martes, 29 de marzo de 2022

DIABOLIK: LA MUERTE LE SIENTA BIEN

Diabolik. Directores: Manetti Bros. (Marco y Antonio Manetti). Protagonistas: Luca Marinelli (Diabolik), Miriam Leone (Eva Kant), Valerio Mastandrea (Inspector Ginko), Alessandro Roia, Serena Rossi, Luca di Giovanni, Vanessa Scalera y Roberto Citran, entre otros. Participación especial de Claudia Gerini. Guionistas: Manetti Bros. y Michelangelo La Neve, sobre una historia de Manetti Bros., Michelangelo La Neve y Mario Gomboli, basado en personajes y situaciones creados por Angela y Luciana Giussani para el cómic de Diabolik, especialmente las aventuras L’arresto di Diabolik (1963, guion de Angela y Luciana Giussani, dibujos de Gino Marchesi) y L’arresto di Diabolik – Il remake (2012, guion de Mario Gomboli y Tito Faraci, dibujos de Giuseppe Palumbo y Pierluigi Cerveglieri). Canción original: La profonditá degli abissi, compuesta e interpretada por Manuel Agnelli. Mompracem / RAI Cinema / Astorina. Italia, 2020. Estreno en Italia: 16 de diciembre de 2021.


No la tuvieron nada fácil los Manetti Bros. Como a muchos, la pandemia les obligó a posponer un año el estreno de su Diabolik. Como a pocos, les tocó salir a pelear pantalla compartiendo semana de estreno con el megatanque holyywoodense de Spider-Man: Sin camino a casa. Antes, habían tenido que (de)mostrarse capaces de alcanzar el alto estándar visual asociado a las historietas filmadas por Marvel y DC; y definir un estilo propio que despegara su visión de aquella que galvanizara (con todos sus pros y sus contras) el inmortal Mario Bava en 1968, con el incombustible Diabolik (o Danger: Diabolik), cumbre de la psicodelia pop filmada en Europa.


La verdad es que los Manetti salieron bastante airosos de semejante trance. Argumental y estilísticamente, se plantaron en los años ’60. Y dentro de ese marco referencial, montaron un aparato narrativo que explota el corazón noir de la franquicia desde una imaginería visual retro y (aparentemente) analógica, que le calza como anillo al dedo. Un ejercicio cinematográfico de modernidad vintage, que termina validando el tratamiento hoy retrógrado de algunos personajes femeninos y la resolución naif de ciertos nudos dramáticos, esenciales para que la historia llegue a su fin de la manera preconcebida.


Pero no todas son flores. Tomando como punto de partida el mítico tercer número del fumetto del brivido, con la indisoluble incorporación de Eva Kant al mito, la película parece la pegatina de dos episodios distintos de una serie televisiva inexistente, como si respondiera a aquella práctica tan común en la industria cinematográfica de los ’60 y los ’70, que buscaba explotar en la gran pantalla el éxito comercial de los diferentes productos pensados y realizados para la pantalla chica. En este caso, un “montaje” que deja ver las hilachas no sólo en los diferentes puntos de interés que concatena la trama, sino (y sobre todo) en las distintas concepciones estéticas que separan (aunque complementan) la primera y la segunda parte del largo metraje. Mucho más oscura y ominosa al principio, decididamente dinámica y deudora de la cultura de masas sobre el final.


No sé qué opinará la generación millennial, pero el film de los Manetti Bros. no tiene nada que pueda terminar siendo intolerable para un veterano fanático de Diabolik (aquellos que leímos sus hazañas en la versión argentina a cargo de Editorial Fascinación o en la revista española Macabro, por ejemplo). Principalmente, porque los actores principales (Luca Marinelli, Miriam Leone y Valerio Mastandrea) saben vestir la piel de sus personajes con capacidad y holgura. Y porque el icónico Jaguar negro llegó para quedarse, en nuestra playa emotiva de estacionamiento, al ladito del Batimóvil de Adam West.
Fernando Ariel García

jueves, 24 de marzo de 2022

DAMPYR - DANZA CON LA MORTE: DERECHO A LA IDENTIDAD

Dampyr Nº 67: Danza con la morte. Guion: Mario Faggella. Dibujos: Fabrizio Russo. Portada: Enea Riboldi. Director: Mauro Boselli. 100 páginas. Sergio Bonelli Editore. Italia, octubre de 2005.


Si no me equivoco, de todas las editoriales extranjeras, la italiana Sergio Bonelli es la que más espacio le ha dedicado, en sus ficciones, a la última dictadura argentina. Enfocando, principalmente, el tema de los desaparecidos como característica principal del plan de exterminio humano, desindustrialización y empobrecimiento continuo del país. Aquí mismo, el año pasado, hablé de L’Uomo di Buenos Aires, episodio de la serie Julia que abordaba la búsqueda de Justicia que llevaban adelante los sobrevivientes y familiares de desaparecidos.


