martes, 23 de mayo de 2017

PIRATAS DEL CARIBE. LA VENGANZA DE SALAZAR: CUESTIÓN DE IDENTIDAD

Piratas del Caribe: La venganza de Salazar. Directores: Joachim Rønning y Espen Sandberg. Protagonistas: Johnny Depp (Jack Sparrow), Javier Bardem (Armando Salazar), Geoffrey Rush (Héctor Barbossa), Brenton Thwaites (Henry Turner), Kaya Scodelario (Carina Smyth), Kevin McNally (Gibbs) y Golshifteh Farahani (Shansa), entre otros. Participación especial de Orlando Bloom (Will Turner), Keira Knightley (Elizabeth Swann) y Paul McCartney (Tío Jack). Guionistas: Jeff Nathanson y Terry Rossio, basado en personajes y situaciones creados por Ted Elliott, Terry Rossio, Stuart Beattie y Jay Wolpert. Walt Disney Pictures / Jerry Bruckheimer Films / Infinitum Nihil. EE.UU., 2017. Estreno en la Argentina: 25 de mayo de 2017. 

Seamos honestos. De no ser por Johnny Depp, los Piratas del Caribe seguirían siendo una de las tantas atracciones temáticas de los parques Disney. Si hoy estamos frente a una de las licencias cinematográficas más conocidas (y lucrativas) del mundo, es porque su Jack Sparrow supo combinar aventura, comedia, desparpajo, ingenio, reviente, cobardía, excéntrica grandeza y taimados pies de barro, juntando a Pepe Le Pew y Keith Richards en un explosivo cóctel heroico que nos deja en boca un relamido gusto a Errol Flynn e Indiana Jones. 


Pero, catorce años después de que el Perla Negra soltara amarras, un ajuste de timón se estaba haciendo más que necesario si se buscaba que la saga no terminara naufragando en aguas misteriosas. Y a esto viene Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (Pirates of the Caribbean: Salazar’s Revenge o Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales, dependiendo del territorio angloparlante en que se estrene). A salvar las papas del fuego. A refrescar las caras protagónicas. A cerrar algunos ciclos y abrir otros, poniendo proa a nuevos y seguros puertos. 


El Tridente de Neptuno es la excusa perfecta para abordar el tema central de la película, que es la confirmación de una identidad determinada. La de Sparrow, enlazada a la venganza del Salazar interpretado con notable presencia por Javier Bardem. La del Perla Negra y su tripulación. Y la de Barbossa, por supuesto. Todas ellas entrelazadas por maldiciones generacionales, deudas impagas y traicioneros lazos de lealtad inquebrantable. Las partes divertidas del filme, porque el titánico peso de reinventar la saga descansa sobre los hombros de las dos nuevas incorporaciones: el testarudo Henry Turner (Brenton Thwaites) y la indomable Carina Smyth (Kaya Scodelario), embarcados no casualmente para hacer las paces con sus respectivas figuras paternas. 


Para La venganza de Salazar, esta necesidad de acordar con el pasado significa volver a las fuentes primigenias, a los recursos argumentales y las dinámicas histriónicas que hicieron de La maldición del Perla Negra un hecho artístico original e impactante. Formalmente, los directores recapitalizan los efectos de lo sobrenatural sobre lo humano, retoman breve y dramáticamente a los personajes de Orlando Bloom y Keira Knightley; y suman al mítico Paul McCartney al linaje de los Sparrow (que ya incluía al no menos mítico Keith Richards). 


Pero aquello que funciona a la perfección en los libros contables no surte el mismo efecto en la narrativa cinematográfica. Piratas del Caribe: La venganza de Salazar es sumamente entretenida y visualmente impactante; y al mismo tiempo es reiterativa y creativamente chata. Como si el juego de espejos que plantea con la primera película de la franquicia se hubiera pasado de rosca. Y la referencia básica volviera a ser aquella atracción temática de los parques Disney. La que se repite de manera perfecta, invariable e impoluta. Una y otra y otra y otra y otra vez. 


Aquellos que quieran dar una sexta vuelta, bánquense los eternos títulos finales y verán para dónde enfila el barco. 
Fernando Ariel García

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