viernes, 5 de septiembre de 2014

SIN CITY 2: DEL EXCESO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES

Sin City: Una mujer para matar o morir. Directores: Frank Miller y Robert Rodríguez. Protagonistas: Mickey Rourke, Jessica Alba, Josh Brolin, Joseph Gordon-Levitt, Rosario Dawson, Bruce Willis, Eva Green, Powers Boothe, Dennis Haysbert, Ray Liotta, Christopher Meloni, Christopher Lloyd, Jaime King, Jamie Chung y Lady Gaga, entre otros. Participaciones especiales de Frank Miller y Robert Rodriguez. Guionista: Frank Miller, en base a personajes y situaciones de su serie de novelas gráficas Sin City. Canción de créditos finales: Skin City, de Robert Rodríguez e interpretada por Steven Tyler. Aldamisa Entertainment / Demarest Films / Miramax Films / Solipsist Film / Troublemaker Studios. EE.UU., 2014.

Desde que rompiera moldes en el mundo del cómic allá por 1991, Sin City pasó de ser una avanzada en el arte de la narración secuencial a un nuevo estándar de mercado. Perdido el impacto de la sorpresa visual que postulaba ese estilo de alto contraste entre las masas de blancos y negros en permanente tensión, puesta a prueba por el estallido puntual de algún color (re)significante de la acción, la forma se comió al contenido. Y la apropiación de los cánones noir y pulp que refundaban el valor empático de la primera persona en off, las píldoras de ácido humor negro, la abundancia de frases cortas y punzantes que contribuían a crear un clima existencialista tan filosófico como desahuciado, quedaron reducidas a líneas de texto más fingidas que sentidas.


Creo que, en el camino, Frank Miller se ensoberbeció como autor; y encontró en los excesos una nueva identidad artística capaz de satisfacer a la coyuntura. Tal vez porque gran parte de la industria del entretenimiento masivo norteamericano estaba buscando refugio en los desbordes, en la exageración intencionada de toda materia plausible de ser puesta en imagen, pretendiendo compensar con sobresaltos la poca capacidad argumental para atrapar y retener la atención de lectores y/o espectadores. En ese sentido, la dinámica de la desmesura se apropió del universo ficticio de Sin City. Y esta Sin City: Una mujer para matar o morir (Sin City: A Dame to Kill For, 2014) deviene ultrafidedigna transposición de esta licencia, de esta prédica. No en vano, revalidando su título de creador absoluto de la ciudad del pecado, Frank Miller se ocupa de la dirección (compartida con Robert Rodriguez), del guión y hasta de actuar un par de cameos.


Redoblando la apuesta de la primera película, estrenada en 2005, Sin City 2 es un verdadero canto a los excesos: Altísimos niveles de una violencia exquisitamente coreografiada, capaz de estilizar el asco y el rechazo ante la brutalidad insensata que chorrea la pantalla. Misoginia y misandria desbordadas, decantadas en una visión meramente utilitaria del ser humano. Abuso de arquetipos y estereotipos tomados del manual básico de la novela negra clásica, desde el cínico detective privado hasta la pretendidamente compleja femme fatale, pasando por el descerebrado patovica atestado de esteroides, la puta noble, el médico borracho, el policía honesto que derrapa y el político corrupto que es dueño del poder.


Que estas premisas tan transitadas funcionen lo bien que funcionan (hasta los últimos 20 minutos, más o menos) es mérito exclusivo de los rubros técnicos, con secuencias enteras que alcanzan la belleza formal de la elegancia sutil, abrazándose a los cuadritos dibujados por Miller con la misma intransigente fe con que la Iglesia Católica aferra La Biblia para explicarlo todo. Grandilocuente al divino botón, la película no sólo no capitaliza el reparto multiestelar que amontona a Mickey Rourke, Jessica Alba, Josh Brolin, Joseph Gordon-Levitt, Rosario Dawson, Bruce Willis, Eva Green, Ray Liotta y Christopher Lloyd (dejemos de lado los segundos de Lady Gaga, por favor) en actuaciones epidérmicas y bideminsionales hasta para este tipo de melodramas; sino que se da el lujo de arruinar un final perfecto con un anticlimático final posterior, que devalúa fuertemente el capital consolidado hasta ese momento.


Estancada en los logros alcanzados, Una mujer para matar o morir no supo, pudo o quiso evolucionar. La multiplicidad de historias entrelazadas, que logró su cometido dramático en la primera película, aquí no suma. Tal vez por la pretensión de funcionar, al mismo tiempo, como obra en sí misma y como precuela-secuela-instancia entremedio de Sin City 1. De los cuatro relatos (dos adaptados de cómics preexistentes -Just Another Saturday Night y A Dame to Kill For- y dos escritos por Miller especialmente para el filme -The Long Bad Night y Nancy’s Last Dance-), sólo el primero de los nuevos cumple y garpa. Protagonizado por Joseph Gordon-Levitt, Powers Boothe y Christopher Lloyd, The Long Bad Night es un soberbio ejercicio de cine, sobriamente narrado, con el necesario equilibro entre la acción que se lleva a cabo y la motivación que los personajes dirimirán en un duelo pírrico de poética justicia.
Tal vez, se me ocurre mientras escribo estas líneas, el futuro cinematográfico de Sin City se encuentre en el cortometraje. Ojalá. Todavía quedan muchos lugares de la ciudad por recorrer. 
Fernando Ariel García















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