Esa misma demanda, que aquella Julia elaboraba desde el policial, este Dampyr la retoma desde el género fantástico. Para quien no esté al tanto, el dampyr del título responde al nombre de Harlan Draka, cazador de vampiros que recorre el mundo eliminando cuantos no-muertos pueda. Y en esta ocasión, el vampiro que asola las calles de Madrid es un argentino que estuvo secuestrado en La Cacha, centro clandestino de detención que funcionaba en la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires.


En pleno Proceso, a Arturo Solanas le tocó ser torturado hasta casi morir. En ese momento, fue mordido por un vampiro que trabajaba para las Fuerzas Armadas argentinas. Y ya convertido en vampiro, se vio obligado a transmutarse él mismo en torturador y cómplice de la Dictadura. Hasta que se rebeló y, por ello, fue desaparecido en uno de los tantos vuelos de la muerte que despegaron de la ESMA. Como era un no-muerto, no murió. Y tres décadas después, atosigado por los fantasmas sin reposo, sin cuerpo y sin tumba que le siguen los pasos, decide cargarse a los militares genocidas que lo transformaron, reconvertidos ahora en diplomáticos cómodamente asentados en España.


A este cuentito de terror, los autores saben vestirlo con ropajes de reconocida argentinidad. Primero y principal, el tango: Aparecen Gardel y Piazzolla, hay referencias al Caferata de Pascual Contursi y a la Malena de Homero Manzi; y se canta Buenos Aires conoce, de Rubén Garello y Raúl Garello. Después, la Dictadura: Se condena todo el aparato represivo del Estado militar y la guerra de Malvinas, se revaloriza el Nunca más y se repudia la teoría de los dos demonios. Y por último, se generan referencias emotivas a San Martín, Mercedes Sosa, el Che Guevara; y hasta suena Ellas danzan solas, de Sting.


Todo funciona como una acertada metáfora de la lucha por Memoria, Verdad y Justicia llevada adelante por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, junto con otros organismos de derechos humanos. Pero lo más interesante de este Dampyr es que, en este marco, elige contar la historia de una nieta recuperada. De manera rápida y muy simplista, es cierto, pero el derecho a la identidad no es un tópico abordado frecuentemente por el noveno arte, por lo cual me parece válido y necesario recuperarlo en este día. Sobre todo porque el guionista Mario Faggella (1964-2006), consustanciado como pocos con las luchas políticas latinoamericanas de los años ’70, tomó como puntapié de la aventura la historia real de la familia Bettanin, masacrada por el terrorismo de Estado en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.


Estudio sobre los traumas que generan el exilio y el olvido, Danza con la morte es el episodio que dispara el periplo sudamericano de Dampyr, que lo traerá a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al desierto de Atacama, en una lucha sin cuartel contra el Amo de la Noche, el Cóndor. Obvia alusión al Plan Cóndor, operativo conjunto y clandestino con el que las dictaduras de la Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, con el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos, persiguieron y asesinaron a miles de militantes de izquierda. Pero esa es una historia (y una historieta) de la que hablaremos en otro momento.
Fernando Ariel García
a 46 años del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976

miércoles, 23 de marzo de 2022

ÉXODO: LA DICTADURA DEL BIEN COMÚN

Éxodo - La última marea. Director: Tim Fehlbaum. Protagonistas: Nora Arnezeder, Sarah-Sofie Boussnina, Iain Glen, Joel Basman, Sebastian Roché, Bella Bading, Sope Dirisu y Cloé Albertine Heinrich. Guionistas: Tim Fehlbaum y Mariko Minoguchi. Productor: Roland Emmerich, entre otros. BerghausWöbke Filmproduktion / Vega Film / Constantin Film. Alemania / Suiza, 2021. Estreno en la Argentina: 24 de marzo de 2022.


Qué diferencia hay (o yo encuentro) entre las películas dirigidas por Roland Emmerich (la reciente Moonfall, por ejemplo) y las películas producidas por Roland Emmerich (como esta Éxodo - La última marea). Las dos tienen una factura impecable, aunque la segunda carezca de la grandilocuencia desbocada de la primera. Y tal vez, por ese andar medido, contenido hasta la exasperación, me haya resultado mucho más interesante que cualquier catástrofe planetaria sostenida por la billetera antes que por las ideas.


Convengamos, por lo pronto, que las ideas puestas a rodar por Éxodo (Tides, también comercializada en mercados angloparlantes como The Colony) no son ni nuevas ni tan originales, pero las cartas están muy bien repartidas y mejor jugadas. Con poco (y ya conocido), Fehlbaum logra bastante, que es mucho decir. En un futuro más o menos mediato, la Tierra ha quedado devastada por las razones tantas veces comentadas: Guerras, hecatombes climáticas, pandemias. Como resultado, las élites abandonaron nuestro planeta y se asentaron en una colonia extraterrestre. La movida les trajo prosperidad y seguridad, pero los dejó completamente estériles. Y ahora, tratando de evitar la extinción de la especie, deciden volver a la Tierra a ver qué tal están las cosas por acá. Resumiendo, lo que van a encontrar es un escenario post-apocalíptico que rememora (tal vez demasiado, tal vez sin necesidad) al viejo Waterworld de Kevin Costner.


