martes, 4 de mayo de 2010

IRON MAN 2: MÁS NO SIEMPRE ES MEJOR

Llegué al cine (en realidad, al centro comercial) con miedo y expectativa. Compré mi entrada con sensaciones encontradas. Iron Man me había gustado. Mucho. Es una película entretenida, que no se toma en serio. Y eso le sienta bien. Entretenimiento pasatista, sí, pero entretenimiento en estado puro. Me divertí viéndola. Algo que no me pasó con la última peli del Hombre-Araña, con la última de los X-Men, con la primera de Wolverine y no sé con cuántas más. Todas cayeron en la misma trampa. La acumulación de personajes y tramas, que trajo aprejado una disolución caracterológica y la banalización argumental de ideas que daban para más. Hay una lógica hollywoodense detrás de este fenómeno. Y es la de creer que más es mejor. Y no siempre es así. Amontonar no es sumar. Por lo general es al revés. Termina restando.
De ahí mis resquemores. Más allá de la trama central entre el superhéroe y el villano de turno, Iron Man 2 venía promocionando la incorporación de nuevos diseños de armaduras para el Hombre de Hierro, la transformación del teniente coronel James Rhodes en Máquina de Guerra, la entrega de mayor tiempo en pantalla para Nick Fury y el andamiaje interno que culminará con el megafilme de Los Vengadores; y la presentación en sociedad de la Viuda Negra. ¿Sería capaz el director Jon Favreau de cohesionar tantas aristas en un sólo metraje de dos horas y algunos minutos? Esa era la duda que me corroía mientras las luces de la sala se iban apagando y la pantalla empezaba a mostrar lo suyo.
Dos horas y algunos minutos después, tenía la respuesta a mi duda. Sí, Jon Favreau logró amalgamar bastante bien todas las puntas argumentales (aunque el pasado ruso de la Viuda Negra brille por su ausencia en una película cuyo enemigo es, justamente, ruso). Y la razón tras este logro es muy sencilla. Favreau capitalizó todo lo bueno que tenía Iron Man. Es más, de hecho, volvió a filmar la misma película. Sólo le agregó nuevos ingredientes y los batió a otro ritmo y con un presupuesto más abultado.
Al igual que en Iron Man, en Iron Man 2 Tony Stark está al borde de la muerte; y la armadura representa su salvación y su eterna condena. Su creación es buscada, deseada, necesitada, tanto por el Ejército de los EE.UU. como por las corporaciones del negocio armamentista (si el peligro antes nacía en el seno de la propia empresa, ahora lo hace en la competencia, pero sigue siendo lo mismo); y el desenlace final involucra el enfrentamiento tecnológico entre visiones utilitarias de la armadura. Pocas visiones, pero muchas (muchas) armaduras. Que las secuencias de acción estén tan logradas, manteniendo y potenciando la estética comiquera tiene que ver, principalmente, con el talento de Genndy Tartakovsky, creador de El laboratorio de Dexter y Samurai Jack, que aquí se hizo cargo del storyboard y el diseño de las escenas que son, sin dudarlo, el corazón del filme.
El alma, por otra parte, está en los personajes. Iron Man 2 es una película de acción, pero fuertemente enfocada en los conflictos internos de los protagonistas. Llega a buen puerto porque (es uno de los puntos fuertes en todas las producciones cinematográficas de Marvel, hay que reconocerlo), el casting es nada menos que excelente. De Robert Downey Jr. se dice que es el mejor actor de su generación. No sé si será cierto, pero aquí se luce componiendo a ese Stark excéntrico, inestable y multifacético, cabeza de una empresa multimillonaria y avasallante figura de corte mediático. Lo mismo vale para Gwyneth Paltrow y Don Cheadle, encargados de insuflarles vida al interés romántico de Iron Man y a su gran amigo y héroe de repuesto, respectivamente. Samuel L. Jackson es Nick Fury, nada raro si se tiene en cuenta que el Nick Fury de la historieta en que se basa el Nick Fury del cine está basado en Samuel L. Jackson. Si hasta el hierático Mickey Rourke está mucho más que convincente en su papel de Ivan Vanko, versión rusa de El luchador que, gracias a la tecnología, se convierte en Whiplash, villano muy menor en la historia de los cómics Marvel, tan menor que aquí ni siquiera se dignan llamarlo por ese nombre. Y el ver a Scarlett Johansson embutida en el apretado traje negro de neoprene de la Viuda Negra hace que todo esto tenga sentido, aunque a la Viuda Negra tampoco la llamen como deben sino como la agente Natasha Romanoff.
Pensando en los fanáticos Marvel (Zombies Marvel se hacen llamar) Iron Man 2 redobla la apuesta y exhibe abiertamente tres chispazos destinados a cohesionarse en las próximas entregas del Universo Marvel fílmico. Está Edwin Jarvis, el mayordomo de los Vengadores en las historietas, aquí metamorfoseado en la inteligencia artificial que asiste a Tony Stark. El escudo del Capitán América vuelve a mostrarse y utilizarse en una instancia clave. Y qué decir de la secuencia final, la que viene después de los largos créditos, la que está ambientada en el desierto de Nuevo México. Es algo que no deberían perderse por nada del mundo.
Se los juro.
Por el martillo de Thor.
Fernando Ariel García
Iron Man 2
EE.UU., 2010
Director: Jon Favreau
Protagonistas: Robert Downey Jr. (Tony Stark/Iron Man), Don Cheadle (teniente coronel James Rhodes/Máquina de Guerra), Scarlett Johansson (Natasha Romanoff/Viuda Negra), Gwyneth Paltrow (Pepper Potts), Sam Rockwell (Justin Hammer), Mickey Rourke (Ivan Vanko/Whiplash), Samuel L. Jackson (Nick Fury), John Slattery (Howard Stark), Jon Favreau (Happy Hogan) y Paul Bettany (voz de Edwin Jarvis), entre otros.
Guionista: Justin Theroux
Paramount Pictures / Marvel Entertainment

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