Laberinto de mentiras. Director: Giulio Ricciarelli. Protagonistas: Alexander Fehling, André Szymanski, Friederike Becht, Johannes Krisch, Hansi Jochmann, Johann von Bülow y Robert Hunger-Bühler, entre otros. Guionistas: Elisabeth Bartel, Giulio Ricciarelli. Claussen+Putz / Naked Eye. Alemania, 2014. Título principal del 15º Festival de Cine Alemán que se desarrolla del 10 al 16 de septiembre, en los cines Village de Recoleta y Caballito. Funciones: Martes 15 a las 14:30 horas (Caballito), sábado 12 a las 19:30 y martes 15 a las 17:00 horas (Recoleta).
¿Es posible pensar un mundo en dónde no se sepa qué fue y qué pasó en Auschwitz? Yo diría que no, pero por lo que nos cuenta Laberinto de mentiras (Im Labyrinth des Schweigens, 2014), ese mundo no sólo fue posible sino que fue real. Y armado como parte de las decisiones tomadas por el ejército aliado en el marco de las políticas de desnazificación de Alemania, rimbombante eufemismo acuñado para esconder el silenciamiento sobre los crímenes cometidos por los nazis. Al menos en Alemania, que en 1958 todavía mantenía reinsertos en la sociedad a los miembros de las SS y el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (selecta élite los primeros, amplia mayoría de la población los segundos), bajo una máscara de inocencia democrática y pujante ética republicana. Hitler ya tenía colgada la cucarda de Diablo; y algunos nazis de renombre ya habían sido juzgados y castigados en Núremberg, así que... para qué ir más allá.
Lo más terrorífico de esta trama basada en hechos reales es que, de no ser por la decisión de un par de fiscales y un periodista de Frankfurt, apoyados por el empuje de los supervivientes de Auschwitz y parte del Mosad, el icono del Holocausto podría hoy seguir siendo visto y entendido como el gran decorado de una superproducción hollywoodense filmada por Spielberg. El largo y tortuoso camino que llevó a una nueva generación de alemanes a tomar conciencia de que aquello que había pasado en Auschwitz había sido realizado por sus padres, es lo que recrea Laberinto de mentiras, en un clima de thriller político interrumpido por dos historias de amor filial con final trágico y un escarceo amoroso con idas, vueltas y una puerta auspiciosamente abierta para el cierre.
La búsqueda de la verdad es el gran tema de la película; y eso es algo para agradecer. Lo más fácil, supongo, habría sido dedicarse a la recreación fidedigna del primer proceso judicial alemán, llevado adelante en territorio alemán, contra los miembros de las SS que implementaron la Solución Final en Auschwitz, un mojón histórico que cambió la autopercepción germana y propició cierto movimiento de revisionismo histórico teutón. Pero al haber ficcionalizado el camino previo al juicio, batiendo el cóctel con generosas partes de contradicción humana, intereses políticos y determinación a prueba de balas, lo que prima es la óptica del ciudadano convencido por el relato, comprador de esas falsas certezas que le taparon el sol con una mano durante casi veinte años. Y las nuevas perspectivas que se le abren con el acceso al conocimiento.
Sólo la verdad nos hará libres, pareciera atestiguar el filme del italiano Giulio Ricciarelli. Pero qué seremos capaces de construir con esa verdad y esa libertad, es otro cantar. Y la película no tira ninguna pista. Habrá que levantarse, salir de la sala y adentrarse en la realidad, bastante parecida a un laberinto. Y discernir entre las verdades y las mentiras que nos siguen atosigando.
Fernando Ariel García
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