De a poquito, como quien no quiere la cosa, la premisa netamente fantacientífica va dejando de lado el aspecto tecnológico aventurero que uno asocia con La guerra de las galaxias y la ciencia-ficción más pochoclera, para enredarse en profundas cuestiones filosóficas que, lamentablemente, no logran plasmarse con la complejidad que demandaban y requerían. No llega ni a la milmillonésima parte de lo que alcanza Orwell en diez líneas de 1984, pero permítaseme inferir que el director quería encarar para esos barrios calientes, marcados por la carga política y las causas sociales. Aunque al final se haya quedado dando vueltas por periferias más tranquilas y menos comprometidas.


El punto álgido pasa por la (aparente) contradicción entre el discurso de un Gobierno abocado a garantizar el bien común; y la instalación de un Estado totalitario y dictatorial, enfocado a la preservación y reproducción de su propia supremacía racial. La propia trama se encargará de revelar si el relato le gana la batalla a la realidad, aunque el final se venga viendo venir desde el principio. Buenas intenciones que pueden derivar en una buena película. O quedarse sólo en un digno intento.
Fernando Ariel García

jueves, 3 de marzo de 2022

BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ASCIENDE

Batman. Director: Matt Reeves. Protagonistas: Robert Pattinson (Bruce Wayne / Batman), Zoë Kravitz (Selina Kyle), Paul Dano (Edward Nashton / Acertijo), Jeffrey Wright (James Gordon), John Turturro (Carmine Falcone), Andy Serkis (Alfred Pennyworth), Colin Farrell (Oz Cobblepot / Pingüino) y Peter Sarsgaard, entre otros. Participación especial de Barry Keoghan. Guionistas: Matt Reeves y Peter Craig, basados en personajes y situaciones creados y desarrollados para DC Comics por Bob Kane, Bill Finger, Frank Miller, David Mazzucchelli, Jeph Loeb, Tim Sale y Darwyn Cooke, entre otros. Warner Bros. Pictures / 6th & Idaho / Dylan Clark Productions. EE.UU., 2022. Estreno en la Argentina: 3 de marzo de 2022.


Matt Reeves hizo todos los deberes. Se despegó de Zack Snyder y James Gunn; y fue para el lado del Guasón de Todd Phillips. Una película fuera del corsé identitario y estilístico impuesto por el cinematográfico Universo Extendido de DC, que puede ser vista como la historia de algún Batman paralelo de los tantos que habitan el Multiverso, pero que cobra mayor sentido y envergadura artística si la abordamos como un estudio de la naturaleza humana que late debajo de las máscaras que elegimos ponernos sobre el rostro.


Sacando al Bruce Wayne con look emo, el resto funciona como un relojito. Robert Pattinson es un gran Batman. Habitado por la rabia, la bronca, la frustración, cierta impotencia. Obsesionado con la Venganza y no con la Justicia. Mucho más violento, oscuro e inestable que cualquiera de sus antecesores, porque la película entera es mucho más violenta y oscura que cualquiera de sus antecesoras. Sobre todo, por la construcción de su Acertijo, una figura trágica y desequilibrada, brutal e inteligentísima. Asesino serial que sabe qué pasó realmente en Ciudad Gótica; y por eso está siempre un paso adelante del encapotado.


Otra cosa que hizo bien Reeves (a mi modo de ver, por supuesto) es saltearse el origen del Hombre Murciélago. Ya se hizo, ya se lo conoce. Pero al no mostrarlo, lo puso en el centro dramático de su relato. Ese asesinato (¿al voleo o por encargo?) definió el destino de Bruce Wayne (obvio) y el de la ciudad, por eso (casi) todos los personajes protagónicos tienen historias paralelas que se entrecruzan, se mezclan, se influyen; y terminan siendo determinantes para que cada uno sea cada cual en relación con el otro. Incluido el Asilo Arkham.


La trama toma elementos específicos de tres cómics puntuales (Año uno, El largo Halloween y Ego), pero se los apropia a gusto y piacere. Y lo bien que hace. Más que una película de superhéroes, Batman (The Batman) es un policial negro de los de antes, especialmente de los que se filmaban en los EE.UU. durante los ’70: Barrio Chino (Polanski), Taxi Driver (Scorsese) y Mi pasado me condena (Pakula), que puede ser vista también como la abuelita del Seven de David Fincher, cuyos ecos resuenan bastante en el trabajo de Reeves.


Film noir con toques terroríficos, pero básicamente un thriller político con superpoderosos corruptos enfrentados a superhéroes en periodo formativo, en estado de transición hacia el mito que, ya sabemos, terminará por fagocitárselos. Una historia que cierra su arco narrativo de manera concisa y rigurosa, aunque deja algunas puntas abiertas para futuras secuelas que, espero de todo corazón, no se hagan nunca. Dura tres horitas, así que te podés quedar a esperar el chistonto del final, ese que ocupa el espacio que debería ocupar la escena post-créditos que viene antes de los créditos.
Fernando Ariel García