martes, 10 de septiembre de 2019

CLAUDIA: EN LOS DETALLES ESTÁ EL SENTIDO

Claudia. Director: Sebastián De Caro. Protagonistas: Dolores Fonzi, Laura Paredes, Julieta Cayetina, Julián Kartun, Paula Baldini, Gastón Cocchiarale y Jorge Prado. Participación especial de Lali Espósito y Andrea Pietra. Guión: Sebastián De Caro. Covers de apertura y de cierre: Voy a dejar esta casa, papá (Gabriela) y Obsesión (Miguel Mateos), interpretados por Lali Espósito. Rispo Films / Avastonia / Tieless Media / DirecTV. Argentina, 2019. Estreno en la Argentina: 12 de septiembre de 2019. 

Termina la peli. Se prenden las luces y antes de que se apaguen los acordes de Obsesión en la voz de Lali Espósito, dos de los colegas que están a mi izquierda se levantan y se van de la función privada. “Si entendiste de qué va, avisame”, dice uno. “Que cagada”, dice el otro. Y la verdad, yo también pienso que Claudia es una mierda. Me resulta extraño, porque me gusta lo que suele hacer Sebastián De Caro, pero acá me quedé afuera.


Cine arte visto desde la perspectiva del cine industrial; y cine industrial visto desde la perspectiva del cine arte, Claudia es una comedia bizarra con links al melodrama almodovariano, el exceso tarantinesco y la lisergia lyncheana. Tiene una estética neoretro de belleza imponente, colores enérgicos y un ritmo nervioso que construye siempre la idea de que algo va a pasar. De que algo grande está por estallar. Los cruces con la magia y el tarot le agregan intriga y desconcierto, ese toque sobrenatural que se lleva tan bien con la obsesión empedernida de la protagonista, una organizadora de eventos enfocada en la satisfacción del cliente y la concreción de momentos únicos, irrepetibles e inolvidables, de esos que dejan huella para siempre. 


Y entonces, como quien no quiere la cosa, después de haber visto ese final asordinado, más parecido a un ejercicio de nonsense que un clímax a tope, entiendo lo que acabo de presenciar. Los detalles son todo, afirma el afiche de Claudia. Y la sumatoria de esos detalles, que he ido dejando en el camino mientras le dedicaba mi atención a los hechos (en apariencia) importantes, me completa el sentido de ese salto al vacío maravilloso y deslumbrante, que sólo un prestidigitador maquiavélico y manipulador como De Caro (y su alter ego femenino, la Claudia del título) pueden atreverse a dar, seguros como están del resultado que buscan y generan. 


La partida perfecta de ajedrez. Jugada con el timing que sólo puede darle un maestro relojero suizo. El truco final que el gran mago siempre guarda en su chistera. Salgo de la privada lleno, feliz y contento. Con una panzada de cine en el cuerpo y las ganas de volver a ver la película para prestarle atención a lo que hay que prestarle atención. Claudia no es una mierda, de eso estoy seguro. Es un peliculón.
Fernando Ariel García

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