La gráfica lo apasionaba, la fluidez de la narración lo desesperaba y la puesta en página le hizo perder hasta las canas verdes que le había sacado antes. Norberto Rodríguez Van Rousselt siempre fue y se sintió dibujante. Modestamente, se definía como trabajador del lápiz, lejos de las luces del estrellato, con los pies en la tierra y el culo clavado en el asiento del tablero. Hizo varias historietas alrededor de la temática que más lo atraía, la aventura costumbrista de época. Ninguna pasó a formar parte del canon académico, pero eso no le importaba mucho (nada). Estaba contento porque habían quedado en el corazón de sus lectores.
El mayor (re)conocimiento le vino por su faceta de historiador y divulgador del noveno arte. En realidad, un desprendimiento natural de su voraz faceta de lector, siempre curioso, siempre ávido de nuevos y más profundos conocimientos. De ahí que pasara a formar parte de la primera camada de fanzineros argentinos. Con Crash! y desde sus artículos, sus entrevistas, sus reseñas, ayudó a sentar las bases de lo que hoy conocemos como “periodismo especializado sobre historieta”, aunando la mirada del conocedor y el lenguaje generalista para no dejar a nadie afuera.
Le obsesionaba la continuidad del legado histórico, la preservación del ayer como hilo conductor de las vanguardias por venir. Siempre supo tener un pie en las formas clásicas y los lenguajes modernos. Con esa hibridación en mente nació La Bañadera del Cómic, colectivo de trabajo que conformó con nosotros y Mario Formosa. Desde esa plataforma escribió libros y artículos, colaboró con Sonaste Maneco, Tebeosfera y la Revista Latinoamericana de Estudios de la Historieta, dictó cursos, dio charlas y se reencontró con un montón de amigos. Porque eso fue lo que mejor supo hacer: Cultivar la amistad, generar una charla, demorar un café, aventurar un consejo. Estar cuando y donde se lo necesitara, preferentemente en segundo plano porque no le interesaba figurar.
Andrés Ferreiro, Norberto Rodríguez Van Rousselt, Siulnas, Hernán Ostuni y Fernando Ariel García,
al momento de recibir el Premio a la Difusión de la Historieta y la Caricatura 2009,
otorgado por el Museo de la Caricatura Severo Vaccaro
Ayer se nos murió. Bastante de golpe. A su salud algo desconsiderada le oponía la tenacidad de un montón de proyectos que quería desarrollar. No pudo ser y a nosotros nos toca ahora continuar con su legado. Pero a partir de mañana. Hoy vamos a quedarnos con su voz ronca, su parquedad de peluche y el brillo de sus ojitos vivaces. El abrazo de oso con que se despedía antes de irse caminando, rengueando de una pierna medio mocha.
Te vamos a extrañar, Norber. Buen viaje.
Fernando Ariel García, Hernán Ostuni y Andrés Ferreiro
Conmovedora reseña sobre un tipo único y querible.
ResponderEliminarLamentable! Pero siempre estará vivo en la memoria de todos.
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