Antes de Chopin, Mendelssohn y Debussy, se llamaba nocturnos a las piezas musicales (vocales o instrumentales) de estructura libre, que solían tocarse poco, generalmente en fiestas a la luz de la Luna, antes de ser dejadas de lado. Principalmente, se trataba de melodías tranquilas, líricas y evocadoras, escritas para ser escuchadas por las noches. Por esa cosa de la oscuridad, la melancolía y la naturaleza inasible de las útimas horas del día. Escenario físico y metafísico abierto a otras sensaciones, a otras emociones, a otros miedos. Territorio poblado por lo desconocido, que terminaba de armarse en las cabezas y los corazones de la amable escucha.
No sé si Salvador Sanz tenía esto en mente cada vez que se sentaba a darle forma a los capítulos de Nocturno que aparecieron serializados durante casi dos años en la Fierro y (picotazos menos vistos pero no por ello menos contundentes) en La Secta. Tampoco sé si lo tuvo en mente cuando decidió reorganizar y reacomodar el material para la edición definitiva (corregida y aumentada) que publicó Ivrea con un exquisito sentido del diseño. Pero sí sé que encontré mucho de ello al reclinarme cómodamente en la reposera de la terraza, café caliente en una mano, el libro en la otra, a la hora en que la ciudad duerme. O debería.
Hay algunas cuestiones en Nocturno que se vuelven recurrentes en la obra de Sanz (Desfigurado, Legión). ¿Obsesiones? Todas hacen de la gran ciudad un espacio ganado por criaturas mágicas, perversas, más allá de la moral humana, inaccesibles y hermosas a pesar de (o a raíz de) el peligro mortal que representan para nosotros. El pasaje de un estadío a otro a través del dolor físico, descoyuntando las articulaciones que hasta ayer nos servían de esqueleto social. La sensación de que hay algo más, una especie de plan preconcebido, partida cósmica de un ajedrez que nos cuenta sólo como peones descartables tras la primera movida. Los protagonistas jóvenes, con la identidad diluida entre el yo y el otro, límites difusos que podrían equipararse con los de la vida y la muerte, la abnegación y el sacrificio, ¿el amor y el abandono? ¿Quién es el cazador? ¿Y quén la presa? El estado híbrido de la naturaleza: ¿Hablamos de humanos que se vuelven pájaros? ¿De pájaros que se vuelven humanos? Lo fantástico irrumpiendo en lo cotidiano. Lo fantástico modificando lo cotidiano. Lo fantástico reconvertido en cotidiano.
Todo ello, como ya es costumbre en Salvador Sanz, a caballo de una imaginería visual hipnótica y cinematográfica. Hábil para descomponer el terror en secuencias de dinámica agresividad o en ralentizadas panorámicas de un gris espectral. Capaz de despertar la más ancestral de nuestras angustias.
La envidia al vuelo.
Fernando Ariel García
La envidia al vuelo.
Fernando Ariel García
Nocturno
Autor: Salvador Sanz
Autor: Salvador Sanz
Portada: Salvador Sanz
144 páginas en blanco y negro
Ivrea
ISBN: 978-987-31-0056-7
144 páginas en blanco y negro
Ivrea
ISBN: 978-987-31-0056-7
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