Los últimos días del Graf Spee. Guión: Rodolfo Santullo. Dibujos: Matías Bergara. Portada: Matías Bergara. 96 páginas en blanco y negro. Estuario Editora/Grupo Belerofonte. ISBN: 978-9974-699-79-3. Uruguay, septiembre de 2013.
Nueva portada, formato reducido, algún que otro "parche" (así lo llaman los autores) en los dibujos originales; y el agregado de dos páginas realizadas para un folleto publicitario, no incluidas en la primera edición de 2008. No son tantas las diferencias formales existentes entre ambas versiones, así que queda justificada (digo yo) la republicación de la crítica que diéramos a conocer en Sonaste Maneco Nº 15, en el lejano abril de 2009.
Los italianos tienen una frase que le calza al nuevo trabajo de los uruguayos Rodolfo Santullo (guión) y Matías Bergara (dibujos): Se non é vero, é ben trovato. Algo así como Si no es cierto, está bien inventado. Y no porque Los últimos días del Graf Spee privilegie la fantasía por sobre la historia documentada, que no es el caso, sino porque la ficción hilvanada alrededor del hecho cierto sabe capitalizar la fusión de distintos períodos temporales (teniendo, aparte, la honestidad intelectual de blanquearlos frente al lector no iniciado en el devenir del acorazado alemán hundido en las costas del Río de la Plata, justo frente a la ciudad de Montevideo, en diciembre de 1939), principalmente para poner en su justa perspectiva la naturaleza de la historia que realmente importa, la de ese hombre que marcó diferencia cuando podría no haberlo hecho.
Ese hombre fue Hans Wilhelm Langsdorff, capitán del Graf Spee en los tiempos del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, un escenario sobre el cual el Tercer Reich montaría su aceitada maquinaria de matar. Y en ese contexto, obedeciendo las órdenes emanadas de la superioridad, Langsdorff tuvo el coraje de no negociar sus convicciones. Actuó de acuerdo con lo que le exigía el deber de su rango militar perteneciente al nazismo, es cierto, pero sin quebrantar su personal código de honor. Bajo su mando, en declarado combate a la amenaza que la marina británica representaba para Alemania, el Graf Spee hundió nueve barcos mercantes ingleses. Pero lo hizo, detalle no menor, sin haber matado a ninguno de sus tripulantes.
Sé que voy a ser injusto al escribir lo siguiente, pues tanto Santullo como Bergara son dueños de sus propias voces narrativas, pero la lectura del Graf Spee me trajo a la memoria las sensaciones que descubrí al tomar contacto con los mejores episodios del Ernie Pike de Oesterheld y Pratt. Una: La convicción de que, pase lo que pase, uno es el único responsable de las decisiones que tome, más allá de las presiones que genere el entorno. Langsdorff podría haber hundido los barcos con sus tripulantes a bordo. El momento histórico se lo hubiera permitido, sin dudas, pero decidió recoger a todos los marinos que iban a bordo y ponerlos a salvo antes de torpedear los barcos hasta hundirlos. ¿Por qué preocuparse por las vidas del enemigo? Por la misma razón que protegió las vidas de su tripulación al hundir el Graf Spee para que no cayera en manos inglesas. Porque era lo que correspondía hacer. El respeto a la vida, más allá de las banderas, es lo único que nos diferencia de las bestias. Frente a la instancia culminante, el Hombre tiene la opción de abrazar su destino o de dejarse llevar. Hay un precio a pagar, por supuesto; y no todos están dispuestos a asumirlo. Langsdorff sí. Y se hizo cargo.
Y dos: Más importante que el hecho contado es el lugar desde dónde se lo cuenta. El lugar simbólico y, en este caso, también físico. Santullo y Bergara miran la Segunda Guerra mundial con ojos uruguayos, con los ojos de ese territorio que (al igual que la Argentina) se declaró neutral porque las razones geográficas se le permitían, pero que combatió (o permitió que se combatiera) desde otros frentes, principalmente el político y el diplomático.
Portada de la primera edición
Elegantemente vestida de policial negro, esta delicada tensión entre las convicciones
personales, los intereses supranacionales y el flujo de los movimientos históricos, está en el corazón de la trama de Los últimos días del Graf Spee, sin descuidar nunca los efectos que tremendo choque descarga sobre los ciudadanos de a pie. El pasado no está tan muerto como creíamos, parecen decirnos sus autores, todo depende de qué decidamos hacer con él. Por lo pronto, Santullo y Bergara lo sacan a flote para compartir sus especulaciones con nosotros. Y para mostrarnos la diferencia entre ser un sujeto de la Historia o un mero objeto de las manipulaciones políticas.
Fernando Ariel García
No hay comentarios:
Publicar un comentario