La vida ante sí. Director: Edoardo
Ponti. Protagonistas: Sophia Loren, Ibrahima Gueye, Abril Zamora, Renato
Carpentieri, Babak Karimi y Massimiliano Rossi, entre otros. Guionistas: Ugo
Chiti y Edoardo Ponti, basado en la novela La vie devant soi (1975) de Romain
Gary (bajo el seudónimo de Émile Ajar). Tema musical de cierre: Io sì / Seen / Yo
sí / Eu sim / Moi si, interpretado en italiano, inglés, castellano, portugués y
francés por Laura Pausini. Palomar. Italia / EE.UU., 2020. Estreno en la
Argentina: Disponible en Netflix desde el 13 de noviembre de 2020.
Sophia Loren, revalidando por millonésima vez su
status de icono cinematográfico. Ibrahima Gueye, actor debutante que se planta
de igual a igual frente al icono. Las dos principales razones que elevan este
melodrama bastante previsible a la categoría de trascendental obra artística.
Lo de ambos es superlativo, de contenida introspección cuando corresponde, de
explosiva expansión cuando se hace imprescindible. Lo que en otros sería
terreno baldío, aquí es fértil sustrato para el tránsito de las emociones.
Bravo. Bravísimo.
Adaptación de la homónima novela que ya fuera
llevada al cine en 1977 con Simone Signoret en el papel principal, La vida ante
sí (La vita davanti a sé / The Life Ahead) echa luz sobre la relación forjada,
a la fuerza, entre una ex prostituta sobreviviente de Auschwitz y un preadolescente
senegalés, huérfano de padres y de posibilidades. La primera tiene toda su vida
por detrás, signada por los traumas que dejaron las heridas que no paran de
sangrar. El segundo tiene toda su vida por delante; y llega a la casa de Madame
Rosa (Sophia Loren) justo en el momento en que debe decidir qué camino tomar.
El dilema es claro y conciso. Momo (Ibrahima Gueye)
puede optar entre una vida de trabajo dura y sacrificada, tal vez algo opaca y
gris, con carencias garantizadas y algún destello de felicidad. O elegir la vía
rápida que ofrece el narcomenudeo callejero, con plata fácil, acceso a cierto
nivel social y placenteros espejismos. La decisión, cantada desde el principio,
sobrevendrá como resultado de la evolución que transformará a Rosa y a Momo. De
la violencia inicial al ineludible compromiso afectivo, el lazo económico
devendrá filial, permitiendo la aparición y posterior consolidación de algo que
ya parecía perdido en la condenada existencia de ambos: el amor.
El guion de Ugo Chiti y el director Edoardo Ponti
(hijo de Carlo Ponti y Sophia Loren), traslada tiempo y locaciones del
original, de un municipio parisino en los ’70 a la ciudad portuaria italiana de
Bari, en la actualidad. También cambia las nacionalidades de los protagonistas,
francesa y árabe, a italiana y senegalés, pero mantiene los nudos existencialistas
que sostienen el relato: la orfandad, la vejez, la enfermedad, la muerte, la discriminación, los
racismos surgidos de las cenizas del Holocausto, la precariedad social que
pareciera definir las oportunidades de las minorías étnicas en tiempos de grandes
migraciones forzadas. Y el resguardo que sigue brindando la empatía de los
pares, la solidaridad de esos nadies que podemos ser nosotros.
Fernando Ariel García
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