A Ermida. Polvo. “Ocupado en que la misa anual más importante de la capilla dedicada al culto de Nuestra Señora de la Concepción se lleve a cabo de la mejor manera posible, el padre Fortunato consigue obtener de Su Majestad, gracias a los buenos oficios de la Guardia Real (cuya patrona es la Virgen), el préstamo de unas famosas y valiosas joyas para que, de alguna manera, engalanen la celebración. Todo siguió sin problemas hasta que dichas joyas desaparecieron del cofre en donde el sacerdote las había guardado bajo llave. Y sin señales de haber sido forzado. Pasado el pánico inicial y llamada la Guardia, que inspecciona minuciosamente el lugar, no se encuentra nada. Misterio. Al padre Fortunato le son concedidos dos días para descubrir el paradero de las joyas y devolverlas a su dueño. Y es entonces cuando…”. Por Rui Lacas.
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