Dios, el Hombre, el amor y dos o tres cosas más. Autor: Tute. Prólogo: Quino. Portada: Tute. 312 páginas a color y en blanco y negro. Sudamericana. ISBN: 978-950-07-4864-3. Argentina, agosto de 2014.
Este es un libro que no pude leer de un tirón. Fui y vine por sus páginas algo alborotado, muy alborozado por el emocional peso específico de su contenido. No quería que termine, hasta que me di cuenta de que no iba a terminar nunca, porque Dios, el Hombre, el amor y dos o tres cosas más reverbera atemporalmente, genera ecos interiores, libera ondas expansivas que alcanzan el pasado sin terminar de desvanecerse en el presente. Una cinta de Moebius (o un avión de papel puesto en manos de las corrientes aéreas) que va enhebrando historias, personajes y situaciones. Por siempre.
La primera novela gráfica de Tute es una maquinaria narrativa de identidad facetada, con capas de sentido que se nos van sedimentando mientras avanzamos en su lectura, a medida que caemos prisioneros en esa dulce trampa. Un todo fragmentado, una búsqueda filosófica, una duda existencial, la poética personal escrita desde el ideario y las obsesiones que identifican la claridad, el timbre, la intensidad de una voz autoral en el pico de su arte.
No sé si fue la intención de Tute, pero se me hace que Dios, el Hombre, el amor y dos o tres cosas más es fruto de un hacer dominado por la espontaneidad, por la fluidez inconsciente, por la asumida decisión de dejarse llevar, así en el tablero como en la vida. Elogio de la ruptura convencional, sea la realidad o su percepción desde una cómoda linealidad progresiva, el coro de voces encadenadas que nos ofrece puede (tranquilamente) corresponderse con los fragmentos de un yo inseguro, en estado de gracia y desgracia. Siempre incompleto, siempre insatisfecho, aguardando la oportuna aparición de un puerto en donde amarrar. O en donde soltar las amarras.
Culto y popular, nostálgico y absurdo, Tute pasa por las distintas estaciones de esta modernidad alienada que nos toca en suerte. La amistad. Los deseos anhelados. Las convicciones. Los posicionamientos políticos. La ausencia. La incomunicación. La ansiedad. El otro. La angustia. La libertad. La responsabilidad. El agobio. La soledad. El encuentro y los desencuentros. La importancia de las simples cosas. Todas épicas suburbanas de baja escala. Nacidas del despecho, la desilusión, la esperanza, la ilusión, la tozudez, la necesidad, el inconformismo, la incomodidad, la autocompasión, el fracaso, la culpa. En resumidas cuentas, la eterna (¿e infructuosa?) búsqueda del sentido de nuestra vida.
Antes de que nos devore el tiempo.
Fernando Ariel García
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