Parasite - Parásitos. Director: Bong Joon Ho. Protagonistas: Song Kang Ho, Lee Sun Kyun, Cho Yeo Jeong, Choi Woo Shik, Park So Dam, Lee Jung Eun y Chang Hyae, entre otros. Guion: Bong Joon Ho, Han Jin Won. Barunson E&A / CJ Entertainment. Corea del Sur, 2018. Estreno en la Argentina: 23 de enero de 2020.
Técnicamente, se entiende por parásito a todo organismo que vive a costa de un ser vivo de otra especie. Alimentándose, literalmente, de las sustancias que elabora el organismo invadido, debilitándolo gradualmente hasta llevarlo, en ciertos casos, a la muerte. Y este tipo de relación simbiótica es la que va a entablarse entre la familia Kim, que no posee nada; y la familia Park, que (al menos, en apariencia), lo tiene todo.
Obra maestra del humor negro contemporáneo, el film de Bong Joon Ho se ha convertido en un suceso internacional imparable, que amenaza con apropiarse del Oscar a la Mejor Película Internacional, después de haberse alzado con el Globo de Oro y la Palma de Oro de Cannes. Condiciones le sobran, por cierto. Con su fusión de comedia familiar, drama aspiracional, denuncia social y thriller de tintes tarantinescos, Parasite – Parásitos (Gisaengchung – Parasite) expone con crudeza, empatía y delirio, los efectos concretos de la insostenible diferencia de clases surcoreana, la inclemencia con que el modelo capitalista gesta a los marginados que necesita para explotar y descartar; y el miedo permanente al desborde intemperante de sus vecinos del norte, cuestiones de color local que son rápidamente asimilables a cualquier otro rincón del mundo globalizado.
De manera feroz y brutal, la película se aleja de cualquier cliché ideológico sobre las élites, los desplazados y los lazos (concretos y simbólicos) que los unen mientras los separan. Uno de los grandes logros de Bong Joon Ho es, justamente, el de elaborar esta lucha de clases como lo que realmente es, una tragedia escindida de juicios éticos y/o morales, distribuyendo responsabilidades entre todos y sin culpar a nadie.
Porque ambas partes en conflicto construyen sus lógicas de supervivencia con las herramientas que tienen, que conocen, que dominan. Con el engaño, la sensación de superioridad, el aprovechamiento, el (ab)uso de su posición, sólo responden al imperio cultural impuesto por el modelo político-económico-social de turno. Hasta que la mierda inunda los subsuelos de la patria; y la polarización extrema queda reducida a su expresión más básica, salvaje y binaria: Matar o morir.
Fernando Ariel García
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