40 cajones. Guion: Rodolfo Santullo, inspirado libremente en un capítulo de Drácula de Bram Stoker. Arte: Jok. Portada: Jok. Pictus. Argentina, 2012.
En estos últimos 40 años me he cruzado con un sinfín de draculófilos. De todos los tamaños y colores, con disímiles posiciones tomadas y defendidas. Conocí historiadores cerrados al embellecimiento ficcional operado sobre el buen Vlad Tepes, fanáticos cinematográficos embanderados detrás de las capas de Bela Lugosi o de Christopher Lee (como si no se pudiera abrazar ambas), puteadores del modelo machista-patriarcal que le chupa la sangre a las mujeres, chantas que querían chapear con su foto en los Cárpatos, serios estudiosos del fenómeno del vampirismo y gente común que aún se emociona con las peripecias de un monstruo romántico.
Pero desde hace 40 años sólo conozco a un tipo que, realmente, la sabe lunga sobre Drácula, el de la verdad histórica y el de la realidad multimediática, el héroe nacional y el Amo de los No-Muertos, el hombre cruel que empalaba a sus enemigos y el mito dandy que les mordía el cuello. Más que un especialista, Hernán Ostuni (que de él se trata) es una especie de sommelier vampírico con la innata capacidad para separar la paja del trigo (no sólo) en lo que a Drácula se refiere.
Y hace 8 años que este buen muchacho me viene insistiendo con que lea 40 cajones, que me deje de joder con vampiritos de cuarta y le entre, de una buena vez, a uno de los cortes más sustanciosos que se le ha hecho a esta vaca que sigue dando sangre en lugar de leche. Que lo que hizo Santullo es monumental: Agarró un pedacito del libro de Bram Stoker (el viaje en barco del Conde, desde la costa búlgara al nordeste de Inglaterra) y armó una obra íntegra y compacta, fiel a la tradición y coherente a la hora de plantear un Drácula escindido de la moralidad humana. Un Drácula cuya motivación básica para lanzarse al mar rodeado de una tripulación de marineros, da cuenta de su real naturaleza: Una mente maestra en el cuerpo de una bestial fuerza primigenia, inalcanzable e indefinible por nuestros limitados conceptos del bien y del mal.
Que lo hecho por Jok debería ser reverenciado por los siglos de los siglos. Porque sólo un animal gráfico de su envergadura se animaría a perfilar la presencia de semejante icono a través de su ausencia física. Mostrándolo como un concepto inmanente que trasciende por el peso de sus actos, elegimos sufrir la consecuencia de su existencia porque no soportaríamos la instancia de tenerlo enfrente. Por mérito propio, este Drácula de Jok está en lo más alto del podio, hablándole de igual a igual al Drácula de Fernando Fernández, al del Viejo Breccia, al de Gene Colan, al de Mignola. Único, eterno e inmediatamente reconocible.
Y después de 8 años, una noche en que estaba desvelado, le hice caso a Ostuni y leí 40 cajones. Y tengo que decir la verdad: Ostuni se quedó corto. 40 cajones es todo lo que me dijo que era. Y más. Y mejor.
Fernando Ariel García
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