Via de’Cerretani. En la entrada
principal dedicada a Florencia (ver http://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2012/10/memorie-delleternauta-tour-cuarta.html)
ya habíamos hablado de la centralidad de esta calle, que une la estación de
trenes de Santa Maria Novella con el omnipresente Duomo. Camino poblado por
bares históricos, iglesias, negocios de alta gama y comercios familiares con
tanta historia encima como la ciudad. Recorrerla sin apuro es abrirse paso a
través de todas las actividades desarrolladas por el hombre desde que el hombre
se alzó en dos patas. Esas actividades incluyen, por supuesto, la escritura y
la lectura. Y uno de los 104 puntos neurálgicos para la actividad librera
italiana se encuentra asentado aquí: La Feltrinelli (http://www.lafeltrinelli.it/fcom/it/home/pages/puntivendita/negozi/trova/toscana/la-Feltrinelli-Librerie-Firenze.html).
Ya habíamos entrado a un local
de La Feltrinelli en Nápoles y a otro en Roma. Pero en éste, la experiencia fue
distinta, mucho más plena. Y ello se debió a la exhibición privilegiada que le
habían dado al Memorie dell’Eternauta en el sector dedicado a las historietas y
las novelas gráficas. La razón, me dirá el encargado del sector cuyo nombre no
logro recordar (perdón por ello), se debe a que esta sucursal florentina adhiere
estrictamente a la política empresarial de venta masiva de los best-sellers
exitosos, apoyo irrestricto a los grandes clásicos de la literatura y el
pensamiento libertario; y la promoción de aquellos textos de naturaleza
política que ayuden a comprender el rol que la izquierda progresista debería
tener en el mundo contemporáneo (punto al que adscribiría Memorie…, según sus
palabras).
Filosofía empresarial que sigue
a pie juntillas los lineamientos impresos por Giangiacomo Feltrinelli, fundador
de la casa editorial que lleva su nombre en 1954. Nacido en Milán el 19 de
junio de 1926, Giangiacomo formó parte del cuerpo de partisanos que luchó
contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y, tras el fin de la
contienda, se afilió al Partido Comunista Italiano. Convencido de la
importancia formativa e informativa del libro, en 1948 creó la Biblioteca
Feltrinelli, que rápidamente devendría en Fundación Feltrinelli. Se labró su
propia estatura mítica al publicar por vez primera dos de las obras literarias
más importantes del mundo: El
gatopardo (1958), de Giuseppe Tomassi di Lampedusa; y Doctor Zhivago (1957), de
Boris Pasternak, sacada de contrabando de la Unión Soviética (en donde estaba
prohibida) y publicada en Italia tanto en ruso como en italiano. Como si todo
esto fuera poco, en 1972 tomó una excelente foto de Korda e inmortalizó la
mirada del Che Guevara en un póster reproducido hasta el infinito.
A nivel personal y desde el
catálogo elegido, Feltrinelli apoyaba a las juventudes contestatarias; y las
juventudes contestatarias lo abrazaron a él tanto como a sus libros. Por haber
editado a Pasternak, este hijo de la burguesía milanesa más acomodada fue expulsado
del PC italiano, hecho que lo llevó a cerrar filas con los movimientos
revolucionarios de la izquierda más extrema. En 1964 viajó a Cuba y se entrevistó con Fidel Castro. En el ’67, estuvo
en Bolivia intentando liberar al Che Guevara, pero fue arrestado y puesto a
disposición de los servicios de inteligencia estadounidenses. En 1969 pasó a la
clandestinidad, tomando contacto con las fuerzas subversivas de Sudamérica y
Checoslovaquia. Y un año después, fundó el partido GAP (Gruppi d’Azione
Partigiana).
Por
su activismo político, Feltrinelli venía siendo constantemente monitoreado
desde los ’50 por el Mossad, los servicios italianos, la Logia P2 y la CIA, que
lo consideraba “un elemento notablemente peligroso para las instituciones
democráticas.” El 14 de marzo de 1974, fue encontrado
muerto al pie de un poste de alta tensión en la pequeña localidad de Segrete,
muy cerca de Milán. La historia oficial asegura que su muerte se debió a la
mala manipulación de los explosivos que intentaba colocar al pie de una columna
para volar la torre. Casi cuarenta años después, la desclasificación de las
pericias médico-legales originales estarían abonando la teoría de un homicidio
político disfrazado de atentado fallido, ya que hablan de algunas heridas
presentes en el cuerpo que podrían llegar a ser incompatibles con las
producidas por la explosión del aparato operado por Feltrinelli.
Casi cuarenta años después y
aún a pesar de su tamaño (tercer grupo editorial italiano después de Rizzoli y
Mondadori), La Feltrinelli es una especie de rara avis de la industria,
haciendo equilibrio entre los manuales de estilo de las grandes corporaciones mundiales
y las empresas familiares que continúan la visión/misión de su fundador. El
grupo, que incluye a la editorial (que acaba de adquirir un importante
porcentaje de la española Anagrama) y una cadena de modernas megalibrerías,
vende todo aquello que guarde relación directa e indirecta con el papel
impreso, la cultura y el entretenimiento. Pero los libros, aseguran, sigue
siendo su norte principal. Es que tratamos
de ser fieles al espíritu con que nació la empresa, reafirmará el encargado del
sector historietas mientras hablamos de Hugo Pratt y la disponibilidad de las
obras de Mattotti y Pazienza; y por ello nos parece que Memorie dell’Eternauta
es un libro importante.
Nos
fuimos de La Feltrinelli con el pecho hinchado, abriéndonos camino hasta la
Biblioteca delle Oblate, donde nos esperaban para una presentación. Pensando,
como Giangiacomo Feltrinelli, que de un libro también puede germinar una
revolución.
Próxima parada: Turín, campo de
batalla final entre la Luz y la Oscuridad.
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