Película complicada de
encarar esta Otro corazón. O al menos para mí, que le encuentro más valores
morales y mensajes sociales que historia (o historias) narradas. Bien
expuestos, hechos relato coherente y cohesivo, aunque tal vez con los blancos y
los negros demasiado contrastados, tanto que podrían llegar a confundirse con
un decálogo de correcciones políticas consustanciadas con los discursos
progresistas que uno siempre apoya, aunque terminen algo desvirtuados al pasar
del dicho al hecho (en la realidad, no en el filme).
Fabián Gianola, Mariano Torre y Elena Roger (pareja en la vida real y en la ficción)
La donación de órganos (con el asesoramiento de INCUCAI y la Fundación Favaloro). La diversidad sexual. El cooperativismo. La opción por una vida con más valores humanos que miradas economicistas. Son algunas de las posturas que Tomás Sánchez (guionista y director) hace explícitas a través de los personajes que va construyendo y enhebrando delante nuestro, mientras la película va desandando su camino hacia el final previsible, donde la bienvenida y la despedida (¿las dos caras más importantes de esta existencia?) terminan dándose la mano en un acto de amor y de toma de conciencia.
El medio tono general tiene que ver, creo, con la espera como motor narrativo de la obra. Leo (Mariano Torre), a punto de ser padre con su esposa María (Elena Roger), debe empezar a lidiar con el drama que significa el trasplante de corazón que necesita su padre (Carlos Moreno). La obsesión por prolongar la vida de su padre a cualquier precio, posible contracara de su miedo a dejar de ser hijo, choca con la decisión de su hermano (Fabián Gianola), obstetra homosexual que prioriza la calidad del tiempo de vida paterna por sobre la cantidad. Tema difícil, abordado desde un costumbrismo que incorpora parejas dosis de humor y drama, escenificando dos formas de concebir el mundo, traducidas también en el conflicto entre la financiera del padre de Leo y una cooperativa rural deudora, más cerca del arpa que de la guitarra.
La forma en que confluyen, entrecruzan y resuelven ambas tramas, habla de la capacidad del director para ensamblar los mosaicos de una obra coral, sin descuidar sus unidades y logrando que el todo sea mayor a la sumatoria de sus partes. Buena parte de ello se debe, también, a los parejos y excelentes desempeños actorales de un reparto de lujo, con notables aportes de Lito Cruz y Betiana Blum.
El que espera desespera, sostiene el viejo adagio. El filme de Sánchez deja en claro que existen alternativas al tránsito de cualquier instancia de íntimo dolor familiar. Para ello, claro, deberíamos aprender a mirar la vida con otros ojos. Con otro corazón.
Fernando Ariel García
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