Si bien nació como personaje literario en 1953, la estatura
mítica de icono internacional de la cultura de masas le llegó recién un día
como hoy, de hace exactamente 50 años. Por esa razón es que el el globo
terráqueo se encuentra (ahora mismo) celebrando el medio siglo de vida del
estreno de Doctor No, primera entrega de la larga (larguísima) saga
cinematográfica del agente secreto con licencia para matar: 007. Bond, James Bond.
Bond. James Bond
Espía internacional del célebre Servicio de Inteligencia
británico MI6, Bond resultó ser el emergente geopolítico perfecto de las
paranoias conspirativas de la Guerra Fría. Héroe de acción viril y sofisticado,
frío y glamoroso, sádico y calculador, eficaz y elegante, implacable con las
mujeres y sus enemigos. Irresistible Don Juan que hace del sexo y la muerte un
mero trámite burocrácrito, Bond supo imponerse como uno de los principales referentes
capitalistas en la batalla bipolar que también se estaba llevando a cabo sobre
el terreno simbólico de las ideas. Y después de sus primeros segundos en la pantalla
grande, el escocés Sean Connery galvanizó su impronta como el 007 perfecto, al
igual que Ursula Andress (y su infartante biquini blanco) inmortalizaron en el
acto la figura de la Chica Bond.
La primera Chica Bond, con otro modelo y color de biquini (¿obra de la censura?)
Doctor No, quinta novela de la serie creada por Ian Fleming,
dio pie a la primera superproducción cinematográfica de 007, instalando todos
los tópicos que terminaron estandarizándose como clichés del personaje y sus
aventuras: Adelantos tecnológicos, deshumanización de los enemigos,
reconvertidos prioritariamente en figuras unidimensionales y totalitarias,
estrambóticos y carnavalescos detentores del terror, el miedo y la destrucción
que buscaban expandir por sobre el mundo libre y la cultura occidental, que
parecía ser lo mismo. Locaciones exóticas, bellas mujeres cosificadas, erotismo
descomprometido a la hora de encarar las relaciones humanas, machismo de
manual. Autos que quitaban el aliento, tiros, explosiones y superestructuras
secretas que definían el destino de los hombres sin que ellos lo supieran. Un
mundo de diseño hecho para el consumo inmediato. La existencia misma vista como
una secuencia dinámica, de montaje nervioso, jugada con el corazón en la boca, a
todo o nada, frenética, hipnótica, avasallante, excitante.
Un malo muy malo
Nada de ello pasó a las viñetas del cómic que adaptó la
película; y que National Periodical Publications (actual DC Comics) presentó en
el Nº 43 de Showcase, el título responsable por resucitar el género
superheroico en la llamada Edad de Plata. El trabajo artístico de Norman J.
Nodel redujo la trama argumental a una simple ilustración segmentada de sus
fragmentos principales, una aséptica descripción de entornos y situaciones,
mediante una esterilizada narración que equilibra todo hacia lo anodino, lo
chato, lo aburrido.
Acción que aburre
Si este Doctor No no se parece en nada a una historieta de la
DC de esos años es porque, en realidad, no lo es. Ante el estreno británico del
filme en octubre de 1962, la filial inglesa de Classics Illustrated le encargó
la adaptación a un guionista hoy desconocido y al ilustrador Norman J. Nodel,
dibujante de mapas para el ejército británico durante la Segunda Guerra mundial
e historietista de profesión. El resultado final, obviamente, respondía al
estilo probado e impuesto por Classic Illustrated a ambos lados del Atlántico,
opuesto en su concepción gráfica a las innovaciones narrativas planteadas por
DC y Marvel. A la hora de editar el material en los EE.UU., Classic Illustrated
consideró que Doctor No no encajaba en su línea editorial de valores formativos
enfocada hacia los escolares; y decidió no publicar la historieta.
Portada de la primera edición del cómic de Doctor No, aparecida en Classics Illustrated Nº 158 A
Independent News, la corporación mediática propietaria de
Classsics Illustrated en los EE.UU., resultó ser también la dueña de National
Periodical Publications, la editorial responsable de poner al alcance de los
niños de todo un país las aventuras mensuales de Batman, Superman y la Liga de
la Justicia, entre otros superhéroes de éxito probado. Uno de sus títulos
regulares, Showcase, estaba destinado a testear nuevas fórmulas y personajes
antes de dedicarles sus propias revistas (por allí pasaron Flash, Linterna
Verde, Aquaman y Atom, entre otros). Por su naturaleza antológica, Showcase
terminó siendo destinataria de Doctor No, arropada por una nueva portada
dibujada por Bob Brown. Showcase Nº 43 llegó a los puestos de venta en enero de
1963, cuatro meses antes del estreno estadounidense de la película. Obviamente,
al no haberse desatado la manía por Bond y los agentes secretos que dispararía
el filme, el cómic fracasó comercialmente y la posibilidad del título propio se
hizo humo. Ejemplo de
todo aquello que no debe ser una historieta de 007, este Doctor No vendría a
ser el equivalente historietístico de un Martini batido.
No agitado, como le gusta tomar a
Bond, James Bond.
Fernando Ariel García
Showcase Nº 43 (Doctor
No). Guión: No
acreditado, según el guión cinematográfico de Richard Maibaum, Johanna
Harwood y Berkely Mather, basado en la novela homónima de Ian Fleming. Dibujos:
Norman J. Nodel (no acreditado). Color: No acreditado. Portada: Bob Brown (no
acreditado). Editores: Murray Boltinoff y George Kashdan. 32 páginas a todo
color. National Periodical Publications (DC Comics). EE.UU., marzo-abril de 1963
(corresponde al dato impreso en la portada que, de acuerdo con las políticas de
distribución norteamericana, estipula la fecha en que la publicación debe ser
devuelta a los editores, no el momento en que la revista gana la calle).
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