Si no fuera por un pequeño detalle, el
faltante arte de Curt Swan, esta historieta sería perfecta. Para quien no esté
al tanto de la historia editorial de Superman, basta con saber que Swan fue el
dibujante icónico del Hombre de Acero durante la década del ’70, definiendo el
tono y el estilo de las aventuras en cuatricromía del máximo superhéroe de
todos los tiempos. Y como Swan está muerto, no hay forma de que este cómic de
Alan Moore (guión) y Erik Larsen (dibujos) haya podido salir mejor de lo que
salió.
Sí, ya sé. El muchachote de blanco y
capa roja que está en el dibujo de arriba parece Superman pero no lo es. Eso es
lo que piensan ustedes. El muchachote de blanco y capa roja que está en el
dibujo de arriba es Superman, aunque no lo parece. Hagamos de cuenta que se
llama Supreme, una copia berreta del Último Hijo de Kryptón que Rob Liefeld
patentó en Youngblood cuando Image Comics era el sello independiente que salía
a pelearle los primeros puestos (creativos y comerciales) a Marvel y DC, a
principios de los ’90. Convengamos que a nivel comercial, la batalla fue muy
dura y pareja; pero a escala creativa, el Universo Liefeld (primero bajo el
sello Image, después como Maximum Press, después como Awesome Entertaiment y
ahora, otra vez, como Image) no se bancó ni un round. Salvo cuando el británico
Alan Moore se hizo cargo de un par de series; y sobre todo cuando esa serie fue
Supreme.
Al tomar la colección, Moore hizo lo
único viable que podía hacerse: Prescindir de todo lo anterior, cuarenta
números durante los cuales no había pasado nada interesante. Y haciéndose cargo
de lo obvio, que Supreme es Superman, se puso a escribir algunas de las mejores
metaficciones que se hayan publicado en este planeta. Porque además de una
aventura superheroica de Supreme, cada una de las revistas de Supreme podía (y
hasta debía) leerse como un estudio sobre la naturaleza de la narración
secuencial, un ensayo sobre la historia de los cómics superheroicos
estadounidenses; y una deconstrucción-reconstrucción de los mitos supermanianos
básicos y claves de la llamada Edad de Plata. O sea, las aventuras de Superman
mayormente dibujadas por Curt Swan, que los argentinos de más de cuarenta
supimos leer en las ediciones mexicanas de la Supermán (así, con acento en la
a) de Novaro.
Respetando los clichés setentistas,
Superman/Clark Kent pasó a ser Supreme/Ethan Crane, dibujante del personaje
Omniman para la editorial Dazzle Comics; Lois Lane pasó a Diane Dane; Jimmy
Olsen a Billy Friday; el archienemigo Lex Luthor a Darius Dax; Lana Lang a Judy
Jordan; Superchica a Suprema; el superperro Krypto a Radar, el Sabueso Supremo;
y las kryptonitas de todos los colores al supremium de todos los colores. Con
estas herramientas, Moore hizo de las revisiones periódicas de las
continuidades internas de los cómics, material filosófico desde donde abordar
temas como la existencia y la identidad. Pero, tras veintiún números (15 de la
serie regular y 6 de la miniserie Supreme: The Return), debido al cierre de la
editorial Awesome, la saga quedó sin su final publicado. Publicado, porque
Moore sí lo había dejado por escrito.
Haciendo corto lo largo, ese final
acaba de ver la luz; y se trata del Supreme Nº 63 que aborda esta reseña. Si ya
leyeron todos los números anteriores, mejor, esta aventura cierra abriendo las
puertas para el relanzamiento de la nueva serie regular de Supreme, a cargo de
Erik Larsen. Si no leyeron todos los números anteriores, no importa. Como
siempre en las metaficciones de Moore, el botón de muestra se sostiene por sí
solo y, al mismo tiempo, exhibe la compleja trama de ramificaciones que ha ido
consolidando. Eso sí, si no les gusta el Superman de los ’70, síganle de largo,
porque en las relaciones de ida y vuelta entre los materiales descansa el mayor
atractivo de los territorios conocidos como Supremacía y Daxia, manifestación
física de los limbos a dónde han ido a parar las distintas versiones de Supreme
y Darius Dax, dispuestas a entrar en conflicto bélico masivo.
Sabia conviviencia entre las
perspectivas de los ’70 y el nuevo milenio, experimentación en base al
intersticio en dónde se influyen y modifican la materia y la imaginación,
historietas autoconcientes de su condición de historietas, en tanto creación
artística y producto industrial. Las historias de Supreme son las mejores
historias de Superman jamás contadas. DC podría tomar nota de esto; y hacer del
original algo más que una mera copia.
Fernando Ariel García
Supreme Nº 63. Guión: Alan Moore.
Dibujos: Erik Larsen y Cory Hamscher. Color:
Steve Oliff. Portadas: Erik Larsen, Cory Hamscher y Rob Liefeld. Editor:
Eric Stephenson. 32 páginas a todo color. Image Comics. ISSN:
70985301179806311. EE.UU., abril de 2012.
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