martes, 15 de diciembre de 2020

LA VIDA ANTE SÍ: LA SOLIDARIDAD DE LOS NADIES

La vida ante sí. Director: Edoardo Ponti. Protagonistas: Sophia Loren, Ibrahima Gueye, Abril Zamora, Renato Carpentieri, Babak Karimi y Massimiliano Rossi, entre otros. Guionistas: Ugo Chiti y Edoardo Ponti, basado en la novela La vie devant soi (1975) de Romain Gary (bajo el seudónimo de Émile Ajar). Tema musical de cierre: Io sì / Seen / Yo sí / Eu sim / Moi si, interpretado en italiano, inglés, castellano, portugués y francés por Laura Pausini. Palomar. Italia / EE.UU., 2020. Estreno en la Argentina: Disponible en Netflix desde el 13 de noviembre de 2020.


Sophia Loren, revalidando por millonésima vez su status de icono cinematográfico. Ibrahima Gueye, actor debutante que se planta de igual a igual frente al icono. Las dos principales razones que elevan este melodrama bastante previsible a la categoría de trascendental obra artística. Lo de ambos es superlativo, de contenida introspección cuando corresponde, de explosiva expansión cuando se hace imprescindible. Lo que en otros sería terreno baldío, aquí es fértil sustrato para el tránsito de las emociones. Bravo. Bravísimo.


Adaptación de la homónima novela que ya fuera llevada al cine en 1977 con Simone Signoret en el papel principal, La vida ante sí (La vita davanti a sé / The Life Ahead) echa luz sobre la relación forjada, a la fuerza, entre una ex prostituta sobreviviente de Auschwitz y un preadolescente senegalés, huérfano de padres y de posibilidades. La primera tiene toda su vida por detrás, signada por los traumas que dejaron las heridas que no paran de sangrar. El segundo tiene toda su vida por delante; y llega a la casa de Madame Rosa (Sophia Loren) justo en el momento en que debe decidir qué camino tomar.


El dilema es claro y conciso. Momo (Ibrahima Gueye) puede optar entre una vida de trabajo dura y sacrificada, tal vez algo opaca y gris, con carencias garantizadas y algún destello de felicidad. O elegir la vía rápida que ofrece el narcomenudeo callejero, con plata fácil, acceso a cierto nivel social y placenteros espejismos. La decisión, cantada desde el principio, sobrevendrá como resultado de la evolución que transformará a Rosa y a Momo. De la violencia inicial al ineludible compromiso afectivo, el lazo económico devendrá filial, permitiendo la aparición y posterior consolidación de algo que ya parecía perdido en la condenada existencia de ambos: el amor.


El guion de Ugo Chiti y el director Edoardo Ponti (hijo de Carlo Ponti y Sophia Loren), traslada tiempo y locaciones del original, de un municipio parisino en los ’70 a la ciudad portuaria italiana de Bari, en la actualidad. También cambia las nacionalidades de los protagonistas, francesa y árabe, a italiana y senegalés, pero mantiene los nudos existencialistas que sostienen el relato: la orfandad, la vejez, la enfermedad, la muerte, la discriminación, los racismos surgidos de las cenizas del Holocausto, la precariedad social que pareciera definir las oportunidades de las minorías étnicas en tiempos de grandes migraciones forzadas. Y el resguardo que sigue brindando la empatía de los pares, la solidaridad de esos nadies que podemos ser nosotros.
Fernando Ariel García

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