No existen las casualidades, lo
sé. Así que debería hablar aquí del principio metafísico de la causalidad, pero prefiero quedarme en la
noción de coincidencia. Es sabido que el próximo 19 de abril el mundo estará festejando
los primeros 70 años del LSD, en referencia al famoso Día de la Bicicleta de
1943, fecha en que el químico suizo Albert Hofmann experimentó por vez primera
los efectos psicotrópicos de la dietilamida de ácido lisérgico que él mismo
había sintetizado en 1938. Con la anticipación que permite el caso, estuve
buscando y rebuscando alguna historieta que me sirviera para abordar la
efemérides. Y cuando estaba dando todo por perdido, revolviendo entre las cajas
que tengo apiladas bajo una escalera, me encontré con este Fantomas Nº 33 que
guardo por otro motivo, por ser la primera aventura que leí de la Amenaza
Elegante.
La verdad sea dicha, Fantomas ha protagonizado historias mucho más originales y atrapantes que ésta, en la que ni siquiera porta la galera, el frac y la capa que mejor complementan el blanco de su máscara eterna. Sí está presente el fuerte tono moralizante, ejemplificador de los mensajes destinados a hacerse carne en el comportamiento de los niños de todo un continente. La carga educativa, el alegato aleccionador que aquí toma contundencia disciplinante porque busca alejar a los lectores del consumo de drogas, específicamente del LSD. Presenta algunos errores, como considerar adictivo y tóxico al LSD, algo que hoy está seriamente cuestionado; y tiene grandes aciertos, como es el enfocar la raíz económico-social que subyace en la naturaleza adictiva de cualquier tipo. Y brinda una solución simplista a un problema sumamente complejo, pero no tenemos por qué pedirle realismo a una historieta fantástica, verosímil en el desarrollo de sus tramas y la construcción de un personaje tan fascinante e inolvidable como este Fantomas mexicano, a años luz de su primigenia fuente francesa.
Fantomas bajo el efecto del LSD
Replanteando (o no, ¿quién
sabe?) la premisa de este veterano ejemplar leído y releído en más de una
ocasión, Fantomas funcionó en mí como (creo) lo haría una dosis de LSD.
Haciendo de facilitador psicodélico para un viaje habitado de diferentes impresiones
sinestésicas en un sólo acto perceptivo. El arte de Rubén Lara me permitió oír
los colores empastados, ver los sonidos como si fueran onomatopeyas, tocar el
sabor que todavía guardan esas hojas amarillentas por el paso del tiempo.
Tiempo que se hilvanó hasta mi niñez de pantalones cortos, ojos embelesados y
dedos hambrientos de pasar las viñetas de otro ejemplar de esta misma revista, en
una Buenos Aires que todavía se permitía esquinas de ciudad con ritmo de
pueblo. Como esa ochava de Anchorena y Córdoba en donde estaba la peluquería
del barrio, a la que iba acompañando a mi abuelo porque mientras él se cortaba
el pelo yo podía leer ingente cantidad de historietas de Novaro. Y caer rendido
a los pies de Fantomas, la Amenaza Elegante.
No existen las casualidades, lo sé. Así que debería hablar aquí del principio metafísico de la causalidad, pero prefiero quedarme en la noción de coincidencia. Porque al dar vuelta la última página de La lucha contra las drogas y sentarme a escribir estas líneas, veo el mail de Rubén Eduardo Soto Díaz con el asunto “Luto en la historieta fallece el creador gráfico de Fantomas Rubén Lara” (ver http://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2013/05/in-memoriam-ruben-lara-y-romero-1934.html) y un montón de sensaciones encontradas se me vienen encima. Pero ahora quiero quedarme con una. Con el agradecimiento a un gran artista (entre tantos) que me marcó como pocos. Me marcó como lector, como intelecto inquieto ante las maravillas del mundo, cargando la avidez de mi deseo por el conocimiento con una mirada humanista sobre las gentes y las cosas. Inculcándome valores, ideas, cultura general. La capacidad de moverme a piacere por el tiempo y el espacio, hasta esa ochava de Anchorena y Córdoba, sin necesidad de ilegales ayudas semisintéticas.
Buen viaje, Rubén. Estoy en
deuda con usted.
Fernando Ariel García
Fantomas Nº 33. Guión: No acreditado (posiblemente, a cargo de Guillermo Mendizábal). Dibujos: Rubén Lara R., Santos Reina. Escenografía: L. Carlos Hernández, Jorge Lara R. Portada: Demetrio. Dirección: Alfredo Cardona Peña. 32 páginas a todo color. Editorial Novaro. México, 1º de mayo de 1970.
buenisimo
ResponderEliminarfer, tenemos un desafío: realizar un programa del anti heroe con fantomas, Erdosain y otros más. Empezaré a trabajar en ello. salve.
ResponderEliminarHola. Hasta hoy tuve la suerte de leer tan interesante artículo, gracias.
ResponderEliminarSólo un pequeño detalle: Luis Carlos Hernández no fue el guionista sino el autor de la escenografía, como consta en la página 1. No se da crédito al argumentista, pero seguramente fue Guillermo Mendizábal, quien escribía la mayoría de las historias en aquella época.
Salud y larga vida!
-Luis Van
Gracias por tus palabras y los datos, Luis. Las correcciones ya están hechas. Y qué buenas eran esas historietas de Fantomas, no?
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