pero el anónimo verdugo no está solo. Los números lo acompañan. Los números no, el número. 73304-23-4153-6-96-8. Lo persigue. Lo alcanza. De a poco, por partes. Haciéndose desear. Dándole el tiempo necesario para que ese cerebro abombado empiece a funcionar de nuevo, engarzando las pequeñas muestras de realidad que empiezan a modificar su percepción. En el brazo de un sobreviviente de un campo de concentración. En un arma. En un precio. En un número de colectivo. En el descenso al infierno. En la elección de tirarlo todo (nada) al demonio. De dejarse arrebatar por el fuego redentor de la bronca. De descubrir el vacío que siempre estuvo ahí. Adentro. Haciéndonos compañía. Un camino sin retorno. Donde vuelven a mezclarse las cartas. Donde vuelven a tirarse los dados. Cartas marcadas. Dados cargados. Los roles se cambian. Y una Biblia. Y una tira de papel, fina y larga, con un número escrito a mano. 73304-23-4153-6-96-8.

Ott, ¿sabrá más por viejo o...?

¿Cuántas palabras caben en el silencio? Todas, si el que habla es Thomas Ott. Maestro del arte del grabado y la historieta muda. Un artista capaz de transformar la hoja en un relato hipnótico. Capaz de arrancarle a esa masa negra pequeños destellos de luz. De un blanco mortecino y final. Una luz que ilumina pero no alumbra. Capaz de resumir en un trazo (un tajo) la alienación de la vida hueca del hombre. Del hombre gris, oscuro, opaco. Apagado. Agotado más allá del cansancio. Del cansancio espiritual, claro. Detenido en un momento continuo. Permanente y perverso. A la espera de un golpe de suerte.
Un golpe de suerte que no ha de venir. Nunca. 
Fernando Ariel García

Ilustración para la sobrecubierta de la edición limitada argentina

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