lunes, 19 de septiembre de 2011

MEMORIE DELL’ETERNAUTA TOUR – INTERMEZZO NAPOLETANO

No existen las casualidades ni las coincidencias. Aquello que a nosotros puede parecernos fruto del azar es, en realidad, producto de las fuerzas universales que conspiran a nuestro favor. Y si no es así, debería serlo. Estoy aquí, tranquilamente sentado en casa, empezando a golpear las teclas en busca de algún sentido, hurgando en mis recuerdos (intelectuales y emotivos) de esos hermosos días en Procida en los cuales todo estaba en el lugar correcto, en el momento indicado. Familia, amigos, tiempo invertido en viajes, comidas y charlas intercaladas, muchas historietas. Había estado armando en la cabeza cómo sería esta entrada, dedicada a la visita relámpago a Nápoles que hice para participar de una charla en el edificio central de la Universidad de Estudios de Nápoles “L’Orientale” (http://magazine.unior.it/ita), en el marco de las jornadas Un ambiente fatto a strisce (http://magazine.unior.it/ita/content/un-ambiente-fatto-strisce).


Estaba pensando en la figura de Loris Tassi, verdadero motor de esta instancia particular, recuperando la calidez de su trato personal, su solidez profesional para encarar el análisis del mundo circundante a través de las narraciones populares, su confeso amor hacia las historietas y la literatura argentinas y latinoamericanas. Estaba pensando en Loris Tassi cuando el timbre de calle me arrancó de ese estado de ensoñación consciente que es el momento puro de la escritura, ese instante fuera del tiempo y del espacio en donde todo es posible y probable. Dije que no existen las casualidades ni las coincidencias porque la razón del timbre era el arribo de la entrega postal que Loris me había enviado desde Nápoles. Tres maravillas editoriales que, por humana necedad, había dejado ir durante mi estancia en Italia. Tres maravillas editoriales que, por humana generosidad, Loris había buscado (y encontrado y despachado) para mí.



Fervor de Nápoles


Con el recuerdo hecho presente, con las memorias reconvertidas en elementos físicos que mis dedos estaban tocando en ese preciso momento, volví a sentarme frente al teclado, volví a sentarme en el vaporetto que me traía a Nápoles desde Procida, haciendo un alto en las jornadas situadas en la isla para continuarlas, por un día, en el territorio continental. Ya lo dije antes y voy a repetirlo ahora: Nápoles es adictiva. La dosis nunca alcanza. Siempre se quiere más. Y la certeza de caminar nuevamente por esas calles, de perderme un rato entre la descontrolada marea de gentes y autos que fluyen al ritmo del orden del caos, era (es) una de las sensaciones más potentes que pueda brindar este nivel de existencia.



Muelle Beverello, de dónde parten (y adonde llegan) los vaporettos que unen Procida y Nápoles


Loris me estaba esperando en el puerto. Nápoles estaba un poco más ansiosa y exaltada que los días anteriores. Tenía sus motivos: Era un día de huelga contra la administración Berlusconi, a favor de la libertad y los derechos ciudadanos. Iba a haber menos gente en la charla, me dijo Loris, porque los estudiantes también estaban marchando por las calles de la ciudad, peleando por mejores presupuestos para la educación, defendiendo la independencia ideológica de los centros de estudio. Mientras caminábamos las pocas cuadras que separan al puerto de la Universidad, me fui enterando del rol contestatario de “L’Orientale” en la sociedad de la que forma parte. Verdadera usina de pensamiento crítico, la universidad está instalada como férreo centro de resistencia contra los valores ideológicos y morales que definen al berlusconismo. Y en ese lugar, con ese contexto, íbamos a hablar de El Eternauta y los mensajes humanistas de la obra de Oesterheld y Solano López.



Por supuesto, decir que hablamos sólo de El Eternauta es minimizar los alcances de la conversación. Tanto Loris como su amigo Roberto Colonna (que tuvo la bondad de dedicarle unas líneas a nuestro Memorie dell’Eternauta. Ver http://labitacorademaneco.blogspot.com/2011/08/memorie-delleternauta-de-narracion-de.html) y los alumnos que participaron de la charla sin dejar de participar de la huelga, entienden y estudian a Oesterheld y su obra dentro del marco de la narración literaria. Durante las casi tres horas que duró la actividad (y la larga y abundante sobremesa que le siguió en un bar cercano), HGO formó parte del entramado creativo que reconoce en Borges, Bioy Casares y Cortázar a una especie de Santísima Trinidad de las letras argentinas. Un triunvirato que se completa y complementa con otras figuras tanto o más atractivas, necesarias e influyentes que los tres popes mencionados: Rodolfo Walsh, Roberto Arlt, Macedonio Fernández, entre otros. Porque más allá de los idearios que El Eternauta reconoce y pone en juego, también intentamos analizar el influjo ejercido por las lecturas de HGO en los autores que lo leyeron sin saber (o a sabiendas) de que estaban formándose como narradores. De Fontanarrosa a Piglia, la impronta oesterheldiana en la literatura argentina fue puesta en primerísimo primer plano; y quedó en claro que nada hubiera sido lo que fue sin la influencia decisiva de esa nevada mortal sobre Buenos Aires.



La primera novela de Roberto Arlt


Y así, entre recomendaciones literarias e historietísticas cruzadas, llegó la hora de volver a Procida. A esa altura, la dosis napolitana era claramente insuficiente para mi torrente sanguíneo, pero las jornadas proseguirían en la isla y allí debía estar. Mis compañeros de aventura me acompañaron hasta el muelle, para descubrir que el vaporetto se había marchado un poco antes de lo previsto. Nada grave, sólo una espera de una hora y media hasta que partiera el próximo. Nos saludamos, apelando a futuros encuentros en cualquier lado del océano. No sabía todavía que la espera por el vaporetto iba a demorarse algo más de lo esperado. No me importaba tanto, la verdad, ya que un par de Dylan Dog y una Julia (ver http://labitacorademaneco.blogspot.com/2011/06/la-formula-de-la-felicidad.html) iban a acompañarme en el mientras tanto.
A mis espaldas, Nápoles continuaba resistiendo la nevada berlusconiana. No lo vi, pero era obvio que Juan Salvo caminaba entre esa multitud.

Entradas anteriores:
http://labitacorademaneco.blogspot.com/2011/07/memorie-delleternauta-tour-segunda.html
http://labitacorademaneco.blogspot.com/2011/06/memorie-delleternauta-tour-primera.html

http://labitacorademaneco.blogspot.com/2011/06/partir-de-manana-memorie-delleternauta.html

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